Las dos resurrecciones de Carmen Martínez: "La política ha sido mi mayor pesadilla"

En seis años, pasó de ser teniente de alcaldesa en Jerez a enfermar de cáncer de mama y sufrir un calvario judicial que le llevó a prisión este año. Ahora, a sus 60 años, 35 como autónoma en La Barca, publica 'Las voces de las mujeres inmigrantes', tras superar la grave dolencia y graduarse en Humanidades

Carmen Martínez, en días pasados en la plaza del Arenal, tras la entrevista con lavozdelsur.es / FOTO: MANU GARCÍA

En los últimos seis años, Carmen Martínez Martínez (Jerez, 1959), pasó de ser teniente de alcaldesa en el Ayuntamiento de Jerez (entre 2007 y 2011) a enfermar de cáncer de mama y sufrir un calvario judicial que le hizo ingresar tres meses en prisión este año (goza del tercer grado por una condena de dos años y medio), tras serle denegada una petición de indulto que justificaba en su grave dolencia y en miles de firmas recogidas para frenar su entrada en prisión. Ahora, a sus 60 años, 35 como autónoma en La Barca, publica Las voces de las mujeres inmigrantes, editado por el servicio de publicaciones de la Diputación de Cádiz, su primer libro tras superar la enfermedad y graduarse en Humanidades por la Universidad de Cádiz. Aunque ella niega que el libro sea un reflejo de lo vivido (y lo sufrido), "he intentado limitarme a contar las historias de esas mujeres", hay un evidente paralelismo entre unas historias cuyas fotografías empiezan en clave baja, oscuras, y acaban en clave alta, "luminosas, con las protagonistas vestidas de blanco".

Cuando a Carmen Martínez, hija de un inmigrante barqueño que llegó a la pedanía jerezana procedente de la Vega de Granada en los años 40, le diagnosticaron cáncer de mama, no esperaba que su vida iba a cambiar tanto en tan poco tiempo. No se detuvo a preguntarse por qué a ella, sino a averiguar qué había que hacer para salir de aquello. La escritura y la formación fueron sus grandes refugios. Fue todo parejo al lío judicial en el que se vio envuelta como consecuencia de las querellas cruzadas de la ex alcaldesa, Pilar Sánchez, su antigua compañera de partido (PSOE) y a la que no ha vuelto a ver desde el juicio del caso PTA, y el exalcalde Pedro Pacheco. El paso por la política, al final, puede llegar a dejar más secuelas mentales que un cáncer.

A punto de ser abuela (está casada y tiene dos hijos), ahora viene radiante a la cita con lavozdelsur.es después de presentar su libro ante 300 personas en su pueblo, en la semana de la Mujer Rural y del día mundial contra el cáncer de mama. "Tanto cariño de la gente no cabe en el corazón", confiesa aún con la emoción en sus ojos. Y recuerda lo que ella misma escribe en su libro: "Las mujeres cuando emigran pasan de un momento de oscuridad, mientras deciden adónde van, cómo se van, con quién, dejando a sus hijos allí..., son momentos de angustia, a un momento de luz, de haber llegado, de intentar buscar una vida nueva...". Resurrecciones.

¿Por qué este libro?

Tenía varias historias en la cabeza, pero esta parte desde que empecé a hacer el grado de Humanidades, después de que me detectarán la enfermedad, y me jubilasen. Yo no me iba a estar parada, lo tenía claro. Entonces, el trabajo fin de grado no quería que fuese algo académico y ya está, sino que quería algo que tocara más la carne, la piel. Y me decido por la inmigración de la mujer. Al profesor le encantó la idea con el borrador que le di, fue él quien me dijo escribe, escribe, porque esto es un libro, esto no es un trabajo de fin de grado. Me puse a escribir y a escribir, y aquí está el resultado.

¿Nunca se ha parado?

Nunca, nunca, ni en los últimos momentos (ríe), creo que es cuando más activa he estado.

¿Escribir sana?

Sí, sí, sí...

¿Cura?

