Suenan ritmos latinos en un local del centro de El Puerto. Los pies de una pareja no paran de deslizarse frente a un gran espejo. Un hombre y una mujer se mueven al son de la música con una sonrisa de oreja a oreja. Se nota que Rafael Domínguez Delgado, de 67 años, y María José Rodríguez Sánchez, de 62, disfrutan preparando coreografías. El baile es una pasión que comparten desde hace casi 30 años.
Juntos han demostrado que se les da de maravilla y las paredes de la sala lo revelan. De ellas cuelgan fotografías, trofeos y otros reconocimientos enmarcados que este matrimonio ha conseguido en las últimas décadas. Son terceros del mundo y, este año, se han afianzado el primer premio en el Campeonato europeo de baile retro y bailes latinos, en la categoría de 60 a 68 años. Salsa, bachata y chachachá son su especialidad, pero, por diversión, se atreven con alguna modalidad más.
“Si la música que escuchas no te gusta, no puedes menearte, pero como te guste, la disfrutas con mucha alegría”, dice Rafael, jerezano afincado en El Puerto. En sus cuerpos llevan muchos ensayos, repeticiones de pasos, disciplina y un esfuerzo que les ha llevado a lo más alto. “Esto no es menearte por menearte”, comenta a lavozdelsur.es esta pareja senior que, en la zona, es de las pocas que ha destacado en el baile latino. Tan solo hay una escuela de Chiclana y ellos participan en las competiciones.
Todo comenzó en 1995, cuando el matrimonio se mudó del campo al casco histórico de El Puerto y buscaba un lugar para bailar. Así, conocieron Paso a Dos, mítica escuela de danza de la ciudad que ha cerrado este año tras tres décadas de espectáculos, y empezaron con bailes de salón como tango o vals. María José ya había probado de pequeña el flamenco y el clásico hasta la adolescencia, mientras que a Rafael le gustaba mover el esqueleto en los guateques y, su padre ya le había mostrado la música latinoamericana. Inquietud y ganas no le faltaban a esta pareja que, pronto, se cambió a las clases de baile latino. “En aquella época, el de salón no despegaba, aquí la gente quería salsa y bachata, pero todavía no sonaba mucho, como ahora que está de moda. Nos metimos de lleno en el estilo caribeño”, explican.
"Nos cambiamos al estilo caribeño"
Ellos bailaban cha cha chá cuando nadie lo hacía por la zona, y se dejaban llevar por un baile “más desinhibido” que el tango, “que era más triste”, o el vals, “más rígido”. Les llamaba la atención esos ritmos que hoy están a la orden del día. Un compendio de golpes de cadera y vueltas que practicaban con entusiasmo, incluso los fines de semana, cuando buscaban sitios para salir a bailar.
“Antes no había nada, algún piano, bailábamos lo que podíamos”, recuerdan. Pronto, los profesores de Paso a Dos se percataron de que no se les daba nada mal y les propusieron presentarse a concursos que se organizaban en la provincia de Cádiz, en el casino o en diferentes hoteles.
Con habilidad, siembre quedaban entre los primeros puestos. “Como somos tan atrevidos, nos hablaron del campeonato de Europa y nos presentamos”, dice el matrimonio, que en 1999 se subieron por primera vez al escenario por el que pasaron aspirantes de distintos países. Quedaron semifinalistas y en 2002, volvieron a participar y se llevaron el oro. “No lo esperábamos, lo hicimos como una experiencia más, pero al año siguiente quedamos los segundos y así, sucesivamente”, comentan.
Después de numerosos reconocimientos en campeonatos provinciales, regionales, nacionales y europeos, obtuvieron el tercer puerto a nivel mundial. La pareja muestra con ilusión los trofeos que guardan en el local, algunos repetidos porque se apuntan a varios estilos. “Cuando subes ahí arriba tienes que empoderarte, pero cuando bajas, a seguir con tu vida normal”, dice María José, que explica cómo funcionan los campeonatos. “Nos tenemos que aprender 14 canciones, pero nos pueden poner cualquiera y no tiene por qué empezar por el principio, pueden poner un corte”, detalla.
Memoria para que no se olviden los tiempos, control de las paradas y muchos pasos dados son los ingredientes para el triunfo de esta pareja que, empezó por afición y ha acabado dedicándose. “Nosotros veíamos que éramos capaces. Quizás no como los demás, porque en este mundo todos son bailarines y bailarinas con mucho glamour, y nosotros venimos del pueblo, pero aquí estamos”, ríen con orgullo.
No importa de donde vengan, ni siquiera la apariencia física. Rafael comparte que, en más de una ocasión, ha sorprendido al jurado, que quizá haya tenido algún prejuicio. “Yo bailo con el corazón”, dice.
“El baile tienes que sentirlo, es como cualquier deporte”, dice María José, entre recuerdos. A su cabeza viene un viaje a Cuba que le marcó. “Yo quería ver lo que era la cuna de ese baile que nos gustaba tanto, fuimos hace años después de ganar un concurso”, expresa. Así, la pareja se empapó de la cultura cubana y continuó aprendiendo.
A lo largo de estos años, han recorrido media España asistiendo a cursos y másteres impartidos por bailarines profesionales de primer nivel procedentes de Cuba, Puerto Rico o Nueva York. “Cualquier bailarín bueno que venía a España, allá íbamos a verlo”, dicen.
La pareja señala una fotografía en la que aparece Lázaro Castellón, bailarín cubano al que consideran su maestro y amigo. Como dice Rafael, “él fue el que nos metió bien el ritmo en el cuerpo”.
En 2009, María José y Rafael decidieron abrir su propia escuela tras haber impartido clases en distintas asociaciones de danza de la provincia gaditana. En su local han aprendido personas de Cádiz, Sanlúcar o El Puerto, incluso algunas han brillado como sus maestros. Para ellos, es una satisfacción ver como uno de sus alumnos ha conseguido premios en el primer campeonato europeo al que se ha presentado. “Algunos vienen con esas ganas de competir y, si vemos que lo hacen bien, los preparamos”, explica la pareja, que cala a los que tienen un don incluso por sus andares.
Actualmente, dan clases en la asociación cultural Pamisalsa, y, en menor medida en el local. En verano, descansan para retomar el nuevo curso con fuerzas. Eso sí, algún que otro baile se echan por puro gozo.
De repente empieza a sonar salsa. Rafael se acerca a su mujer para cogerla de las manos. Una vez más, “sin aspavientos ni brusquedades”, se dejan llevar por el ritmo latino.
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