El paso del tiempo hace estragos en aquellos lugares donde no se mueve ni un alma desde hace años. Andalucía está plagada de rincones en los que reina la quietud. Enclaves con historias que contar castigados por el abandono. Imperceptibles, muchas veces focos de insalubridad, dejados de la mano de Dios y reducidos a escombros, muros con pintadas y chatarra. Una pareja jerezana, guiada por la curiosidad, se dedica desde 2018 a explorar estos sitios insólitos donde encuentran reliquias del pasado.
Con cuidado y respeto, Israel Mateos, de 30 años, y Lucía Arellano, de 27, rastrean localizaciones dignas de películas, la mayoría, desconocidas por la población. Son “urban explorers”, exploradores urbanos que, en su tiempo libre, recorren la comunidad autónoma en busca de algo que les sorprenda. In situ, capturan fotografías y vídeos de los espacios y las comparten en sus redes sociales @abandonedcadiz (YouTube, Instagram y Tik Tok).
“Nos gustaba ver canales de youtubers como Imix o Breifr9 que se dedican a ir a sitios abandonados y pensamos, ¿por qué no lo hacemos nosotros? Nos enteramos de que abandonaron un salón de celebraciones en Jerez y decidimos ir”, comenta la pareja a lavozdelsur.es.
Juntos, comenzaron a buscar este tipo de lugares. Al principio, Israel le hacía sesiones de fotos a Lucía o simplemente se acercaban para ver, hasta que en 2021, se les ocurrió compartir los secretos de estos rincones no frecuentados. “Para que a la gente que también le daba curiosidad pudiera verlos, es algo que gusta mucho”, comenta el jerezano.
Así, se han adentrado en ubicaciones abandonadas de lo más curiosas, desde una cementera en Granada, una iglesia en Huelva o un antiguo cortijo que todavía conservaba la maquinaria de elaboración del vino hasta una villa con ropa guardada en el armario, un bar con una barra de azulejos, una discoteca de Arcos o el chalé de lujo de una miss España.
“Es una pena el estado en el que están”, dice la pareja, que también llegó a entrar en la fábrica de Delphi en Puerto Real, clausurada hace 17 años. “Fue uno de los primeros sitios a los que fuimos y no íbamos muy preparados, apenas llevábamos iluminación”, recuerda.
También tuvieron la oportunidad de ver un campo de golf en ruinas en El Puerto del que ya no queda rastro. “Fue un proyecto que no llegó a abrirse, había maquetas y los buggys estaban intactos. Fue increíble. A los meses volvimos y ya no quedaba nada”, explican. A su lista, se suman un club de alterne en Rota con una barra con el mosaico de una sirena que también ha desaparecido o la Hacienda Ibarburu de Dos Hermanas, donde vieron un molino de aceite y una pequeña capilla.
Un vistazo a su cuenta desvela baterías militares, restaurantes sin vida, colegios sin niños o mansiones sin vecinos. “Los que están intactos son los mejores, pero también los más difíciles de encontrar. Algunos están vallados y otros en estado ruinoso, aunque por dentro suelen conservar vajillas, muebles, cuadros”, cuenta esta pareja amante de la fotografía.
Con frecuencia, organizan excursiones a las que llevan una cámara reflex, varias lentes, una cámara 360, focos, linternas y hasta un dron. “Tengo todo en regla, seguro de responsabilidad civil, titulaciones, todo. Yo prefiero ir tranquilo a ir con miedo, sabiendo siempre dónde se puede volar y dónde no. Hemos invertido bastante dinero en material”, dice Israel, que disfruta fijándose en su entorno cuando va conduciendo.
Por su trabajo como técnico de máquinas recreativas, se pasa horas en la carretera desplazándose por toda Andalucía para hacer reparaciones. “Hago muchos kilómetros y voy mirando. Cada vez que veo algo que tiene pinta de estar abandonado, me quedo con la ubicación y luego lo busco en Google Maps”, comenta.
Para hallar enclaves también recurren a la prensa, que hojean para ver si alguna fábrica o instalación ha cerrado. Además, están en contacto con otros compañeros de Sevilla o Jerez –como Localización Perdida– que les facilitan ubicaciones. Eso sí, manteniendo discreción para que no se corra la voz y la gente comience a ir. “Siempre intentamos no meternos en líos y ver que no haya problema de seguridad”, sostienen.
Durante sus vacaciones Israel y Lucía, planifican sus propias rutas por los lugares que han ido apuntando. La mayoría son dignos de fenómenos paranormales, pero, a esta pareja no le llama la atención este tema. “Nosotros vamos muy tranquilos, nunca hemos tenido una experiencia paranormal. Sí hemos oído historias de los sitios a los que hemos ido, una niña que se ha ahogado en un pozo y cosas así, pero pamplina todo”, expresa Israel, que añade, entre bromas, que le da “más miedo encontrarme a un chatarrero que a un fantasma”.
Aunque la pareja respeta a los creadores de este tipo de contenido, su proyecto se centra en poner en valor la belleza de estos lugares y capturarlos para que perduren en el tiempo, al menos en imágenes. “Queremos guardar un recuerdo de ellos, por ejemplo, el campo de golf ya no existe, pero se ve en estas fotos”, dicen estos jerezanos que se mueven por pasión.
Ellos se lo curran, emplean tiempo, gasolina y dinero en esta iniciativa que, para ellos, es un hobby. Según comparten, “nosotros no vivimos de esto, no sacamos ni un euro, no promocionamos marcas, vamos por libre”. Aun así, les duele cuando, alguna vez, han cogido sus fotografías para otros usos sin nombrar su autoría. “Es una falta de respeto porque tiran por tierra todo nuestro esfuerzo”, reflexiona.
Con ganas, la pareja ya piensa en otros lugares para seguir sacando a la luz las huellas de otras épocas.
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