Sirve para curar muuuchas cosas, hasta prejuicios que una pueda tener. Sí, porque te embarcas en las historias, como en este caso, de estas once mujeres y al final las vives con ellas. Ya las haces tuyas, no son historias que te cuentan y nada más. Se rompen, sobre todo, los estereotipos que tenemos sobre este tema de la inmigración. Pienso que buscar una vida mejor no es ningún delito, no conozco a nadie que diga que quiere vivir peor de lo que vive, y eso es lo que hacen estas mujeres inmigrantes. Si no es delito querer vivir una vida mejor, fuera prejuicios.

Buscar una vida mejor no es ningún delito, no conozco a nadie que diga que quiere vivir peor de lo que vive

¿Se ha sentido identificada con estas historias, cuál le ha tocado más?

Hay varias. Soy incapaz de leerlas todavía sin emocionarme, sin que me toquen el alma, pero la historia de Gladys está en la parte central del libro. Ella viene de Honduras y marca el modelo de mujer que viene aquí y se reproduce. Su historia es dura, conmovedora y feliz. Ella cuenta todo su periplo desde que sale de Honduras y llega aquí y cómo en el camino cae en manos de las mafias. En Madrid, consigue desembarazarse de ese lío y, por una serie de circunstancias, llega a Jerez, donde hay una persona que no solo la ayuda muchísimo, sino que la trata como a una hija. Cuida a un hombre mayor que acaba siendo el padrino de su boda y de sus dos niños. Ella cuenta que cuando acababa el mes y este hombre le pagaba, le daba dos sobres, uno con el sueldo y otro para que cumpliera su sueño. Ella quería ser costurera y comprarse una máquina de coser. Este hombre le ayudó en todo y ella vive esa experiencia con un cariño y una ternura increíbles.

¿Para qué le gustaría que sirviera este libro?

Parto de la idea de que cuando una mujer se viene, de África o Latinoamérica, no regresa. Entonces, ¿les vamos a poner las cosas difíciles? Si es que además les entregamos muchas veces a lo que más queremos, cuidan a nuestros mayores y a nuestros niños... Cuanto más felices sean, redundará en nosotros. Les pagamos mal, aunque resuelven a las familias y al Estado un problema increíble... Tenemos la obligación de que sean unas vecinas más, nuestras vecinas, no unas vecinas extranjeras. Que formemos parte de sus vidas, porque nos enriqueceremos muchísimo, y ellas se sientan como en casa. Para eso me gustaría que sirviera este libro.

Un momento de la entrevista. FOTO: MANU GARCÍA

¿Hay algún paralelismo entre el éxodo en el mundo rural, salvando las distancias, y estas historias de inmigrantes?

En el libro he querido ser fiel a lo que ellas me cuentan, hasta con su lenguaje corporal, y no hay una parte de mí, sí de mi pensamiento. Y pienso que los seres humanos nos hemos movido desde los homínidos y somos el resultado de ese movimiento. No hay un pueblo que se cree sin gente venida de fuera. La Barca es un pueblo de 75 años y se creo con gente venida de fuera. Soy hija de un granadino de la Vega de Granada que llegó a la pedanía. Mi padre fue emigrante. ¿Cómo se sintió, puede haber diferencia entre lo que sintió mi padre y el que viene de otro país? Estoy segurísima de que no. Mi padre llegaría con sus angustias, con sus miedos y pasando 300 kilómetros en los años 40. Hasta veinte años después no volvió a Granada porque no tenía dinero para volver. Esa distancia era tremenda. ¿Qué nos diferencia? Nada más que el color y el habla, no hay otra cosa. Los andaluces, jerezanos y barqueños seguimos viviendo esa angustia de la emigración. No hay una sola familia de La Barca que no tenga a alguien en Palma de Mallorca. Cada año se nos van unas 600 personas y a La Barca se le nota. ¿No vamos a entender a la gente que viene porque sea un poco más oscura de piel?

¿Hay racismo en el mundo rural?

No. Se acoge con más facilidad, no tenemos tanto miedo a lo desconocido.

Los andaluces, jerezanos y barqueños seguimos viviendo esa angustia de la emigración. No hay una sola familia de La Barca que no tenga a alguien en Palma de Mallorca

¿Y entre hombres y mujeres, se sufre más la desigualdad?

