Muchos recordarán las tardes donde el traqueteo de la vieja máquina de coser de su madre o su abuela era la banda sonora que acompañaba a las meriendas. Jugar entre dedales, encajes, bobinas de hilo y alfileres con la cabeza de colores era lo más normal del mundo. Esas madres y abuelas intentaron enseñar a la nueva generación a coser en numerosas ocasiones, pero para muchos de nosotros las lecciones no nos sirvieron más que para aprender a poner en su sitio ese botón de la camisa que decidió soltarse. Sin embargo, y pese a las dificultades de los últimos años para mantener el pequeño negocio, Luis Ramírez permanece en su mercería de los Callejones de Cardoso, abierta hace más de sesenta años.
Luis Ramírez Ballester, padre del Luis Ramírez que a día de hoy regenta el negocio, abrió el local un martes 13 de octubre de 1957. "Fue casualidad que coincidiera en martes 13, ya que él lo tenía todo preparado para abrir el lunes 12 pero era festivo, el día de la Hispanidad", nos cuenta su hijo. Ramírez Ballester empezó a trabajar muy joven, a la temprana edad de 13 años. Y lo hizo ya en el sector de las mercerías, en unos almacenes que se encontraban en la calle Columela y que fue la mejor mercería que tuvo la ciudad. Después de eso trabajó como representante de papelería por toda la provincia, "y así reunió el dinero suficiente para poder abrir esto a sus 27 años".
"Esto se abrió en su día como Dios quiso. Mi padre tenía muchas cajas vacías que las había ido guardando, y cuando la gente entraba lo veía todo muy bonito y que había de todo, pero en realidad no había casi nada. Cuando alguien lo pedía pues él decía que no le quedaba porque ya se había vendido todo y que iba a mandarlo a pedir", nos cuenta Ramírez hijo. Tanto Luis como su hermana, Margarita, han estado ligados a la mercería desde que eran pequeños. Pasaban allí los sábados y ayudaban a su padre en las fiestas. "Mi padre cuando se acercaba la fecha de Reyes vendía juguetes, y había que cambiar toda la tienda. Se hacían apartados y la gente iba pagando poco a poco las cosas. En esa época nos daban aquí las seis de la mañana cada 5 de enero". Esto lo hicieron hasta finales de los años ochenta.
Desde entonces el local se ha mantenido como merecería, "en Cádiz las mercerías se llaman refinos", detalla. "Carnaval es la época más fuerte, pero durante todo el año suele haber alguna fiesta. Lo más tranquilo es agosto, que los niños van en bañador y no se hacen camisas ni pantalones. Pero tenemos trasiego ahora con las comuniones, las ferias, en Semana Santa también con guantes y botones para las túnicas, el fin de curso con las fiestas de los niños y luego en septiembre los uniformes", nos cuenta Ramírez. La tienda consigue salir a flote gracias a una clientela fija, a pesar de que "la juventud ya cose muy poquito". Este refino se sitúa en el casco antiguo de la ciudad, en pleno tránsito del mercado de abastos hacía el barrio de La Viña. "Esta zona siempre ha sido muy buena, aunque ahora está un poco peor y hay muchos locales vacíos".
"A pesar de la crisis no nos podemos quejar. El martes 13 no nos ha traído tan mala suerte". Actualmente en el centro de Cádiz quedan unas cinco mercerías, siendo esta la más antigua. "Hay muchos mayoristas que han cerrado y fabricantes de botones en España quedan muy pocos". La venta por Internet y los bazares orientales han perjudicado a este tipo de comercios, y se nota la bajada en "algunas agrupaciones de Carnaval que ahora compran en mayoristas directamente". A pesar de todo, la tienda acoge diariamente no sólo a la clientela fija, sino incluso a turistas que entran sorprendidos por la peculiaridad del pequeño local y no duda en llevarse botones de todo tipo, tiras bordadas, pegatinas de recuerdo o incluso banderas de España.