El 4 de septiembre del año pasado, una familia alemana que pasaba grandes temporadas en su casa de Zahara, partía en avión privado desde el aeropuerto de Jerez con destino a Colonia. En un momento del trayecto, el avión acabó estrellándose en el mar Báltico, tras estar casi 3.500 kilómetros dando vueltas sin control.
Peter Griesemann, el empresario alemán de 72 años que pilotaba el avión, su esposa Juliane, la hija de ambos, Lisa, y su pareja Paul Föllmer, perdieron la vida. Desde entonces, numerosas incógnitas han rodeado este caso, que parece estar ya resuelto.
Según ha publicado El Mundo, el enigma de la muerte de los Griesemann ha quedado cerrado tras conocerse, según un informe provisional publicado por la Oficina Federal de Investigación de Accidentes de Alemania, que fallecieron debido a la falta de oxígeno tras la despresurización de la cabina.
A las 14.57 de aquel día 4 de septiembre fue cuando partía la aeronave Cessna 551 Citation II de 1979. Peter Griesemann, pilota con 1.700 horas de vuelo, acumulaba cien en este aparato. A las 15.30 se produce una comunicación del avión con la torre de control de Madrid. Doce minutos más tarde, en una nueva conexión, el piloto indica que "hay un problema con el aire acondicionado" y pide "solitud de descenso directo". El controlador pregunta que "¿a dónde?", y Peter insiste en solicitar descenso rápido. El controlador pide la confirmación de la solicitud de descenso, pero ya no obtiene más respuesta desde la aeronave.
A las 16.06, los controladores españoles avisan a los franceses de la pérdida de contacto con el avión, que se dirige hacia el espacio aéreo galo. Francia envía dos cazas para tratar de averiguar algo sobre el aparato. Los pilotos militares no aprecian ningún daño externo en la nave, pero se ve al piloto aparentemente inconsciente, con la máscara de oxígeno colgando en la cabina. A la altura a la que se encontraba el avión, una persona pierde la consciencia si en 15 segundos no se ha puesto la máscara.
Sobre las 17.28 horas se estima que el avión entra en territorio alemán. Se presume que viaja con el piloto automático puesto. Aunque el destino era Colonia, se lo acaba pasando y continúa hasta el mar Báltico, dejando el espacio aéreo alemán a las 18.50 horas. Aviones suecos y daneses fueron, junto a un escuadrón de la Otan, los encargados de seguirlos a partir de ahí. Finalmente, sobre las 19.45, el avión se estrella frente a Ventspils (Letonia), quedando completamente destruido. Los restos del avión quedan a 62 metros de profundidad y solo se pueden recuperar algunos restos de los cuerpos de los cuatro pasajeros.
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