El escritor y fenómeno en redes sociales Roy Galán (Santiago de Compostela, 1980) acaba de publicar su quinto libro Fuerte. lavozdelsur.es ha conversado con él aprovechando su paso por Jerez para participar en el encuentro de masculinidades igualitarias para relaciones equitativas.
Te defines a ti mismo como aliado feminista. Su último libro,' 'Fuerte', habla sobre el machismo y lanza el mensaje de que hace falta que los hombres se sumen a la lucha feminista. ¿Por qué cree que aún hay poca presencia masculina en esta lucha?
Porque las cuestiones de las mujeres se siguen viendo como cuestiones de mujeres. No existe una percepción colectiva de que todo aquello que viven, todas esas violencias y desigualdades, también forman parte de la humanidad. A menudo noto que los hombres no lo sienten de su incumbencia. A veces cuando yo digo ciertas cosas se me trata como un héroe, porque es como si no tuviera por qué hacerlo y los hombres que se colocan en ese lugar y tienen una sensibilidad hacia el mundo feminista son considerados héroes. En cambio ellas, si están en esta lucha, son unas quejicas, unas exageradas… Sigue existiendo una percepción de “esos son cosas que te pasan a ti, soluciónatelas tú”. Como si los hombres no fuéramos parte de ese problema. No queremos tomar conciencia de que nosotros tenemos el problema y la solución.
¿Qué cree que podemos hacer para cambiar esto?
La educación. Yo siempre digo que nadie nace machista, pero todos y todas lo somos. En mayor o menor medida, nos volvemos machistas por una educación machista. Entonces se trata de revisar todos esos comportamientos que nos llevan a lugares muy concretos en los que la igualdad no existe desde el principio: desde elegir un color para tu cuarto según los genitales que tengas hasta la percepción que tienen las niñas de sí mismas, creo que es a partir de los 6 años que ya creen que son más incapaces que los chicos para hacer cosas. Hay hechos cotidianos que mandan un mensaje, por ejemplo: perforarles un lóbulo de la oreja sin su consentimiento, al final habla de los adornos no consentidos. O decir: “Con una falda estarás más bonita, pero estate quietecita con las piernas cruzadas porque se te pueden ver las bragas”, el mensaje es de silencio, de quietud… para ellos son los árboles para trepar y para ti las piernas cruzadas en la silla. La gente dice que esto es una tontería, pero los gestos tienen un mandato detrás y se trata simplemente de visibilizarlo, ver por qué sucede y cambiarlo.
¿Es 'Fuerte su aportación a esta llamada a que los hombres se sumen al feminismo? ¿Hubo algo que le motivara especialmente o inspirara para escribirlo?
Sí, absolutamente. Llevaba mucho tiempo pensando que existe una ausencia total de discursos o de expresiones masculinas, de cuestionar estas cosas. Estamos viendo un momento en el que las mujeres están súper formadas, aliándose, hablando de cuestiones muy importantes, y los hombres están muy perdidos, no tienen materiales… y hay que darles un lugar que habitar en el mundo también. Porque lo que no se puede hacer tampoco es decirle a alguien que está siempre haciendo todo mal y no darle un nuevo lugar que habitar. Entonces este libro, aparte de ser un ejercicio íntimo porque hablo por primera vez de cómo la masculinidad hegemónica tradicional me ha afectado a mí personalmente, también es una oportunidad para que los hombres que se acerquen a él se planteen si son el tipo de hombre que realmente quieren ser o lo que les han enseñado a ser.
Estamos viendo un momento en el que las mujeres están súper formadas, aliándose, hablando de cuestiones muy importantes, y los hombres están muy perdidos, no tienen materiales…
En este libro dedica algunas páginas al sexo y a cómo la masculinidad tóxica afecta a las relaciones íntimas. En sus propias palabras: “Los tíos comparten en la intimidad el ego y las tías lo que ponen en juego es la autoestima”, “ellas proyectan Disney y ellos porno”. ¿Considera preocupante cómo se están aproximando las últimas generaciones a las relaciones sexuales?
