Por Santiago Moreno y Luis Rossi
Contó durante décadas la historiografía franquista que la Guerra Civil Española surgió el 18 de julio de 1936 cuando unos valientes militares, ante una situación insostenible, se alzaron en armas al frente de un Glorioso Movimiento Nacional. La justificación para que saltara dicha chispa fue el asesinato tres días antes del diputado a Cortes José Calvo Sotelo.
No obstante, hoy sabemos, que aquello no fue más que una simple excusa para arrancar con un golpe de Estado que se llevaba gestando mucho tiempo atrás. Se había comenzado a aligerar en abril de aquel mismo año, pero bien es verdad que en agosto de 1932 los golpistas habían llevado a cabo otro intento de golpe -que tuvo al frente al general Sanjurgo- y que no fue más que un ensayo. Mucho antes en la propia primavera de 1931, recién instaurada de forma pacífica la II República, y tomando las palabras de Francisco Espinosa: "en realidad la campaña, el intento y el pensamiento de acabar con la II República, con datos, comienza el 14 de abril. Esa tarde ya hay una reunión en la cual se juntan una serie de grupos relacionados con la monarquía anterior donde se planea como acabar con aquello, llegando a una serie de acuerdos, poner dinero, era toda gente con muchos posibles, crear prensa afín a la idea y crear unas condiciones que favorecieran el acoso y derribo de la II República".
Lo acaecido en Cádiz -en el entierro de uno de ellos- demuestra cómo las izquierdas conscientes del ambiente de intimidación y miedo, no reaccionaron de la misma forma.
Y a pesar del tiempo pasado y de las nuevas investigaciones fruto de trabajos serios y científicos, seudohistoriadores neofranquistas desde hace algunos años -saltando a la palestra como reacción al movimiento de la Recuperación de la Memoria Histórica-, regresaron a las andadas y en un primer momento retomaron la antigua justificación del asesinato de Calvo Sotelo. Pasado algún tiempo, y siendo insostenible dicha teoría, algunos de estos escritores -Pío Moa o César Vidal-, comenzaron a basar su discurso en que la sublevación estuvo motivada por el sentimiento de indefensión de las derechas ante unas izquierdas que ya desde la Revolución de Asturias -1934- habían tomado la senda de la violencia. Silenciando, entre otras cuestiones, unas llamativas declaraciones conservadoras tras la victoria del Frente Popular vertidas en Diario de Jerez: "las Derechas -mejor dicho, los españoles- tienen que ir pensando en otra cosa. Con las elecciones no se arregla esto [...] porque este straperlo conocido como sufragio inorgánico, a nadie convence."
Lo que relatamos en el siguiente artículo es una nueva aportación al estudio de uno de los episodios más silenciados a los días previos del golpe de Estado de 1936 en nuestra provincia. Un episodio de violencia que tiene como actores principales a dos hermanos de la localidad de Barbate -que entonces pertenecía a Vejer de la Frontera- vinculados a CNT, que fueron asesinados a manos de un miembro de Falange Española. Lo acaecido al día siguiente en Cádiz -en el entierro de uno de ellos- demuestra cómo las izquierdas conscientes del ambiente de intimidación y miedo que desde ciertos sectores se estaba intentando imponer, no reaccionaron de forma violenta como así se pretendía desde las opciones más conservadoras, las cuales estaban buscando cualquier excusa para iniciar el golpe.
11 de julio
Pasaban las diez de la noche del 11 de julio de 1936, cuando José Caro Marín, albañil de profesión, se hallaba leyendo la prensa en el céntrico Bar Mateo de Barbate. De pronto, vio pasar a mucha gente caminando muy deprisa, algunos corriendo, calle abajo. No le dio tiempo a enterarse de nada más, cuando un amigo de la familia le pidió que le acompañara a su casa para que le presupuestara una reforma. Él se extrañó por la hora que era y la insistencia de aquel vecino, pero accedió y marcharon del lugar. Llegó a la casa y de allí no lo dejaron salir hasta bastante tiempo después. Le acababan de dar una de las noticias más trágicas de su vida, habían disparado a sus hermanos, yaciendo uno de ellos en el suelo de la entonces avenida Fermín Salvochea (actual avenida del Río).
Así cuenta Antonio Caro Corrales cómo encerraron a su padre, el mayor de los hermanos Carito, por temor a las represalias en casa de un vecino tras el asesinato de sus hermanos más pequeños. José, que era el mayor, nació en 1912, Juan dos años después y Manuel en 1916. Posteriormente, nacieron cuatro hermanas más: Concha, Soledad, Josefa y Francisca.
El segundo varón falleció en Cádiz el 12 de julio, horas después de haber sido disparado a bocajarro. El más pequeño de los Caro Marín, Manuel, falleció en el acto, según se cita en la sentencia condenatoria, ambos tras ser disparado por Manuel Bermúdez Tamayo (conocido como el Bienhecho) “con un revolver de la marca Smith”. Natural de Vejer, pero residente en Barbate, este obrero del campo, estaba estrechamente vinculado con Falange Española. Un partido que estaba sustentado en la aldea por empresarios y que confrontaba no con otro partido, sino con un sindicato: CNT. Los anarquistas tenían más de mil afiliados en la villa destacando tanto obreros de tierra como de la mar, almadraberos y pescadores que formaban parte de él.
Juan Caro era uno de los principales instigadores de la huelga, aunque no llegaría nunca ni la manifestación, ni el propio Juan.
