En casa de la familia Rodrigo Ramos, natural de Dos Hermanas (Sevilla), no se puede estar tranquilo, no se duerme, no se vive. Antonio y Julia son los padres de un joven de 16 años y de Víctor, otro chico de 13 que fue diagnosticado con dos años y medio de autismo e hiperactividad.
Desde hace dos años, el trastorno que padece el menor se ha agravado. La conducta de Víctor ha empeorado, come abusivamente, no duerme y su integridad corre en muchas ocasiones peligro. "Está fatal. Se agrede, se pone mal de los nervios. Él quiere calle, pero ve cualquier coche que se parezca al de mi padre y puede cruzarse la carretera. Se tira al suelo. Él no entiende el peligro de los coches. Y si no sale a la calle, se pone peor", cuenta su progenitor a lavozdelsur.es.
La unidad familiar está física y moralmente hundida, sin fuerza. De noche, Víctor no duerme y nadie puede descansar bien. Su hermano está notando en los estudios el problema que hay en casa. "No tiene la vida normal de un joven de su edad. Está un poco desmotivado por la situación", señala Antonio.
"Se agrede, se pone mal de los nervios. Tememos que pueda cruzar la carretera y cogerle un coche"
El pequeño de la familia es un niño que necesita mucha actividad física, pero sus padres no se la pueden dar por miedo a que sea atropellado o pueda pasarle algo a él o a alguien en la calle. "Hemos tenido que llamar en alguna ocasión a la Policía Local para que nos ayuden".
En los últimos meses, Víctor es incapaz de montarse en el autobús para hacer el trayecto de media hora que le separa del colegio. Su padre tiene que llevarlo en coche, pero necesita ir con un acompañante. Si fuera solo, la seguridad de ambos correría peligro. "Cualquier día va a ocurrir una tragedia, un accidente de tráfico o cualquier cosa. Entonces, las administraciones se lavarán las manos. Es muy triste todo".
Solo quieren una vida digna para Víctor
Padres, hermano y abuelos del menor están desesperados. Solo quieren una vida digna para Víctor y por esta razón solicitaron plaza en la Escuela Hogar del Colegio San Juan de Dios de Alcalá de Guadaíra. Personal docente y el psicólogo del centro entienden que es el lugar ideal, pero actualmente no puede acceder por un problema de plazas. Está en lista de espera.
En este centro, Víctor estaría asistido de lunes a viernes por profesionales que pueden atender todas las necesidades que requiere el espectro autista severo que sufre. "Estamos muy desesperados. Debería haber más plazas para casos así. Es penoso que no haya dinero y que la Junta no haga nada para tratar cosas así. Es vergonzoso", relata Antonio. "No tenemos vida, sobrevivimos. Cada mañana nos levantamos con miedo a que pueda hacerse daño o pueda hacer algo. Antes lo podíamos manejar, andábamos un montón con él y le gustaba ver la tablet, pero desde los once años es imposible".
Los Rodrigo Ramos no recuerdan desde cuando tienen una vida normal. No pueden ir a ningún lado. "No podemos ir a la calle o entrar a un bar. Nos la lía donde sea. Hacemos fuerza para reducirlo y que no lo pille un coche. Mis amigos me ayudan cuando salimos a la calle. Las noches son brutales. No para, no duerme. Se va al colegio con un sueño horroroso, allí se pone a jugar y ya sí regresa en el autobús dormido, pero al llegar a casa vuelve a activarse. Y quiere salir. Se pega cabezazos, se frustra. Intentamos sacarle a la calle, pero no podemos".
"Estamos muy desesperados. Debería haber más plazas para casos así. Es vergonzoso"
Antonio tuvo que dejar de trabajar para entregarse en cuerpo y alma, junto a Julia, al cuidado de Víctor. Y la pregunta del millón. ¿Quién cuida al cuidador? Recibe una ayuda que no llega ni a los 400 euros. Antonio trabajaba en Mercadona. Tuvo que dejarlo hace seis años porque era imposible conciliar lo laboral con la situación familiar. Los abuelos son mayores y no pueden quedarse al cuidado de Víctor. Con el día a día que tiene, Antonio no puede aspirar a tener un trabajo. Toda la atención se la lleva su hijo y ninguna empresa entiende que tenga que salir del trabajo si Víctor sufre alguna crisis o requiere su atención. Encontrar a un cuidador es una utopía por el alto coste que supondría.
Que Víctor y esta familia encuentren cierta estabilidad física y emocional pasa por la entrada del menor en el referido centro. La situación es insostenible y las administraciones deberían dejar de mirar hacia otro lado para atender las necesidades de los ciudadanos. La frase de Antonio duele: "Cualquier día va a pasar algo grave y será tarde". ¿A qué esperan las instituciones para mover pieza?