No creo que sea una cuestión de nuevas generaciones, creo que esa violencia simbólica y muchas veces explícita se ha producido siempre, lo que pasa es que ahora se está verbalizando. Sí que creo que la forma en la que se consume pornografía hoy en día y de forma tan instantánea, configura el imaginario en un lugar bastante poco real. Entonces ese acceso a una información o a una fantasía es preocupante porque no hay un aviso de que no es real, y no lo hay porque sigue siendo tabú y nadie les cuenta nada. Si esto fuera un tema del que pudiéramos hablar, habría alguien que les diría: “oye, es que la pornografía es ciencia ficción”, porque cuando tú vas a ver la peli de Alien sabes que Alien no existe, ¿por qué no hay un aviso, una educación en casa y en las escuelas avisando de que si se va a consumir pornografía sepan que eso no es el sexo? ¿Por qué tienen los chicos que considerar que a las chicas les gusta eso? Porque no hablan. Ahora se escucha a muchos hombres decir: “ahora para follar vamos a tener que mandar un burofax”. Y no, para follar hay que hablar. No hay que dar por sentado a la otra persona, hay que respetarla y hay que pactar. Y ese pacto no es eterno, se puede cambiar, se puede romper a la mitad y se puede ratificar también a la mitad, decir: “¿oye te gusta esto?”.
Al final lo que han hecho las nuevas formas de relacionarnos es que hablemos menos y demos por supuesto lo que el otro espera. Los hombres por su forma de socializarse dan por supuesto que la mujer quiere un tipo de sexo sin preguntárselo - porque puede que sí lo quiera pero hay que saberlo-, y ellas han sido educadas en la complacencia, en el no atreverse a decir que no por miedo a ser conflictiva. Y hay que conocer estas historias que hablan de cómo socializamos y la carga que eso supone. Sería súper interesante que los chicos escucharan de verdad a las chicas y cómo ellas se sienten en el mundo, y si por ejemplo ella está subiendo en el ascensor contigo después de una cena, le preguntaras “oye ¿de verdad quieres subir?” Que los chicos supieran que este relato existe, porque la colectividad de lo femenino arrastra una forma de ser que a veces te lleva a lugares en los que no quieres estar.
En 'Fuerte' habla de que el mundo gay tampoco está exento de masculinidades tóxicas, denuncia que también hay machismo en las relaciones homosexuales. “No puede ser que, habiendo sido oprimidos, oprimamos”.
Claro. Hay un momento en el que me doy cuenta de que, como hombre cis, blanco y gay, no cumplo con el modelo de masculinidad tradicional y eso tiene un castigo por parte de la sociedad. Cuando me libero de eso y digo “bueno, no pasa nada, yo soy maricón” pienso que el mundo ya debe ser perfecto, porque lo he dicho (risas) y hay otros como yo que me van a abrir las puertas y todo va a ser maravilloso... pero no. Resulta que me encuentro de pronto con que hay también hombres gays que siguen reproduciendo esos patrones misóginos, ese rechazo a lo femenino, la plumofobia constante. Situaciones en las que tú quieres relacionarte con una persona y de primeras te ponen un “plumas no” o “masculino por masculino”, que son al final códigos hiperpatriarcales que están enraizados en el rechazo a todo lo femenino, así que tienes que seguir batallando con eso.
Por eso siempre digo que el feminismo ha acuñado un término como el de sororidad para apelar al hermanamiento entre las mujeres, a los cuidados y los buenos tratos en la forma y en el estar. En el colectivo también deberíamos crear una palabra para decir “oye, cuídame, que vengo de un lugar que sabes cuál es”. Me parece alucinante la incapacidad de empatizar con ese dolor que consiste en haber crecido con miedo a que te rechazaran por ser quién eres. Ese dolor está ahí y nunca se va: muta, cambia, lo superas… pero siempre hay un poso que tiene que ver con haber sentido miedo cuando eras tú.
Me parece alucinante la incapacidad de empatizar con ese dolor que consiste en haber crecido con miedo a que te rechazaran por ser quién eres
En los últimos años la gente ha conectado de manera brutal con sus textos a través de las redes sociales, ¿cómo ha experimentado este cambio en tu vida?
Yo lo único que he hecho ha sido maximizarme. Siempre he sido así: la persona creativa en mi entorno, la que escribía las mejores tarjetas de felicitación, la que escuchaba… y lo único que he hecho ha sido ser yo en público. Eso ha hecho curiosamente que pierda conexión con lo de siempre y se genera como un limbo, porque la gente cree que te conoce pero en realidad no te conoce, y la gente que te conocía te cree desconocer porque su imagen se ve influenciada por la imagen global. Es un espacio complicado, un lugar bastante solitario.
En uno de sus libros se define a las palabras como armas de construcción masiva. ¿Cree que con sus textos ayuda a construir una nueva mirada? ¿Siente esta responsabilidad a la hora de escribir?
