El cráter de Batagaika, situado en Siberia, está preocupando a los geólogos por la velocidad de crecimiento, tanto en profundidad como en extensión, que está teniendo en los últimos años.
Cuando se descubrió en la década de los 60, era un agujero de pequeño tamaño que ha ido aumentando. Por entonces, la tala de un bosque dejó una superficie sin árboles. El permafrost (terreno que ha permanecido al menos dos años congelado y que está formado por sedimentos, rocas y tierras) empezó a derretirse y la tierra comenzó a hundirse.
El deshielo del permafrost libera gases de efecto invernadero, perjudiciales para la salud, como el dióxido de carbono o el metano. Gases que han estado bajo tierra durante miles de años y que, de esta forma, salen al exterior, afectando al calentamiento global.
Conocido como las puertas del infierno, una investigación reciente apunta a que esta depresión está devorando la superficie de la Tierra de manera preocupante. ¿Y qué significa esto? Cuanto más hielo se descongela, más carbono se libera, más sube la temperatura, más rápido avance el derretimiento y, por consiguiente, más grande es el cráter.
La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos ya ha alertado de que este permafrost tiene el doble de toneladas métricas de carbono orgánico (1.600 millones) de lo que hay actualmente en la atmósfera terrestre.
Según la revista científica Geomorphology, la cavidad está engullendo sobre un millón de metros cúbicos de superficie al año. Según los expertos, el valle próximo al cráter puede quedar absorbido en las próximas décadas. Esto provocaría cambios en el nivel del agua, mayor liberación de gases de efecto invernadero y un incremento de la temperatura que se situará en cifras inhumanas.