El 25% de las muertes que se producen en las cárceles españolas está relacionado con sustancias estupefacientes. Sindicatos llevan años clamando por una realidad que no solo altera la vida en el interior de las prisiones, sino que es fuente de conflictos que afectan a los funcionarios y, en casos extremos, cuesta vidas de reclusos. La última, este pasado domingo en Botafuegos, Algeciras. Un interno apareció muerto en su celda tras ingerir un cóctel de pastillas y hachís, según ha denunciado Acaip-UGT.
Si ha habido casos de entrada de drogas vía dron en esta cárcel, la vía más común de penetración de las sustancias es a la vuelta de un permiso del interno o con contacto directo con visitas familiares.
El estudio realizado por el sindicato de prisiones Acaip en Algeciras, al hilo de lo anterior, ha arrojado que las principales vías de entrada de drogas en el Centro Penitenciario de Botafuegos se producen al regresar el interno del disfrute de un permiso de salida (55%), aprovechando las comunicaciones íntimas, familiares y de convivencia en el interior de la cárcel, que disfrutan los internos con amigos, familiares y allegados (38%), o al introducir paquetes desde el exterior al preso por personas autorizadas (7%), a lo que ahora hay que añadir la utilización de drones.
Así quedó reafirmado durante la pandemia del Covid19, cuando la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias, a petición de los Sindicatos de Prisiones (Acaip), ordenó sellar las cárceles de cara al exterior, y si hubo algo de positivo en ese periodo, es que la droga dejó de entrar en las prisiones, entre ellas en Botafuegos, pues a pesar de que los cacheos y requisas se realizaban a diario y de forma sorpresiva, los resultados fueron infructuosos.
Superada la pandemia, la droga vuelve a fluir en celdas y patios de las cárceles. Recientemente en la prisión algecireña se detectó que la madre de un interno aprovechó el disfrute de una comunicación familiar para introducir droga, sustancias que entregó a su hijo, denuncia este mismo sindicato.
Droga oculta en el interior del cuerpo del recluso
Antes de celebrarse la comunicación familiar, el guía canino marcó que la madre era portadora de droga, tras procederse al registro por la Unidad especializada el resultado fue infructuoso, pero una vez celebrada la comunicación, el interno es registrado y se procede a practicarle placa radiológica, encontrándosele un total de cinco bellotas de hachís con un peso de 57 gramos y 2 papelinas de cocaína con un peso de 1,7 gramos, las cuales tenía ocultas en el interior de su propio cuerpo.
Esta vez se ha tratado de un interno de nacionalidad española de 22 años de edad, con una condena de algo más de 5 años y que causó alta en Botafuegos hace casi un año. El recluso ha protagonizado numerosos incidentes y sanciones desde su ingreso en prisión.
"La entrada de drogas supone múltiples consecuencias, para el Centro Penitenciario porque se altera la convivencia ordenada y pacífica, a la vez que se menoscaba la seguridad del establecimiento", explican desde el sinidicato que recuerda que, entre las consecuencias para el interno está que automáticamente la dirección de la cárcel pone los hechos en conocimiento del Juzgado de Guardia por si hubiere indicios de delito, así como la petición de traslado a otra prisión más acorde con el perfil delictivo y penitenciario del preso; también tiene consecuencias para los trabajadores y resto de internos, "porque se pone en peligro la integridad física (amenazas, coacciones, peleas, agresiones...) e incluso peligra la vida por las temidas sobredosis; y por último, tiene consecuencias para el amigo, familiar o allegado que sea partícipe en la introducción de drogas, sustancias tóxicas o estupefacientes por estar tipificado el Código Penal como delito con una condena de entre 6 a 9 años de prisión".
El Sindicato Acaip es conocedor que, en materia de drogas, "la tolerancia cero no existe, pero sí se podría aminorar el problema si la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias solventara tantas necesidades como existen en las cárceles españolas, como son más Recursos Humanos, una protección jurídica adecuada, más recursos materiales, una mejor atención sanitaria, un mejor funcionamiento para atender al drogodependiente, mejor atención a la salud mental, una población reclusa adecuada...".
El último caso, este pasado domingo, ha sido de muerte por sobredosis en una celda de Botafuegos. "En el recuento de las 8 horas de la población reclusa, el funcionario de servicio observa como el interno que ocupa su celda permanece inerte en la cama, se le llama en repetidas ocasiones, pero no reacciona, por lo que se activa el código 5, acudiendo de inmediato el Jefe de Servicios, Grupo de intervención y los Servicios Sanitarios, pero no se puede hacer nada, por lo que se certifica el fallecimiento. Una vez revisada la celda se encuentra y requisa hachis y pastilas".
Se trata de un interno de 53 años de edad, de nacionalidad española, que anteriormente tuvo seis ingresos en prisión, la primera entrada data del año 1987, por robos con violencia e intimidación. El pasado 16 de octubre ingresó en Botafuegos de forma voluntaria para cumplir una pena privativa de libertad de 1 año y seis meses, encontrándosele droga en el momento de la entrada.
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