Años de estudio, horas de investigación, esfuerzos económicos, noches de flexo, codos y red bull. Y, de repente, una pandemia mundial. Muchos estudiantes universitarios se encuentran desde hace un mes en un laberinto. Hay miles de historias, reveladas en las últimas semanas en redes sociales. Pisos de estudiantes vacíos con contrato vigente, pisos donde están los propios estudiantes sin posibilidad de volver a casa, alumnos en sus casas sin herramientas básicas como portátiles o manuales para continuar con la docencia... Y para quienes sí acceden a ella con normalidad, la conversión de clases presenciales en clases telemáticas.
El Gobierno ha dado respuesta, no sin polémica, a lo que pasará a los estudiantes desde infantil hasta primero de bachillerato. Aún se negocia con las comunidades si, como quiere el ministerio, se da un aprobado general. Pero en las universidades, que son entidades más independientes, donde hay un mayor arraigo de la libertad de cátedra y donde las asignaturas son cuatrimestrales -es decir, empezaron apenas a impartirse tres semanas antes del inicio del estado de alarma-, el asunto es mucho más complejo.
El representante de los estudiantes de la Universidad de Sevilla (US) es Carlos Cruz, de 21 años, sevillano y alumno de Ingeniería del Software. Este miércoles 15 de abril, lograron imponer como trending topic nacional sus reivindicaciones, bajo la etiqueta #QuemadUS. Antes, a la delegación de alumnos llegaban quejas de estudiantes que intentaban solucionar. "Ahora no hay, no puedes decirle nada sobre si pueden recoger sus cosas, te cuentan situaciones familiares...".
El único fallecimiento en la hispalense por coronavirus pisoes el de José Carmelo Utrilla, profesor de Medicina. En varias facultades se dieron casos antes del inicio del estado de alarma por contactos relacionados con Italia, pero todo se ha resuelto, indican.
Hay cuatro estamentos en esta problemática: estudiantes, profesores, personal no académico y gestores, como el equipo rectoral o los decanatos. Los tres primeros "estamos en la misma barca, en la misma situación, sin respuestas". Estas pasan por acabar el curso como sea. "La situación es cuanto menos preocupante porque la sensación es de incertidumbre".
Horas antes de darse a conocer que llegaba el confinamiento, casi repentino aquella semana de marzo, "nadie pensaba que esto fuera a durar tanto, que no tuviéramos más clases presenciales. Hoy nos ha llegado que Bellas Artes va a ofrecer el material necesario, que está en la facultad, para tareas de restauración a realizar desde casa".
Por un lado, hay carreras de mayor carga teórica. Estas se enfrentan a las dificultades de no contar con materiales bien adaptados, el poder seguir las clases telemáticamente y mantenerse al día a base de trabajos. "Es más carga que antes", indican desde el Cadus.
Por otro, hay carreras más técnicas, o asignaturas de laboratorio que hacen imprescindible la presencialidad para lograr los conocimientos. A estos últimos se unen los alumnos en situaciones concretas, como a punto de entregar el trabajo de fin de grado que depende de experimentación y que en muchos casos han perdido lo realizado hasta ahora (cultivos en laboratorio, por ejemplo), los que estaban realizando prácticas obligatorias y alumnos de máster.
Dicho esto, Cruz reconoce que las dificultades para la enseñanza online es más acusada en etapas preuniversitarias. "Ellos están recibiendo a lo mejor un PDF. Nosotros podemos crujirnos la cabeza, pero ellos no. A un estudiante de ESO, ¿cómo le enseñas ecuaciones de segundo grado?".
De aquí surgen dos miedos, principalmente. Por un lado, el de perder un curso, empezar de nuevo, con los gastos económicos y de tiempo que ello supone. El CADUS subraya los casos de precariedad para muchas familias, algo que se agrava con la crisis que viene. Por otro lado, algo similar a un aprobado general para que eso no ocurra puede suponer cierta devaluación. Un alumno de máster, por ejemplo, matriculado en septiembre y cuya docencia comenzara en noviembre, como es en muchas ocasiones, supone que apenas se hayan dado los contenidos previstos, al menos presencialmente.
Si hay una solución que colme todas las expectativas, aún no se vislumbra. En parte, si se pierden los últimos meses de docencia de toda una carrera, "se acaba compensando cuando empiezas a trabajar, ¿qué son tres meses en un trabajo?". En esos casos, en los que para rematar hasta lograr el título lo que faltan son unas prácticas, un trabajo fin de grado y alguna asignatura suelta, quizás no falten competencias realmente, explican.
La cuestión es que "a medida que avanza esto, hay menos comprensión. Ha pasado un mes, pero hasta mediados de mayo no se hacen efectivos los cambios académicos. Nos sentimos en el ecuador. La institución está sobresaturada". Y el mayor reto, a medida que pasen los días, será qué pasará con las evaluaciones, la culminación del curso.
"Hay profesores que nos han dicho que ya veremos, que este curso no hay quien lo salve. Los estudiantes plantean desmatricularse. Los precios del año que viene, ante suspensos, deberían ser al menos los mismos que los pagados este año, y no se incremente por segunda o tercera matricula", explica.
Para los exámenes, se plantean soluciones partidas de cada profesor. Los hay que quieren evaluar con trabajos. Otras, con boletines de problemas y se corrigen al momento. Y en muchas cosas se apela a esperar a que pueda ser el examen presencial, algo que tendría que permitir bajo ciertas condiciones el ministerio de Sanidad y que, a día de hoy, parece una quimera.
Luego están los exámenes presenciales desde casa. Delante de un ordenador, con una conexión estable (algo con lo que no cuentan muchos universitarios), en una sala en la deban estar solos por tres horas, sin ruidos, sin moverse de la silla para nada... Y con un programa de proctoring, de control de actividad. "Mira las ventanas del ordenador que tengas abiertas, controla la cámara, el micrófono. Lo rechazamos, porque además, aparte de que muchos no puedan estar tres horas aislados con un ordenador delante, el programa no hace distinción, y si oye un ruido de la calle, puede dar un falso error. Lo mismo si no tienes una webcam que detecte los rasgos faciales. Además, no puedes usar un diccionario, una regla, una calculadora... Los ingenieros necesitamos las calculadoras para los exámenes".
La alternativa que plantean es adaptar las pruebas a cada competencia adquirida. En el caso de Historia, por ejemplo, realizar ampliaciones del temario con investigaciones propias. Otros, por ejemplo, si hay posibilidad técnica, evaluación oral a través de videoconferencia. Entregas escalonadas de trabajo. "Quizás cuando sean grupos grandes, no, pero todo es organizarse".
A todo esto se suman las mencionadas dificultades de los pisos de estudiantes, que generan deudas que muchos estudiantes y sus familias no podrán afrontar en este contexto económico. Mientras no se diga lo contrario, la movilidad para finiquitar una mudanza como es acudir al piso de origen a recoger todo, es algo complicado de lograr. Allí se han quedado muchos ordenadores, muchos manuales, herramientas... Y junio se va acercando.
Comentarios