Khaled tiene 28 años y vive en Granada desde hace cuatro junto a su mujer Aya, de 20 años, y sus hijos, Khansa y Maher, de cinco y tres. La vida les hizo adultos a golpe de bomba. Se vieron obligados a huir de su país cuando “las revueltas empezaron a teñirse de sangre y de olor a gas químico”, aunque en un principio, confiesa que se sintió aliviado, ya que “por fin el pueblo empezó a movilizarse contra la tiranía de la familia Al-Asad y sus secuaces”. Todo cambió cuando una bomba impactó en su casa de Homs, que mató en el acto a su sobrina y a su cuñada, y que a él le destrozó una pierna. El miedo a represalias del régimen por las sospechas que pudiera suscitar la amputación de su pierna sumado a la falta de seguridad en el país, hizo que Khaled y Aya huyeran caminando hacia Turquía con su hija de un año en brazos.
“Cada paso que daba eran como diez de una persona con dos piernas, más el dolor por la falta de analgésicos que debía tomar para aliviar el dolor de la amputación”, recuerda Khaled de aquel periplo. Llegaron a la frontera turca, donde comenzaron a definir el camino hacia Grecia. “Tuvimos que buscar una patera para llegar a las islas griegas. Finalmente acabamos en Matolini”, cuenta este joven de mirada agradecida. De allí pasaron al campo de refugiados de Idomeni, donde empezaría “otra pesadilla”. Recuerda dormir prácticamente a la intemperie y cómo “las mafias que tratan con seres humanos estaban al acecho”. Sin embargo, todavía guarda palabras de agradecimiento para el ejército griego y las ONG: "cada día intentaban hacer su trabajo a la perfección”.
Khaled afirma que la situación se fue volviendo cada vez más delicada. “Sobre todo para un padre lisiado como yo, que vivía con el miedo de no saber si podría ofrecerle a mi familia todo lo necesario para llegar a un destino seguro”, relata. Para él, “morir en Siria era mucho más fácil, ya que con la muerte acababa todo en este mundo cruel, pero tenía que seguir con vida para luchar junto a mi familia". Aterrizaron en Madrid, en 2016, con el recibimiento de políticos y periodistas a su llegada al aeropuerto. "En España comenzamos a sentir un gran alivio", reconoce el joven, que es consciente de que "esto no ha terminado", pero al menos, "sentimos un poco de dignidad y estabilidad". Los inicios fueron difíciles. Durante una temporada tuvieron ayuda del Gobierno, recibieron clases de castellano y acompañamiento de personas voluntarias para una mejor adaptación.
Hasta que llegó el covid, Khaled trabajaba vendiendo productos árabes a restaurantes y carnicerías de toda Andalucía. Por ahora no tienen problemas para tirar adelante, viven en un piso de protección oficial de la Junta de Andalucía en el barrio del Almanjayar y esperan a su tercera hija dentro de cuatro meses. "Se llamará Bisan", cuenta el padre orgulloso, que siente que en España "se puede vivir sin miedo, con una vivienda y un trabajo digno". Por el contrario, Khaled denuncia que la situación en Siria es de extrema gravedad, por eso no entiende cómo su presidente, Bashar Al-Asad, está pidiendo el retorno de las personas refugiadas. "En Europa tenemos derechos humanos que no existen en Siria", afirma con un tono de voz que pide, además, justicia para los presos políticos que llevan más de 15 años en la cárcel por pedir libertad. "Tengo un hermano en la cárcel que no se si está vivo o muerto, la única certeza es que entró hace cinco años", comenta. La realidad de los asentamientos se vive -según explica- dentro del propio país: "en el norte de Siria hay muchas personas que viven como refugiados en tiendas en campaña y no tienen casas a las que volver".
El joven sirio también denuncia la condición que impone el régimen de Al-Asad de pagar 100 dólares por persona para acceder al país o de abonar 3.000 si no quieres prestar el servicio militar. Habla en términos de "guerra del hambre" para referirse al problema de abastecimiento alimentario existente en el país. "Se hacen colas de horas por una barra de pan y cada vez hay menos comida", espeta desde su casa de Granada. Reconoce que le gustaría hacer un video denunciando todo esto, pero tiene miedo a que circule por redes y tomen represalias contra sus familiares que todavía viven en Siria. "Las personas refugiadas nos encontramos muy bien en Europa, no queremos volver a una dictadura que está llevando al país a la ruina", sentencia.
Al Asad afirmó que la crisis de refugiados sirios es un "problema fabricado"
El presidente de Siria dijo durante la conferencia organizada por Rusia en Damasco para tratar el futuro los refugiados, el pasado mes de noviembre, que "la crisis de los refugiados sirios es un problema fabricado" y afirmó que el país árabe "sigue siendo el lugar donde otros acuden para huir de los disturbios y crisis, y no al revés". Asimismo, aseguró que "los países occidentales y otros países de la región está explotando cruelmente el tema de los refugiados sirios y los están convirtiendo en una modena de cambio". Al encuentro asistieron 12 organizaciones y 27 países, entre los que estaban Rusia, Irán, Líbano, China, Emiratos Árabes Unidos, Omán y Pakistán. La Unión Europea, por su parte, no acudió al considerar que "la prioridad actual" debe ser "la creación de condiciones para un regreso seguro, voluntario y digno".
Al-Asad confirmó que las autoridades sirias siguen "trabajando con diligencia para la vuelta de cualquier refugiado que desee regresar y contribuir a la construcción de su patria", pero advirtió de que existen "obstáculos grandes" y "presiones a las que están sometidos los refugiados sirios en el exterior para evitar que vuelvan". Durante su discurso, añadió: "si el caso de los refugiados para el mundo es un asunto humanitario, para nosotros además de humanitario, es una cuestión nacional... y hemos logrado que regresen cientos de miles de refugiados durante los últimos años".
Fuentes sirias aseguran a lavozdelsur.es que muchas personas están deseando volver a su país, pero de forma segura y cuando existan garantías reales. Además, entienden que esta conferencia no es más que una estrategia para pedir ayuda económica a países extranjeros, ya que los aliados de Al -Asad, como Rusia e Irán, están en medio de una crisis sobrevenida por el covid-19, al igual que el resto del mundo. El afán recaudador del presidente de Siria puede advertirse también en la cuantía económica que exige en la frontera del país. Las mismas fuentes coinciden en que resulta absurdo, pues mucha gente ya no tiene ni casa a la que volver.
Desde que comenzara en 2011 la guerra en Siria, 5,6 millones de personas sirias han recibido el estatuto de refugiadas en el mundo, hay 6,2 millones de desplazados internos y 13 millones necesitan ayuda humanitaria en el país, según datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Las cifras del Ministerio de Interior, con fecha de 2019, confirman 34 personas solicitantes de asilo procedentes de Siria en Andalucía. Y a nivel nacional, constatan 2452 personas como solicitantes de asilo,1.081 con protección subsidiaria y 38 como beneficiarias del estatuto de refugiados.