La acusada por el crimen del cráneo de Castro Urdiales, Carmen Merino, natural de Utrera y que durante años hizo su vida en Cádiz, aseguró tras el macabro hallazgo a una amiga suya que había podido "guardar" la cabeza de su pareja, Jesús María Baranda, y el "secreto tan gordo" de lo ocurrido meses antes "gracias a las pastillas". Así se lo manifestó la investigada, de 61 años, a la hermana de la mujer que en septiembre de 2019 abrió la caja que tiempo atrás le había pedido que guardara en su casa. La abrió, en una declaración en sede judicial recogida por Europa Press, por el mal olor que desprendía, descubriéndose así la muerte del jubilado vasco de 67 años.
Esta testigo compartió, en la noche en la que se destaparon los hechos, ambulancia con la procesada, pues cuando estaban las tres juntas en presencia de la Guardia Civil le dio un ataque de ansiedad y tuvo que ser trasladada a un centro sanitario. Y aunque no quería ir con ella, no le dieron "otra opción", por lo que las dos se sentaron atrás junto a un técnico sanitario.
Durante el trayecto, la mujer preguntó a Merino: "¿Cómo has podido guardar esto?", en referencia a "la cabeza" y al "secreto tan gordo", a lo que la acusada contestó: "Gracias a las pastillas", y ya no volvieron a hablar más del asunto en todo el recorrido, según consta en la declaración de esta testigo ante la titular del Juzgado de Instrucción número 3 de Castro Urdiales que investiga lo sucedido, a la que ha tenido acceso Europa Press.
Su versión corrobora que la única procesada por este caso entregó el paquete a una amiga suya, la hermana de la declarante, que explicó también que ésta abrió la bolsa "porque la iba a cambiar y la iba a llevar al garaje hasta que se la pidiese Carmen". La procesada se la había entregado meses atrás alegando que guardaba en ella "juguetes sexuales" y no quería que los viesen agentes en registros del domicilio por las pesquisas abiertas por la desaparición del Baranda.
"Cerrar las ventanas"
De este testimonio también se desprende que inicialmente, la noche que se descubrió el cráneo, el 28 de septiembre del año pasado, la acusada no fue a casa de su amiga. Pero más tarde, cuando llegó la Benemérita a la vivienda, los agentes solicitaron la presencia de la investigada en el lugar.
Antes de que llegara, las hermanas consideraron que era mejor "cerrar las ventanas" pues, según argumentaron, en alguna ocasión Merino les había dicho que cuando estaba en casa las cerraba "porque algunas veces como que la llamaba tirarse", comentarios que había hecho "mucho antes" de que desapareciera su pareja, en febrero de 2019.
Con posterioridad a esa fecha, el marido de la declarante cambió en "dos ocasiones" la cerradura de la vivienda de la acusada, pues "tenía miedo a que le entraran en casa" e, incluso, tenía "la sensación" de que así había sido. Además, la testigo declaró que su hermana, la receptora de la caja, tenía llaves de la vivienda de la acusada, en la calle Padre Basabe de la localidad, en la que había convivido con su novio desde hacía siete años.
Una relación que "siempre fue buena"
La declarante conocía a Merino y Baranda desde que empezaron a salir y, a su juicio, la relación de ambos "siempre" fue "buena", igual que la que mantenían con un hermano de la víctima. Esta testigo también apuntó que ella y su marido solían alternar con la pareja e incluso se fueron de viaje alguna vez. Además, le consta que el hombre —que había trabajado en un banco— pagó a la mujer una operación de la vista.
Finalmente, de su hermana, la que abrió la caja, aseguró que no tiene "ningún problema con la bebida", e indico que está soltera, sin que le conste que haya mantenido ninguna relación afectiva durante los últimos tres años.
Muchas dudas en torno al crimen
La acusada por el crimen del cráneo de Castro Urdiales aseguró la semana pasada, en su declaración ante la juez con la que rompió el silencio que había mantenido hasta ahora en torno a lo sucedido, que ella no tuvo "nada que ver" con la desaparición y fallecimiento de su pareja, y que tampoco tenía "ni idea" de qué ha "podido ocurrir".
Merino se encuentra en prisión provisional, en el centro penitenciario de El Dueso (Santoña), desde que se descubrió lo ocurrido hace ya más de un año. Durante los días siguientes, la Guardia Civil de Cantabria, con apoyo de especialistas de Madrid y con ayuda de perros, inspeccionó el piso de la pareja, terrenos que tenía el fallecido en la zona, y hasta se desplazó al vertedero de Meruelo, el más grande de la región, para informarse sobre tratamiento de residuos.
El hallazgo del cráneo desató todo tipo de conjeturas sobre lo ocurrido, y su identidad se determinó días después de su aparición por las pruebas forenses que se practicaron. El juez decretó el secreto de las actuaciones y lo prorrogó durante varios meses, hasta el pasado 30 de junio cuando se levantó, es decir, nueve meses después del hallazgo. Y en julio la Audiencia Provincial de Cantabria denegó la libertad provisional a la procesada al apreciar riesgo de fuga, entre otros motivos.
Más de un año después de lo sucedido quedan todavía por despejar muchas dudas sobre el caso, como el motivo del crimen, dónde se produjo o dónde se encuentra el resto del cuerpo del fallecido.