Semanas antes se estaban llevando a cabo movilizaciones contra el Consorcio Nacional Almadrabero (del que formaban parte empresarios como Serafín Romeu, conde de Barbate, Ramón de Carranza, Martínez Campos, entre otros) y contra la empresa encargada de las obras del puerto pesquero, entonces en la desembocadura del río Barbate, y del alcantarillado, Entrecanales y Távoras (origen de la actual Acciona). La primera de ellas fue una huelga general en Cádiz el 18 de junio de 1936, “por solidaridad con los almadraberos”, según publicaba el rotativo ABC un día después de iniciarse la citada protesta. Para mediados de julio estaba preparándose una gran manifestación en la localidad contra la citada empresa que ya había recibido varios apercibimientos por parte de la alcaldía de Vejer y del propio alcalde pedáneo Francisco Tato Anglada, que fue asesinado un mes después (LEER artículo “No nos dejaron conocerte”).
Según fuentes orales, Juan Caro era uno de los principales instigadores de la huelga, aunque no llegaría nunca ni la manifestación, ni el propio Juan. De él cuentan testigos de la época –y así lo refleja David Florido del Corral en la publicación ‘Un siglo de política e instituciones pesqueras en Andalucía’- que se trataba de “un excelente orador y cabeza visible del surgimiento del movimiento sindical en Barbate”. Antonio Caro mantiene que de su tío contaban que era una persona “muy inteligente” y que no sabía de dónde le venía “tanta facilidad para hablar y expresarse”, teniendo en cuenta que en la familia no había referencias pertenecientes al movimiento sindicalista. “Mi padre no estaba muy a favor de sus andanzas y un día le dijo que iba a llevar una desgracia a su casa”. Cosa que sucedió aquella noche y no una, sino por tres veces, ya que la hermana menor también falleció a los pocos meses. Al enterarse de la noticia sufrió un accidente, que a la postre le haría perder la vida de una manera fortuita, pero directamente relacionada con el hecho en sí.
Los hechos
Manuel Bermúdez –asesino confeso- se hallaba paseando junto a su amigo Antonio Crespo, según cita la propia sentencia, cuando se acercó a Juan Caro y murmurando exclamó “los obreros son todos unos abusadores”, haciendo referencia a la huelga que estaba preparándose para los días posteriores. Caro entró al trapo con vehemencia, insinuándole que tenía “en la cabeza metidas las mentiras de los fascistas”. Acto seguido, se produjeron los disparos. El primero hacia Juan y posteriormente hacia su hermano, cuando fue a socorrerlo. Las crónicas del Diario de Cádiz apuntan que Manuel Caro murió en el acto “tras un disparo que le atravesó el corazón”.
Juan recibió una herida por arma de fuego “con orificio de salida, a nivel del estómago de carácter gravísimo”. Tal y como concluyó el primer sanitario tras atender al herido, el doctor Valencia (Francisco Valencia, médico local), quien decidió enviarlo a Cádiz en un camión. Horas después y prácticamente desangrado, llegaba al hospital de Mora gaditano. Allí fue atendido por el doctor Alcina, quien intentó salvar su vida mediante transfusiones de sangre. Algo que fue inútil, ya que el suceso se había producido sobre las diez de la noche y en ese momento ya pasaban las tres de la madrugada.
Cabe destacar que Francisco Valencia ejercía como médico en la aldea barbateña y estaba relacionado con otro galeno local, doctor Patricio Castro, perteneciente a la Falange Española, según se conoce por fuentes orales y por las actas del pleno extraordinario celebrado en Vejer el 5 de marzo de 1936.
En ellas se puede leer que el propio alcalde pedáneo denuncia públicamente a ambos médicos por “las instrucciones que se dieron a los médicos Patricio Castro Muñoz y Francisco Valencia Recio de Barbate sobre la prescripción de medicamentos a los enfermos pobres, que fueron incumplidas en su totalidad”. Según se expone en el texto, “el doctor Valencia dispuso de fondos de la corporación municipal para los lesionados en accidentes del trabajo a los patronos en vez de a los obreros a los cuales estaban destinados dichos recursos”.
El alcalde de Vejer ordenó la suspensión de empleo y sueldo de Francisco Valencia por desobedecer las órdenes del alcalde pedáneo.
La comisión de gobierno y el alcalde de Vejer, Francisco Salgueiro, dieron el visto bueno al asunto ordenando la “suspensión de empleo y sueldo de Francisco Valencia por desobedecer las órdenes del alcalde pedáneo, y la apertura de un expediente en averiguación de dicha prescripción de medicamentos a los accidentados del trabajo a patronos con cargo al Ayuntamiento y en caso afirmativo trasladar la denuncia a los tribunales de justicia; y finalmente, investigar los beneficiarios de la medicación de beneficencia desde el 30 de mayo pasado y averiguar de si es cierta”. No hay constancia de que este procedimiento se llevara a cabo, lo que sí es seguro que la suspensión, al menos de empleo, no fue tal, puesto que el propio doctor Valencia, como se ha citado anteriormente, fue el encargado de atender al malogrado Caro Marín.
No obstante, sí consta que Tato Anglada indicó en la misma sesión extraordinaria “de manera alarmante” que “el médico Sr. Valencia se ha ausentado de la población y abriga el temor que su presencia en la misma población dar lugar a que contra dicho Sr. se cometan actos de violencia por el pueblo, lo que desde luego trataría de evitar”.
En el pleno siguiente, se daba cuenta por parte del señor alcalde del texto remitido por el Inspector de Sanidad de la Provincia sobre el mencionado médico Francisco Valencia, “proponiendo que se nombrase de manera interina a José Lorenzo Hernández para sustituirlo hasta la resolución de la Inspección ya que al parecer el Sr. Valencia estaba enfermo”. En este sentido, Francisco Tato tomó la palabra, no sin cierta mofa, exponiendo “que no está enfermo sino paseándose por Cádiz (por la calle Ancha) y pide que no se le abone el sueldo de médico”.
Continúa en el siguiente enlace: ¿Quién mató a los Carito? (II)