Gus nació el pasado 3 de enero, fruto de una camada indeseada, en la que es el perrito más juguetón. Es muy listo, obediente y ya sabe sentarse y esperar para comer. Este mestizo de Amstaff y Rotty busca, desde entonces, una familia de acogida en la provincia de Cádiz, pero aún no ha habido suerte.
Como tampoco la ha tenido, de momento, Akila, que fue encontrado en la calle, desnutrido y atado. Gus, Akila, pero también Jay, Tyson, Ares y Tierra son todos ellos perros rescatados por la asociación Mala Pata, antes conocida como Potencial Can. Melody P., Tatiana M. y Cristina G. son las fundadoras de la renovada entidad, que busca una nueva vida para perros potencialmente peligrosos, PPP, una denominación desaparecerá si se aprueba la Ley de Bienestar Animal.
“Los llamados PPP no son solo los que más se abandonan y los que más tardan en ser adoptados, además son perros que nos llegan con problemas de gestión emocional tras ser rescatados”, cuenta Cristina G., de Mala Pata, en conversación con lavozdelsur.es. “Muchos dueños de estos perros presumen de ellos, pero luego no les dan la educación que requieren”, añade.
Estos perros, “muy estigmatizados aunque sean bonachones”, son especialmente vulnerables cuando son abandonados. “La clave es la educación”, insiste Cristina, tanto de los perros como de sus propietarios. “Muchos son bonachones, pero por la raza se piensa lo contrario por defecto. Yo me crié con una mestiza de Yorkshire y de cachorro me mordió dos veces en la cara”, dice a modo de ejemplo.
Para adoptar un perro de estas características, hay que contar con licencia, y Mala Pata los entrega esterilizados, con microchip, vacunas al día y desparasitados. “La gente que se fija en ellos, en ocasiones, no es apta para tener estos perros, porque son jóvenes y no quieren sacarse la licencia, o no están de acuerdo con la esterilización, ya que muchos los quieren para criar cachorros, y hasta hay quien los usa para peleas ilegales”, explica
Como requisitos para adoptar a un PPP, la fundadora de Mala Pata enumera varios: por supuesto, contar con licencia, y ser consciente de las carencias emocionales que pueden presentar tras pasar mucho tiempo encerrados —“para ello los hay que necesitan un educador”— y los cuidados que requieren, con un “gasto extra en medicinas” por posible problemas de cadera, alergias o protuberancias en la piel.
Las voluntarias que componen la asociación, casi todas mujeres, se encargan de procurar un hogar y que no les falte de nada a los perros que tienen en adopción, ahora mismo siete, seis adultos y un cachorro, que se encuentran repartidos en casas de acogida y en residencias de la provincia de Cádiz. “No tenemos refugio propio”, confirma Cristina, lo que conlleva unos costes que van sufragando gracias a donaciones de madrinas y padrinos que colaboran con la causa.
“Necesitamos voluntarios para rescatar a los perros, llevarlos al veterinario, ponerles al día, llevarlos a las residencias…”, enumera Cristina G. “Cuando recibimos un aviso, lo primero que tenemos en cuenta es si contamos con cobertura económica para mantenerlo”, dice, porque prefieren “tener a pocos bien atendidos que a muchos y olvidados”.
“Hay mucha falta de educación, por ignorancia o por desconocimiento”, insisten desde Mala Pata. “Nosotras mismas, cada vez que hablamos con nuestra educadora ,nos sorprendemos porque algo que creíamos que hacíamos bien no es así”, dice Crtistina G. Para ella, “programas como el de César Millán —El encantador de perros— no son el mejor ejemplo, porque trabaja sobre el castigo. Hay que ver por qué tienen determinadas conductas y trabajar sobre ellas”. “Hay que ir a la raíz del problema del perro, pero no reñir”, insiste.
“Yo, por ejemplo, tuve en acogida a Seven, 35 kilos de puro amor. Es un peluchito enorme, tan grande que da miedo, pero una vez que lo conoces es puro amor”, dice Cristina, que espera que la Ley de bienestar animal ayude a eliminar el estigma que pesa sobre los conocidos hasta ahora como PPP.
Una vez se apruebe definitivamente la Ley de bienestar animal, impulsada por el Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030, se eliminarán las razas “potencialmente peligrosas”, un término basado en una ley de 1999 que establece esta clasificación tras la “realización de un estudio de sociabilidad individualizado”, que si suspende el perro, se convertía en PPP, por lo que debía llevar siempre bozal, por ejemplo. En unos meses ya no hará falta.