Marcos Ruiz, cuando tenía doce años, pasó con su madre junto a una tienda en la que vendían pelotas para hacer malabares. Y se le antojó. Su madre accedió y le terminó comprando unas cuantas. En su casa de San Fernando, este malabarista, mago y equilibrista de 32 años empezó a practicar por su cuenta. Una y otra vez. Hasta que consiguió hacer malabares. Luego fue practicando con otros objetos. "Desde siempre me ha gustado todo lo que implique una habilidad", cuenta cuando atiende a lavozdelsur.es. Eso le ha llevado a estampar su nombre hasta siete veces en el Libro Guinness de los récords.
Es la persona del mundo que más rápido hace malabares con tres sombreros, el que más cucharas sostiene en equilibrio con su cuerpo —hasta un total de 64—, el que más repeticiones consigue haciendo malabares con catanas, el que más rollos de papel higiénico aguanta con la frente o el que más veces sostiene copas de cristal —tras dar un giro en el aire— en un palo que aguanta con la boca. Unas proezas tras las que hay muchas horas de entrenamiento.
"Extrañamente, si solo tengo un récord Guinness, la gente piensa guau, qué difícil, pero ahora que tengo siete produce el efecto contrario, hay quien cree que como tengo tantos es más fácil", cuenta Marcos, que tarda unos seis meses en prepararse cada número, que luego intenta batir para entrar en el libro Guinness. "Se tarda un año en conseguir cada récord", señala, "mientras preparas el número y gestionas el papeleo". "La gente se cree que se gana dinero, pero no te pagan, eso sí, te da cierto caché", explica.
Marcos, tras acabar sus estudios y estar unos años dedicado a la BBC (Bodas, Bautizos y Comuniones), como él expresa, consiguió su primer empleo "importante" con 21 años, cuando empezó a trabajar en un parque temático de Japón, con un espectáculo en el que mezclaba las disciplinas que maneja. Estuvo cuatro años en el país nipón, y posteriormente se formó en la escuela de circo Carampa de Madrid y también en el Circus Space de Londres, donde mejoró la técnica y aprendió a actuar.
"Todo el mundo me pregunta si tuve esa etapa difícil de los artistas en la que tuve que elegir entre estudiar o trabajar, pero en mi caso fue bastante fluido, terminé bachillerato, hice un grado superior y cada vez tenía más trabajo de esto", comenta. Ruiz ha trabajado en festivales de México, Reino Unido, Francia... y así hasta 30 países de todo el mundo. Hace unos años hasta pasó la audición para entrar en el Cirque du Soleil, y en 2017 creó su propia compañía, Circo Mecánico, con la que actuó en hoteles de Canarias y Baleares.
Hasta que llegó el coronavirus. Cuando comenzó la pandemia, estaba en San Fernando tras volver de Australia, para actuar en EEUU a principios de año, pero se tuvo que quedar en su tierra natal. "Es la vez que más tiempo llevo aquí", dice. "Este año tenía varios contratos buenos", que se cayeron. Pero aprovechó el confinamiento para escribir su tercera novela, El fantasma de Japón. "Me ha salvado este año, la gente ha recibido muy bien la historia", relata. "Es tiempo de crear y promocionar", sostiene Marcos Ruiz, que a falta de festivales se está dedicando a pensar sus próximos espectáculos. "No se puede hacer ningún plan a largo plazo, estoy a la espera de ver qué pasa con el virus", agrega, aunque "como artista no me puedo quejar".
"Echo de menos trabajar", confiesa Ruiz, "los artistas requerimos horas de ensayo y práctica, pero para hacer funciones sobre un escenario. El momento de entrenar y crear se está alargando demasiado", dice entre risas. Este malabarista, mago y equilibrista autodidacta, que fue aprendiendo a base de practicar solo, una y otra vez, asegura que se planteó hace un tiempo batir un récord Guinness por año, pero se planteó quedarse en siete —"un número bonito"—, aunque no descarta volver a la carga en un futuro. "Depende del tiempo que tenga, lo mismo el año que viene vuelvo a batir otro", dice.