José Antonio Guerrero, conocido como el Perniles, un individuo natural de Barbate pero que llevaba años residiendo en Medina y con varios antecedentes por peleas y lesiones, cometió un día después de Reyes de 2018 un terrible crimen con alevosía, además de otros dos intentos de asesinato, que le llevarán a pudrirse en la cárcel. Tras darse a la fuga, acabó entregándose, acompañado de su padre, en el cuartelillo de la Guardia Civil de Conil de la Frontera. Ni perdió el hambre. Ni siquiera hubo móvil para que acabase de forma salvaje con la vida de Joaquín Guisado, un joven sanluqueño de 25 años, huérfano de padre desde pequeño, al que partió el esternón y varias costillas de un machetazo, una enorme arma blanca de 45 centímetros de hoja de acero.
Aquella noche, Joaquín se fue con dos amigos a Medina a hacer botellón para, más tarde, pasar por la discoteca Iris, la más concurrida de la localidad. No volvió vivo a su pueblo, mientras que sus dos amigos —uno de ellos vio cómo le destrozaban los dos brazos a machetazos— mantendrán las secuelas de aquella madrugada toda la vida.
Conforme al veredicto alcanzado por el jurado, la Audiencia declara probado, en una sentencia hecha pública este pasado miércoles, que los hechos tuvieron lugar sobre las dos de la madrugada del día 7 de enero de 2018, cuando el acusado circulaba a bordo de su vehículo, un Volkswagen rojo, por las inmediaciones de una discoteca de Medina Sidonia y se acercó al coche en el que se encontraba un grupo de chicos del que formaban parte las víctimas, bajándose de su coche e indicándoles, “en un elevado tono de agresividad”, que “no eran de este pueblo y que se fueran para Sanlúcar, alzando la voz en tono provocativo”. El Perniles estaba de permiso penitenciario en ese fin de semana.
Ante ello, uno de los jóvenes agredidos, según consta en la sentencia, se acercó al condenado “dándole dos golpes en la cara a fin de que los dejase tranquilos”, tras lo que el acusado se subió nuevamente a su coche y se marchó del lugar”. Regresó a los pocos minutos y, “con intención de acabar con la vida” de los tres jóvenes, se bajó del vehículo portando un machete de grandes dimensiones y, esgrimiéndolo en alto, les gritó “os tengo que matar a todos”.
"Brutal e intenso machetazo"
El joven asesinado no tuvo tiempo de reaccionar dado lo sorpresivo del ataque, por lo que el acusado lo alcanzó sin dificultad y le asestó “un brutal e intenso machetazo” a la altura del pecho, falleciendo pocas horas después a consecuencia de dicha agresión. Según expone la sentencia, este joven, momentos antes de recibir el machetazo, se encontraba de espaldas al condenado, produciéndose la agresión nada más volverse, de forma que no se percató de la presencia del arma antes de ser agredido con ella.
Seguidamente, el acusado se dirigió hacia otro de los jóvenes y le asestó un golpe con el machete dirigido a su cabeza, pero justo en ese instante la víctima resbaló o se tropezó y cayó al suelo, pudiendo salvar de este modo su vida. Este joven, antes del ataque sufrido, se pudo percatar del arma que portaba el condenado “a pesar de lo rápido e inopinado de los ataques”.
A continuación, el encausado “se fue hacia el último de sus objetivos”, el tercero de los chicos, a quien le asestó dos golpes dirigidos a la cabeza, momento en que la víctima “se cubrió con ambos brazos”, impidiendo así que le clavase el machete en la parte superior de su cuerpo pero sufriendo no obstante profundos cortes en ambos brazos. Este joven, en el curso del ataque sufrido, “vio considerablemente reducidas pero no anuladas sus posibilidades de defensa, reacción o huida”.
“Ante los gritos y chillidos” de las personas que había en el lugar, el acusado se fue hacia su vehículo y huyó del lugar “a toda velocidad”, mientras que la víctima que no había sufrido lesiones recogió a sus dos amigos “gravemente heridos” y los subió a un coche, trasladándolos al ambulatorio del municipio, si bien, dado el peligro y alcance de las heridas, fueron trasladados urgentemente al Hospital de Puerto Real, donde los facultativos no pudieron hacer nada por salvar la vida de uno de los agredidos.
"Enorme energía criminal"
El varón que fue golpeado en los brazos “sufrió riesgo vital” al haberse producido la sección completa de la arteria radial de la cara anterior del antebrazo derecho, pudiendo salvarse por la rapidez con la que fue asistido por los médicos. Por su parte, el investigado no tenía afectadas en el momento de los hechos sus capacidades intelectivas ni volitivas.
A la hora de determinar las penas a imponer, la Audiencia tiene en cuenta “la banalidad de la motivación criminal” del acusado y “la enorme energía criminal desplegada”, lo que se pone de manifiesto por las dimensiones del arma empleada, “toda vez que no se trató de una navaja ni de un machete corriente, sino de un arma que por sus características sirvió de efecto multiplicador del potencial riesgo lesivo que de por sí es inherente a cualquier instrumento peligroso”.
Además, a todo ello se suma que, en el acto del juicio, el condenado “no ha realizado ademán alguno ni comportamiento espontáneo, más allá de un calculado derecho de última palabra, que haya evidenciado un mínimo de empatía sincera” hacia su víctima ni hacia su familia, “habiendo mostrado durante el desarrollo del plenario una actitud fría, distante, cuando no indolente”.
Por todo ello, la Audiencia Provincial de Cádiz le ha condenado al Perniles a un total de 41 años de cárcel por asesinar a Joaquín e intentar matar a sus dos amigos con un machete de grandes dimensiones enMedina Sidonia. En la sentencia, fechada el día 18 de noviembre y contra la que cabe interponer recurso de apelación ante el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA), la Audiencia condena al encausado por un delito de asesinato y le impone 23 años de prisión y el pago de una indemnización total de 160.000 euros a la madre y los dos hermanos de la víctima.
Asimismo, la Audiencia lo condena por el primero de los delitos de homicidio en grado de tentativa a nueve años de cárcel, la prohibición de comunicación y aproximación a menos de 200 metros de la víctima durante diez años y el pago de una indemnización de 26.000 euros por las lesiones sufridas, mientras que por el segundo de los delitos de homicidio en grado de tentativa le impone otros nueve años de prisión, idéntica prohibición de comunicación y aproximación y el pago de una indemnización de 1.000 euros por el daño moral causado al afectado. La Audiencia, que aplica en estos dos últimos delitos la agravante de abuso de superioridad, establece en 30 años de cárcel el máximo de cumplimiento efectivo de la condena en aplicación de lo dispuesto en el Código Penal.