En uno de los laterales de la plaza de Abastos, entrando desde la calle Doña Blanca, Antonio Flores Méndez comenta cómo han cambiado los gustos de sus clientes Navidad tras Navidad. "Ahora se llevan más las patas, antes se comían gambas y langostinos", dice señalando el género. Una familia se acerca al puesto de al lado, propiedad de su hermano Alonso, y este le envía hacia Antonio. "Pídele a él, yo no tengo suficiente para darte". Se trata de los hermanos Flores Méndez, una familia flamenca emparentada con La Paquera que despacha pescado desde hace varias décadas en el centro de Jerez.
"Tú lo estás viendo, ¿no? No se espera nada para tirar cohetes", dice Antonio sobre la afluencia de público en estas fechas tan señaladas. "Esto va para mal, ten en cuenta que hay muchos centros comerciales", añade resignado. Lo dice una voz con experiencia: 24 años sirviendo delicias del mar a los jerezanos, algo menos que su hermano, que desde los 13 años ya acompañaba a su padre. "Si ahora tengo 48, haz la cuenta", comenta este, que culpa a la moneda, al tipo de cambio y a la crisis financiera de la situación de los pequeños comerciantes. "Antes se vendía más que ahora; la moneda ha matado mucha gente, no es lo mismo 50 euros que 5.000 pesetas", concluye tajante.
Entre comentario y comentario, aparece Juan Antonio, del conocido restaurante Casa Gabriela de la plaza Plateros, que le hace el guiño a Alonso. "Avísame cuando acabes y hablamos", le espeta. Otro cliente que le sigue, alaba al pescadero. "Yo soy el cliente más antiguo de todos", dice orgulloso. "¿Cuánto llevas tú viniendo, Jesús?", le preguntan. No tiene ni idea, al igual que Alonso cuando se le pregunta por el número de generaciones de pescaderos en la familia, que parece haber iniciado su bisabuelo.
"Mi padre iba al principio a Cádiz y luego a Sevilla, allí iba yo con él; desde entonces todos los días me levanto a las dos de la mañana", explica orgulloso, sin dejar de reconocer que la conciliación familiar no deja de ser complicada. "Para tener estos productos hay que levantarse a esa hora, si no es imposible", cuenta. Este trabajo y su forma de vida les obliga a acostarse a las tres o cuatro de la tarde. De ahí, de nuevo a la madrugada y así a diario, de lunes a sábado. "Hombre, menos mal que tenemos los domingos", bromea.
El puesto que ahora regenta lo cogió de su tío, que se jubiló hace ya años. "El pescado de nosotros es barato, un kilo de langostinos te puede costar en Madrid 70 u 80 euros", dice en referencia a los precios. "¿En la Boquería? Allí he estado yo y no veas cómo tienen los pescados", se exalta, reconociendo que aunque en Jerez no es caro comer bien en estas fechas, es significativamente más caro que en otras. "Lo que sube bastante es el marisco", añade mientras despacha medio kilo de cañaíllas. "Sin miedo, chiquillo", le dice a uno de los que miran sus mariscos. "Chiquititas pero frescas eh, nada de congeladas", espeta sobre las gambas.
Es la ley de la oferta y de la demanda de la que tanto se habla en estos días. "Te digo que hay que tener cojones para meterse con temporal en un barco e ir a la mar", comenta en reconocimiento del trabajo de los marineros que él se encarga de llevar a las casas de decenas de familias. Entre cañaíllas y huevas, Alonso habla de sus cenas de Nochebuena y de Nochevieja: "¿Nosotros? Pues de todo, cigalas, langostinos, gambas gordas... lo que queramos", ríe. Su hermano Antonio se acerca para que a la familia no se le olvide un invitado imprescindible: "Y dos botellas de Tío Pepe". El mejor maridaje posible para la gran cita del año; una cita en la que el trabajo de Antonio y Alonso es uno de los protagonistas.