Totalmente. Como persona enamorada de las palabras, para mí la ficción, lo audiovisual, las historias… han mejorado mi vida, la han cambiado y me han ayudado a nombrar realidades que no sabía nombrar. Y eso, a parte de un alivio, es poder. Sabiendo eso me sentía en la obligación de trasladarlo al mayor número de gente posible. Lo que yo intento hacer con mis textos es dar a la gente la posibilidad de nombrar sus realidades y que su vida, si quieren, cambie y se transforme y que mis palabras tengan no sólo una utilidad hacia mí mismo que pase por mi reconocimiento, sino una utilidad real para que la gente no se sienta juzgada y se sienta más libre, porque creo que son dos parámetros que para nada tenemos con nosotros y que te dan el poder para ser tú.
¿Es siempre compatible la creación literaria o artística con lo políticamente correcto?
Esa es una gran pregunta. Yo creo que la mirada artística sobre las cosas requiere de una subversión que no siempre casa muy bien con todo lo que es políticamente correcto. Sí creo que es necesario que las palabras conmuevan y eso tiene que ver con el movimiento del suelo del que lea. No se puede ser absolutamente cómodo y que las cosas cambien, tiene que haber algo de incomodidad.
Más que en lo políticamente correcto, en mi caso sí que creo por ejemplo en la autocensura, y esto consiste en que siempre intento no escribir algo que pueda herir a alguien. Y eso es una decisión personal, yo podría apelar a mi libertad de expresión para cagarme en alguien (risas) pero no, antes prefiero autocensurarme. Algo que he aprendido en estos años de escritura es que es muy fácil usar a una persona para reírte, burlarte o parecer tú más inteligente. Además es algo que se premia mucho en redes sociales: sumarte al odio, al escarnio, a señalar… El ser mordaz, ser sarcástico… se premia la capacidad que tienes de herir al otro porque se relaciona con la inteligencia: cuanto más malo eres más inteligente eres, o más capaz de ganar, que eso al final es un comportamiento también muy masculino. Cuando empecé a escribir en algún momento también tuve momentos de “qué listo soy” y de ir de aquí para allá disparando… me di cuenta de que eso podía hacer daño y no era lo que quería hacer.
Otro de mis principios es que intento no escribir nunca para burlarme de una mujer. Nunca. Por mucho que diga “ni machista ni feminista” no voy a usar a una mujer para reírme de ella.
Creo que la mirada artística sobre las cosas requiere de una subversión que no siempre casa muy bien con todo lo que es políticamente correcto
En su obra es una constante la figura de su madre, incluso cuando ya no está, es como un faro de amor incondicional. También hace a menudo referencia a la infancia como una época de especial vulnerabilidad ante el rechazo. En su último libro cuenta que, ante situaciones injustas, recordar las palabras de su madre le daba poder. ¿Cuál es este súper poder que podemos regalar a los niños y niñas?
Yo vengo de una situación familiar muy concreta que me da una lectura del mundo también muy concreta. Soy criado por mujeres lesbianas y me gusta aclarar siempre que eran lesbianas que se deseaban, que se amaban y se besaban. No eran dos ancianitas viudas que se juntaron para criarnos a mí y a mi hermana. Eran una pareja, y me gusta aclararlo porque a veces se invisibiliza lo que significa ser una pareja.
Mi madre tenía muy claro que lo que quería era que fuéramos libres, siempre nos repetía: “Tú vas a ser lo que quieras ser” y nos daba mucho aliento en ese sentido. Siempre digo que yo soy mucho de mi madre. Eso que hago en redes es una proyección de lo que yo aprendí de ella, también de alguna forma para que no se vaya del todo. Me parece bonito que esa impronta que tenía mi madre de libertad y de valentía - porque fue una mujer muy valiente-, siga. Roy Galán es quien soy pero también tiene mucho de mi madre, rescatado y puesto en valor.
Ojalá todo el mundo tuviera un referente en su casa de respeto y libertad, porque eso te ayuda a comprender que la diversidad existe en el mundo. A mí me ha ayudado mucho. Con esto no quiero vender una relación súper idílica. Hay gente que siente mucho morbo y me dicen “¿pero bueno cómo es eso de que te críen dos mujeres lesbianas?” Creerán que estábamos comiendo ojos, o bailando un rito satánico mientras ellas se enrollaban en el salón (risas). Pues nada, lo que pasaba entre esas cuatro paredes era que desayunábamos, comíamos, te haces un zumo de naranja, te peleas, te quieres… y te cuidan. Sin más.
