El programa de escuelas de verano de garantía alimentaria está saturado en la provincia. Hay lista de espera y las solicitudes se han multiplicado por tres, respecto a 2022, y por siete si se compara con las cifras de 2021.
Este proyecto de la Junta de Andalucía —desarrollado mediante subvención a través de distintos colectivos sociales, asociaciones y ONG— nació en 2008 y se ha mantenido sin interrupción hasta la fecha. Su objetivo es ofrecer actividades culturales y de ocio mientras asegura que los menores (de 3 a 16 años) reciben hasta tres comidas diarias.
Sólo en la ciudad de Cádiz se han cubierto 224 plazas y las solicitudes sin atender habrían dado para ocupar otras tantas
Para evitar la manipulación política, de la que este programa ha sido objeto en varias etapas, Cristina de Alba, una de las coordinadoras de la escuela en el colegio Gadir, en la ciudad de Cádiz, gestionada por Newproject, matiza que hace mucho tiempo que el principal objetivo no es combatir el hambre porque con la red asistencial actual es muy rato que los niños la sufran en la provincia. Las carencias en calidad y variedad de la alimentación sí son aún muy frecuentes.
Nuevas formas de necesidad
Ese avance social y colectivo no elimina todos los riesgos "porque hay otras formas de ser vulnerable. Se trata de que tengan una alimentación más saludable mientras reciben educación en valores, alternativas de juego o deporte, artísticas, distintas a estar en casa con una pantalla". Algunos de los alumnos son protegidos también, siete horas cada día como media, de un ambiente familiar conflictivo.
Un objetivo añadido viene a saturar las listas de solicitud y de espera en los últimos años. Cada vez son más las familias que piden acceder a uno de los trece centros educativos de la provincia que acogen escuelas de verano de garantía alimentaria, siempre gestionadas por diversos colectivos solidarios. El elemento que ha desbordado las previsiones, hasta multiplicarlas por tres o por siete es "la conciliación".
Los 'trabajadores pobres' tienen doble necesidad: ayuda para pagar servicios básicos y un espacio seguro donde dejar a los menores
Las familias formadas por los llamados trabajadores pobres se han sumado a las vulnerables según el concepto tradicional, es decir, monoparentales en zonas deprimidas, con todos sus miembros en desempleo, con enfermos crónicos o personas dependientes a su cargo. Las familias con uno o varios miembros trabajando pero con ingresos muy bajos tienen una doble necesidad: precisan del apoyo en alimentación y actividades que no pueden costear totalmente pero también necesitan un espacio seguro en el que dejarles mientras trabajan.
"Esto no lo habíamos visto nunca"
Estas personas que trabajan pero no pueden atender todos los pagos y servicios esenciales (vivienda, suministro eléctrico, digital y de agua...) han llegado a estas listas para engordarlas y llevarlas a "una situación que antes no habíamos visto nunca, ningún año". Así lo afirma María Vladimir Jiménez Bahamonde. Es la coordinadora de la asociación Alendoy que gestiona las escuelas de verano ubicadas en los colegios Adolfo de Castro y Campo del Sur.
Tanto Jiménez Bahamonde como Cristina de Alba coinciden en su diagnóstico. El efecto diferencial de este año respecto a los anteriores está en "los padres bastante jóvenes que tienen un empleo pero temporal o precario, con un sueldo bajo, de mil euros o menos. E incluso dos sueldos que no suman 1.500 euros mensuales y no pueden llegar a fin de mes, ni siquiera al día 15", detalla la primera. Esa sería la definición, sin que ellas la mencionen, de trabajador pobre.
La Junta invirtió el pasado año 4,65 millones en 114 escuelas de verano de este programa, que atendieron a 6.700 menores en toda Andalucía
Sólo en la ciudad de Cádiz, los tres centros acogidos al programa (Gadir, Adolfo de Castro y Campo del Sur) atienden a 224 menores este verano. Están repartidos en 124, 60 y 40, respectivamente.
Los últimos datos oficiales de la Junta de Andalucía, correspondientes al verano de 2022, aseguran que este programa tuvo y coste total de 4,65 millones de euros con un total de 6.700 menores en las 114 escuelas repartidas por toda la comunidad "y dar así un salto cualitativo y cuantitativo en la organización de estos programas".
Todo lleno
En la provincia de Cádiz, en este verano de 2023, los colegios que acogen escuelas de verano en el programa de garantía alimentaria son trece. Hay dos en La Línea de la Concepción, uno en Jerez, uno en Los Barrios, uno en San Martín del Tesorillo, tres en Cádiz, tres en San Roque y dos en Algeciras. Son, respectivamente, los colegios Virgen del Amparo, Carlos V, Pablo Picasso, Maestro Juan González, José Luis Sánchez, Gadir, Campo del Sur, Adolfo de Castro, San Bernardo, Sagrado Corazón, Gabriel Arenas, Alfonso XI y Santa Teresa de Jesús.
María Vladimir Jiménez y Cristina de Alba también coinciden en señalar que se habrían completado casi otras tantas plazas como las cubiertas este verano, dadas las listas de espera. De hecho, la coordinadora de Alendoy asegura que otros programa similares, aunque ajenos a esta línea de subvenciones de la Junta de Andalucía, también cubrieron todas las plazas nada más convocarse. Es el caso de varios ayuntamientos de la provincia y asociaciones como Márgenes y Vínculos, CEPA o Tierra de Todos.
La realidad postpandemia
La anterior consejera de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación, Rocío Ruiz admitía en la presentación de este programa en 2022 que es más necesario que nunca "especialmente tras la situación de emergencia social provocada por la pandemia que ha hecho que se multipliquen las necesidades sociales de un importante número de andaluces en cuestiones básicas como la alimentación".
"Nuestro objetivo es llegar a un sector de población muy vulnerable y garantizarle la alimentación en este periodo vacacional, permitiendo que mantengan una dieta equilibrada, saludable y suficiente al tiempo que participan en diversas actividades de ocio y educativas con otros niños y niñas", insistía entonces Ruiz.
La consejera detallaba hace un año que en aquella edición precedente del programa quería "dar un paso más allá para que las escuelas de verano, además de ser un refuerzo de garantía alimentaria, se conciban como un instrumento esencial para favorecer la conciliación de las familias con menores, especialmente en aquellos hogares que cuentan con una menor red de apoyos informales para ayudar en estos cuidados".
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