Por los pasillos del mastodóntico edificio —o conjunto de edificios, más bien— que alberga el Parlamento Europeo, en Bruselas, la capital de Bélgica, hay un ir y venir de eurodiputados, pero también de invitados y de trabajadores de una institución que tiene más de 5.000 empleados —sin contar los asistentes de los parlamentarios—.
Entre esa marabunta de personas, llama la atención encontrarse a un joven con una camiseta de Curro, la mascota de la Expo92 de Sevilla. Viste pantalón oscuro, zapatos negros y del cuello le cuelga la acreditación que le permite entrar y salir de un edificio en el que lleva ocho años trabajando.
Carlos Gastón es su nombre, natural de Sanlúcar de Barrameda y realizador de profesión. En el plató que el Parlamento Europeo pone a disposición de los 705 eurodiputados que componen la Cámara, en el centro de un pasillo de la primera planta del edificio principal de la institución, pasa las horas grabando y editando entrevistas.
¿Qué hace un sanluqueño en el corazón de las democracias europeas? La historia tiene su miga, sus partes de película y su ápice de suerte, siempre necesaria, aunque no esté exenta de esfuerzo. Gastón vive desde hace once años en Bruselas, aunque los tres primeros estuvo como operador de cámara, acompañando a una corresponsal de un medio a todas las convocatorias y eventos que acogía la ciudad —que no son pocas—, un periodo durante el que hizo numerosos contactos.
Gastón estudió en el IES La Granja de Jerez en la era analógica y diez años después volvió para actualizarse
Pero antes de llegar a ese punto de su vida, hay que remontarse a los orígenes. Carlos Gastón (Sanlúcar de Barrameda, 1981) estudió Realización de Proyectos Audiovisuales y Espectáculos en el IES La Granja, de Jerez, a finales de los años 90 del siglo pasado. Al poco de terminar, sus estudios le servían de más bien poco. "Me pilló justo en el cambio del sistema analógico al digital, y lo que había aprendido se quedó pronto obsoleto", resume.
En esos momentos, Carlos se vio "con un título que no servía para nada, porque ya nadie trabajaba con el sistema analógico". Entonces probó suerte en otros sectores, aunque siempre mantuvo el gusanillo del audiovisual. Entonces, se fue a Madrid a probar suerte, donde trabajó como repartidor de comida para centros de mayores o colegios concertados, o en el almacén de una cadena de ópticas, enviando material a todo el país.
La aventura madrileña acabó cuando regresó a Sanlúcar, buscando mejorar su inglés. Estudió Animación Turística con esa idea, tras lo que consiguió una beca en Irlanda del Norte, para perfeccionar el idioma. Aunque donde aprendió realmente fue en Salou (Tarragona), donde trabajó como animador turístico en un hotel en el que el 90% de los clientes eran ingleses. "En seis meses sí que aprendí, aunque seguía con el gusanillo del audiovisual", comenta Carlos.
Por eso, diez años después de concluir sus estudios, volvió al IES La Granja para volver a cursarlos, esta vez enfocado hacia la era digital. Una nueva beca le permitió practicar lo que había aprendido en Berlín, la capital alemana, donde estuvo tres meses. Su sueño era desarrollarse profesionalmente en esta ciudad, donde ejerció como técnico de iluminación en un teatro. "No era para lo que yo estaba preparado, pero me encantó la experiencia", dice Gastón, que volvió a España para hacer la maleta e instalarse en Berlín.
"Iba para el aeropuerto con destino Berlín y me llamó un amigo diciéndome que me fuera para Bruselas"
"Fue un poco de película, porque iba de camino al aeropuerto y me llamó un amigo diciéndome que su jefe estaba buscando un cámara en Bruselas y que cogiera el primer avión que saliera para allá", recuerda el realizador sanluqueño. En Berlín estuvo 20 días, dándole vueltas a la cabeza. "El jefe (de Bruselas) estaba interesado y empezó a hacerme ofertas", dice. De repente, se vio abandonado su sueño berlinés para recorrer Bruselas, cámara en mano, acompañando a una periodista.
Desde entonces, hace ya once largos años, vive y trabaja en la capital de Bélgica. Desde hace ocho, en el Parlamento Europeo. "Al principio no hablaba ni francés, me daba apuro, pero conocí al funcionario jefe y conectamos del tirón, porque es músico también y terminamos tocando juntos", apunta.
Por el plató que gestiona Carlos han pasado innumerables eurodiputados y colectivos, uno cada media hora durante lo que dura su jornada laboral. "Este trabajo lo conseguí por mis primeros años como cámara. Como iba a todos los eventos y a todas las cumbres, tenía contacto con los periodistas y técnicos españoles, y nunca me ha faltado trabajo".
"Al final se vuelve un poco monótono, pero no me aburre, porque cada poco tiempo estamos innovando y haciendo conexiones en directo...", señala Gastón, que pasa las horas y los días en ese plató de la primera planta del edificio principal del Parlamento Europeo, en el que un sanluqueño lleva las riendas.
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