En silla de ruedas pero con una sonrisa en la cara. Eva María Durillo Martí se ha desplazado en tren desde Puerto Real a Jerez y, después, se ha subido a un taxi adaptado. El motivo: compartir su historia de vida porque, quizá, su testimonio ayude a otras mujeres a salir adelante. Con esa motivación, recuerda aquel fatídico accidente de tráfico que le causó lesiones lumbares y cervicales y le arrebató la sensibilidad desde el pecho hasta los pies.
“Me había separado de mi ex, me estaba haciendo la vida imposible, maltrato psicológico, y caí en una depresión. En ese estado, iba sola en el coche y me salí de la carretera”, comenta esta mujer natural de Cáceres, de 64 años, que sufrió este tipo de violencia machista durante años.
Por entonces, trabajaba con su pareja en un taller de cerrajería. Tras la separación, siguieron con el negocio, pero “él no soportaba que yo estuviera allí y no hacía más que ponerme trabas. Empezó a hacerme daño con mi hijo y caí en depresión”, dice con un hilo de voz.
Tras el accidente, Eva estuvo un mes en la UCI, los médicos no tenían esperanzas, pero su evolución fue favorable y fue trasladada a Toledo, donde se sometió a rehabilitación durante ocho meses. Fue entonces cuando le hablaron del Centro de Recuperación de personas con discapacidad física (CRMF) del Imserso en San Fernando al que llegó en 2013. “Me mudé con mi hija, que reside en Puerto Real, y al mes entré, estuve cinco años interna con rehabilitación y terapia”, explica.
Cuando logró la autonomía, se mudó a una casa adaptada en Puerto Real, donde vive de forma independiente. Ella se realiza los sondajes, se cambia la cama y se hace su comida a diario. “Yo hago mi vida en mi casa muy bien. Voy a recoger a mi nieto y a mis compras. A mí mi hija no me tiene apenas que ayudar. Yo soy totalmente autosuficiente. Soy yo la que le echo todavía una mano a ella”, asegura Eva.
"Soy totalmente autosuficiente, hago mi vida en mi casa"
La extremeña transmite estar a gusto con su rutina, aunque se encuentre barreras arquitectónicas, no haya rampas en la mayoría de establecimientos o los coches aparcados en batería invadan las aceras por las que pasa. “Me ha cambiado la vida a mejor totalmente. Debería ser a peor, pero no. Yo cada vez estoy más contenta, más feliz. Ahora hago lo que quiero y vivo como quiero, nadie me martiriza”, expresa. No fue fácil para ella dejar a su familia y mudarse a otra ciudad, pero “con mi hija y con mi nieto lo superé todo”.
Se apoyó en sus seres queridos y, como se dice, con agallas, le echó valor a la vida. Ahora, Eva dice desde la silla de ruedas que es una mujer feliz, “y de pobre nada”. A su lado, otra mujer con discapacidad ha estado escuchando su historia vital. Un testimonio optimista que revela cómo el dolor ha ido quedando atrás.
Los ojos de Pilar Borrás Jiménez descubren su admiración hacia Eva. “Él te ha provocado más dolor que tu situación actual como persona con discapacidad”, dice esta jerezana de 48 años, actual presidenta de RedMudis, Red de Mujeres con Discapacidad de la Provincia de Cádiz.
Eva descubrió esta asociación en una de las charlas sobre salud emocional que realizan por los distintos municipios gaditanos y se sumó a la causa. Fue Pilar el alma mater de esta iniciativa que tomó forma a principios de 2022 y se constituyó de forma oficial en junio, tras varios encuentros sobre empoderamiento y reorganización de mujeres con discapacidad.
La jerezana también es una de ellas desde hace diez años. Aunque este mundo no era nuevo al llevar trabajando con personas con discapacidad durante más de dos décadas. Su inquietud despertó cuando tenía 14 años y se presentó en un centro de Afanas para hacer un trabajo de tema social. Aquella tarea escolar le marcó. “Dije algo así como que iba a hacer un trabajo de niños retrasados y la psicopedagoga que me atendió, me enseñó el centro, y me dijo: el término correcto es personas con discapacidad. Se me quedó grabado, hubo un clic interno en mí”, recuerda Pilar, que, acabó estudiando pedagogía y trabajando con personas con diferentes discapacidades. Actualmente, es vicepresidenta de la Federación Gaditana de Personas con Discapacidad Física y Orgánica (Fegadi).
En 2014, le diagnosticaron esclerosis múltiple. “Como la vida es un centro de sabiduría lleno de aprendizaje, me puso por delante una discapacidad, la llaman la enfermedad de las mil caras porque se manifiesta de muchísimas maneras. Yo, afortunadamente, hasta el momento, tengo movilidad”, expone.
Pilar, madre de dos hijos, pasó de trabajar con personas con discapacidad a convertirse en una de ellas. Empezó a tomar su tratamiento, estuvo un mes en la cama sin poderse levantar y, a los tres meses, decidió volver al trabajo. “Fue una de las mejores cosas que hice, la salud emocional me estaba jugando malas pasadas. Estaba pensando mucho. Recuerdo que empecé a hacerme seguros de salud, por si me pasaba algo, para proteger a mis niños. Me posicioné en el miedo”, comenta a lavozdelsur.es.
Con el tiempo, puso de su parte y empezó a cuidar su salud emocional. “Estoy cien por cien convencida de que mi bienestar actual tiene mucho que ver con mi cuidado emocional. Tengo mi medicación, pero también me cuido en otros aspectos, en mi bienestar, en respetarme, en escucharme, descansar, considerarme”, expresa. También comparte con Eva esa alegría de tener independencia y no necesitar a nadie.
"Tengo mi medicación, pero también mi cuidado emocional"
Al fin y al cabo, esa fuerza es la que desde RedMudis busca transmitir a otras compañeras. La asociación nace como un espacio donde las mujeres puedan compartir sus historias y ayudarse las unas a las otras. Como dice Pilar, su base es “la sororidad”, además de la visibilización y defensa de sus derechos.
“Para nosotras lo más importante es transformar la mirada de las mujeres. Muchas asociaciones quieren sensibilizar a la sociedad, pero nuestro trabajo está más dirigido a que nosotras somos las que tenemos que hacer el cambio con nuestro cuidado personal, no esperes que lo de fuera cambie”, explica la presidenta que habla de crecer interiormente y empoderarse en la sociedad.
Ellas notan que las mujeres, por ser mujeres, se topan con algunas trabas que no afectan a los hombres. Según comparten, a algunas mujeres no les sientan bien las prótesis de cadera porque están diseñadas con la figura masculina. “Cuando vas a hacerte un reconocimiento ginecológico, los potros, muchas veces, no son accesibles, no están adaptados para que se suban mujeres con movilidad reducida”, sostiene Pilar.
También le viene a la mente el caso de una compañera con hemiplejia que luchaba contra la mirada paternalista. “Se le negaba el derecho a ser madre. Tiene derecho a experimentar la maternidad como mujer porque es una persona en su sano juicio. Ahora tiene dos hijos, pero se le cuestionaba”, dice.
Eva y Pilar reconocen que tienen dificultades, pero “por encima de todo somos mujeres de pleno derecho”. Nada les impedirá seguir sonriendo.
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