La misma. La igualdad no se ha conseguido en los años de lucha que llevamos y veo el mismo equilibrio entre lo urbano y rural. Hay los mismos problemas y prejuicios. Todas las mujeres trabajamos fuera del hogar, pero se sigue pensando que la responsabilidad de la casa es nuestra.

Usted ha sido autónoma durante 35 años, sería pionera en su pueblo...

Sí, fui pionera en ser autónoma en La Barca, sin derechos, porque no los había, pero de alta. Allí trabajaban las mujeres desde siempre, aunque nunca se les ha reconocido ese trabajo dentro y fuera del hogar, pero yo con 18 años monté mi negocio y fui a darme de alta a la Seguridad Social. Allí no sabían ni cómo se hacía. Cuando vine al Ayuntamiento, me tuvo que firmar una autorización mi padre (la mayoría de edad entonces era a los 21 años) para abrir el negocio. No tenía conciencia de feminismo ni nada, pero sí tenía claro que no iba a ser diferente a un hombre. Si mis hermanos estaban dados de alta en la Seguridad Social por qué no iba a estar yo... Aquello fue en el 78 y abrí la peluquería en el 79.

Martínez, con el libro abierto por la historia de Gladys. FOTO: MANU GARCÍA

Se ha celebrado el Día de la Mujer Rural, ¿qué queda por hacer?

Mucho. Estamos consideradas como iguales en algunas áreas, pero todavía nos queda empoderarnos. Se ha avanzado muchísimo y las mareas de los 8M han sido vitales, también para la reacción de la gente joven, que ha explotado y se ha dado cuenta de que como nos quedemos quietas, perdemos lo que tenemos. Todo lo conseguido ha sido a fuerza de pelearlo, no nos han regalado nada. La gente joven ha explotado, se ha dado cuenta y estoy encantada. Pero aún nos queda. Por ser rural, no me he sentido discriminada en nada, pero eso no significa que no ocurra.

Después de todos mis avatares, pienso que soy una persona muy afortunada

¿Ha vivido situaciones incomodas en este sentido en política?

No, no he vivido nada de eso, pero sé que se dan.

¿Ha conocido a compañeras?

En política no. A nivel político se ha llegado a un nivel muy parecido al del hombre, aunque falte un paso para ese último escalón. Pero en política, solo hay que ver el gobierno de Pedro Sánchez, hay unas mujeres con una potencia increíble, poderosas. Eso también está ocurriendo con mujeres del mundo rural, que están en el mundo asociativo, que tienen explotaciones agrícolas... y tienen mensajes contundentes, con una fuerza increíble y nada tópicos. La lucha continúa y lo hace con unas mujeres al frente muy capaces.

Reunió esta semana a 300 personas en la presentación del libro en su pueblo. ¿Gracias a la vida, a pesar de todo?

Sí, gracias a la vida. Después de todos mis avatares (ríe), pienso que soy una persona muy afortunada. La gente me ha respondido siempre con muchísimo cariño, no me puedo quejar. La respuesta ha sido magnífica, el centro cultural estaba a tope, no pude saludar a todo el mundo, porque la gente estaba desde antes y a las siete ya no se cabía. Estaba abrumada. El cariño que la gente me ha demostrado, y me han demostrado a lo largo de todos estos años, ha sido de las cosas más grandes que le pueden ocurrir a una persona.

¿El dolor fortalece?

Sí, muchísimo. Los seres humanos somos tan torpes que solo aprendemos del dolor, no de las cosas buenas. Cuando nos ocurre algo muy duro, muy potente, ahí aprendemos. Es una torpeza pero parece ser que es así.

Un detalle de las manos de Carmen Martínez. FOTO: MANU GARCÍA

Imagino que quedan cicatrices.

Estoy procurando que no. Ni odio, ni huellas. Me dejará recuerdo.

¿Ha encontrado explicación a ciertas cosas que aparentemente no se pueden explicar?

