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Nunca es tarde para superarse. Y si no, que se lo digan a José Carlos Pérez Esquivel, puertorrealeño que se ha llevado 41 años de su vida teniendo miedo al agua. En la playa de Valdelagrana, en El Puerto, se acaba de poner las gafas para dar unas brazadas. Ya ha vencido esa barrera mental que le retenía con los pies anclados a la arena.
Hace tres años, en tiempos postpandémicos, este profesor del CEIP El Trocadero de Puerto Real decidió aprender a nadar. “Me daba miedo el mar, y mira que vivía en Rota. Me bañaba en la playa, pero nunca he llegado a la boya ni me he metido donde no hago pie”, confiesa. Como le costaba encontrar personas para jugar al baloncesto, uno de sus deportes favoritos, decidió probar con otro. “Estaba siendo un año complicado y necesitaba algo para desahogarme”, comenta este hombre de 44 años que, por su cuenta, se sumergió en este proceso.
Comenzó a ir a la playa de La Cachucha de su tierra natal, a unos minutos de su casa, un lugar que consideró idóneo para lanzarse a la aventura. Sin prisa, pero sin pausa, José Carlos fue rompiendo sus limitaciones. “En la mesa se coge mala postura y me di cuenta de que nadar, al menos como yo lo hacía, me sentaba bien para la espalda”, comenta a lavozdelsur.es con los pies mojados.
Poco a poco, le fue cogiendo el gusto y fue atreviéndose con otros estilos. Motivación y ganas no le faltaban. Incluso se apuntó a una prueba en Sevilla para comprobar si había avanzado. “Nadé un kilómetro y medio, pero quedé de los últimos, así que me puse a buscar por internet gente que me ayudara a mejorar”, explica. Así, el año pasado, encontró a Manuel Rodríguez Acuña, portuense de 30 años que, desde su proyecto Swim For Fun ofrece clases a domicilio, online y en el mar.
No tener piscina no era un obstáculo. José Carlos estaba dispuesto a bañarse en la playa para lograr su meta. “Él me dio el empujón definitivo, me enseñó un poco de técnica y estoy súper motivado”, añade. Estuvo dando clases hasta otoño e intercambiaba vídeos para perfeccionar.
Cuando llegó el invierno, buscó un gancho para mantener ese nivel de motivación. “A todo el mundo le pasa que empieza con muchas ganas y, después, se quitan. Yo temía que eso me pasase así que me compré un neopreno para no tener excusas”, cuenta. Al mismo tiempo, encontró un motivo más para no dejar de nadar en esta época del año. Una página web de retos solidarios para contribuir a la lucha contra el cáncer.
“Cada kilómetro que nadaba, eran 5 euros. Mis compañeros y familiares participaron y, cada vez que ingresaban dinero yo me iba a nadar”, recuerda con una sonrisa en la cara. En total, recaudó unos 600 euros que donó a la Asociación Uno Entre Cien Mil, para la investigación de la cura de la leucemia, y a CRIS contra el cáncer, que fomenta proyectos de investigación para el tratamiento y cura de esta enfermedad que fue la primera causa de muerte en España en 2023, según datos del INE.
Al puertorrealeño, el tema le toca cerca. “Tuvimos un alumno al que le diagnosticaron leucemia, hemos hecho muchas carreras solidarias en el cole, y una amiga, desafortunadamente, falleció hace un par de meses. Hay que luchar de alguna forma”, expresa. José Carlos ya está pensando en apuntarse a más retos benéficos en cuanto arranque el invierno. Y le gustaría hacerlo junto a sus dos hijos, Sofía de 12 años, y Álvaro, de 7, a los que, este verano ha apuntado a clases con Manuel para que no les pase lo mismo que él.
“Los veo nadando y digo, ojalá hubiese hecho yo esto desde pequeño. Viviendo donde vivimos, es una pena tener miedo al agua”, dice mirando al mar, donde sus hijos siguen las indicaciones del profesor de natación.
El puertorrealeño disfruta observando la evolución de los pequeños, sabiendo que pronto, podrán pasarlo en grande, sin temor, en la costa. El pánico al agua ya es historia.
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