Se habla mucho de crisis de valores pero yo creo que lo que existe es una crisis de empatía total y una crisis de esa ternura sin la cual es imposible que la vida se produzca
Otra constante en sus escritos es el rechazo, la dolorosa privación de la libertad de ser uno mismo, lo cual es una grave pérdida porque cada persona es única e irrepetible, palabra que da nombre a uno de sus libros. ¿En qué medida los roles machistas adquiridos lastran y perjudican también a los hombres?
En todos los sentidos. El hecho de que te digan que tienes que ser de una manera muy concreta, que ese hombre que tú tienes que llegar a ser requiere de una serie de comportamientos que pasan por una amputación de lo emocional: “Los chicos no lloran”, “los chicos demuestran su fuerza en público”, “pelea como un chico”… todos estos mandatos al final son una verdadera cárcel para lo que tiene que ver con saber quién eres tú y para tu emoción. Porque ese mandato lo que te viene a decir es que para ser aceptado por el resto de hombres no puedes mostrarte vulnerable. No puedes tampoco mostrar sentimientos sobre ello porque… ¡a ver qué van a pensar de mí!
Todo está relacionado también con esa presunción de heterosexualidad constante que pasa porque nunca nadie sospeche que yo puedo ser maricón y todo lo que los hombres hacen para evitar eso, que es mucho daño: daño a otros hombres gays para señalarlos y daño a mujeres porque las usan para demostrar su hombría frente al resto de hombres.
Cuando vi tan claro que existía ese gran ojo masculino al que todos los hombres deben pleitesía dije “¡guau, es que es así!” Y un ejemplo significativo es que cuando estás en un bar o discoteca y un chico se acerca a ligar, si mis amigas dicen que no, ellos insisten, una y otra vez, y a veces tienen que inventar que tienen un novio para que desistan. Es decir, el no de las chicas no vale, la voluntad no vale, vale más la “propiedad” de otro hombre. Ese es el ojo masculino y debe ser agotador. Yo porque no estoy ahí, ¡menos mal! (risas) Pero pude estarlo perfectamente como cualquier otro si no me hubiera pasado por el arco del triunfo mi masculinidad. Hubo un momento que yo también en mi adolescencia bajé mi tono de voz para que no se me notara la pluma, hablé de chicas como si me gustaran aunque no era verdad… y todo para que me aceptaran. Me parece una carga tan pesada, pasar por la vida de manera tan mediocre, tan a medio gas… Llegar a una edad adulta diciendo “no sé quién soy” o nunca haber dicho te quiero a un amigo, nunca haber abrazado a otro hombre por miedo a que lo que pudieran pensar de mí… Creo que lo que llaman crisis de los 40 son grandes crisis de masculinidad, y tiene que ver además con que hay algo en la masculinidad que les hace creerse inmortales. De pronto tienes que asumir que no es así aunque todo el entramado te ha hecho creer que sí, y hay una reacción de coche nuevo, novia nueva, todo nuevo… es una gran crisis de masculinidad. El feminismo es maravilloso también para los hombres porque viene a decirte que no tienes que ser ese hombre, que puedes mandar a la mierda esa idea de masculinidad, que puedes ser mucho más tú, más feliz… el feminismo también es felicidad para los hombres.
En sus textos no sólo habla de machismo, también sobre la discriminación del colectivo LGBTI, del acoso escolar… Al final todo podría resumirse en la máxima de la empatía, de tener respeto hacia las demás personas. Algo que pudiera parecer tan lógico y sin embargo a veces suena como una utopía. ¿Será que tenemos aún pendiente la revolución de la ternura?
Me encanta eso de la revolución de la ternura. Sí, absolutamente. Se habla mucho de crisis de valores pero yo creo que lo que existe es una crisis de empatía total y una crisis de esa ternura sin la cual es imposible que la vida se produzca. Creo que el cambio pasa porque los hombres se impliquen en los cuidados y no los cuidados de protección únicamente hacia lo que yo amo: mi madre, mi mujer, mi hermana… sino un cuidado hacia la vida, en sus inicios y en su final. Hasta que los hombres no asuman que han estado delegando esto en las mujeres y que las mujeres, al incorporarse al mundo laboral, han delegado a su vez en otras mujeres más precarias, hasta ese momento en el que los hombres no conciban que la vida también les incumbe, las cosas no van a cambiar. Creo que la verdadera revolución está ahí, en que los hombres empiecen a hacerse cargo de lo que les corresponde, tampoco se está pidiendo ninguna locura.