No, aprendí hace muchos años que no se pueden hacer preguntas que no tienen respuestas. Preguntar, por ejemplo, el porqué de una enfermedad, ¿para qué...? ¿tiene respuesta? No. La pregunta es qué tengo que hacer. Y todo lo que le ocurre a uno en la vida es igual: ¿ahora qué tengo que hacer para salir de esta situación? Es inútil quedarte en el sitio lamentándote. Ha ocurrido y el dolor hay que asimilarlo, no es evitable, y a partir de ahí, ¿qué hago para salir de esta situación? Viajas, te pones a escribir, aprecias muchísimo el cariño de la gente... y mi pueblo, y hablo de La Barca y hablo de Jerez, conmigo se ha volcado. Y eso no cabe en el corazón.

Es inútil quedarte en el sitio lamentándote. Ha ocurrido y el dolor hay que asimilarlo, no es evitable, y a partir de ahí, ¿qué hago para salir de esta situación?

En los últimos años, de alguna manera, es como si hubiera resucitado dos veces, ¿no?

(Risas)... Hay un autor que dice por ahí que su vida es de todo menos aburrida. Yo me sumo. Mi vida tiene de todo menos aburrimiento.

Se lo toma con humor, pese a todo.

Sí, porque ya las lágrimas están derramadas. Muchas.

Otro momento de la entrevista con este medio. FOTO: MANU GARCÍA

Estamos en la semana del Día de la Lucha contra el Cáncer de Mama. ¿es normal el nivel de incidencia, al menos, en Cádiz?

Leía una noticia de que se han detectado en la provincia este año 830 nuevos casos. No lo veo como una cosa normal. Algo está provocando eso en personas completamente sanas. Yo era una persona completamente sana. De un resfriado a cáncer, eso no tiene explicación. Me alimento bien, no bebo, no he fumado nunca... ¿qué ocurre, qué provoca esta enfermedad a la que nadie es capaz de dar respuesta? Hoy en días los tratamientos evitan que te mueras, pero la enfermedad no se erradica. No encuentro explicación a tantos cánceres, y especialmente a los de mama.

Sin que suene a tópico, ¿qué le diría a una mujer que se enfrenta a esto?

Lo primero es fortaleza y que de esta enfermedad se sale. La ciencia ha avanzado muchísimo, los cirujanos son magníficos y, luego, los cirujanos plásticos son unos verdaderos especialistas. Los tratamientos están dando unos resultados fabulosos, la prueba están en mí, que hace siete años que me detectaron el cáncer y creo que está superado. Te puede venir como algo nuevo, pero se sale. Hay que tener mucha fuerza, determinación y muchas ganas de vivir. El cáncer no me ha parado. Una profesora me preguntó en un examen: Carmen, ¿por qué estudias a estas alturas? Y le respondí: te lo voy a decir de manera positiva, gracias al cáncer. Con el cáncer me jubilo, y como no me puedo estar quieta me voy a la universidad. A todas las cosas negativas de mi vida procuro darle la vuelta en positivo. Me detectan un cáncer y saco una carrera, hay una sentencia judicial y saco un libro. De cada cosa he ido sacando algo positivo y tangible.

Me detectan un cáncer y saco una carrera, hay una sentencia judicial y saco un libro. De cada cosa he ido sacando algo positivo y tangible

¿El libro lo escribió en esos meses?

No, no, ya estaba ahí, pero fue en todo el tiempo de espera. En todo ese tiempo he estado escribiendo.

¿La política quedó lejos?

Lejos, totalmente lejos. La política ha sido mi mayor pesadilla. Era lo que más me gustaba en esta vida porque creo que desde la política se puede cambiar a mejor la vida de las personas. Yo siempre vi la política como esa plataforma, pero ha sido mi peor pesadilla.

¿Tienen algo que ver con mejorar la vida de los ciudadanos los partidos, son el cáncer de la política?

No son los partidos en sí, sino la gente que dirige los partidos. Alguna herramienta tienes que tener para estar organizado, tenga el nombre que tenga. Hoy son los partidos, pero podíamos inventar otra cosa. Daría igual, lo que falta es el compromiso social y la empatía. La política no es confrontar, es dialogar y negociar. Con lo de Cataluña, todos los partidos deberían de estar unidos y luego ya veremos.

¿Somos conscientes de lo que vale la libertad?

No. Nada más que cuando se pierde. No puedes valorar algo que tienes o que no te ha faltado nunca. En el día a día no somos conscientes de lo que vale la libertad, pero como no somos conscientes de muchas otras cosas.