Un alcalde y más de 96 horas desesperadas: "No soy ningún héroe; hice lo que tenía que hacer"

Cuatro fallecidos, 58 positivos por coronavirus y 27 ancianos evacuados es el balance de una semana negra en el geriátrico de Alcalá del Valle. Rafael Aguilera, el alcalde del pueblo, permaneció cuatro días, junto a su equipo de gobierno y varios profesionales que resistieron, atendiendo a los 42 residentes. "Esto no se lo deseo ni a mi peor enemigo: o entraba, o los viejecitos no comían", asegura a lavozdelsur.es

rafael aguilera
rafael aguilera

Rafael Aguilera Martínez, que fue el concejal más joven de la provincia en recoger su acta tras las municipales de 1999 y que hasta el año pasado presidía la cooperativa agrícola de su pueblo —exporta a toda Europa 1,2 millones de litros de aceite y cosecha y transforma 800.000 kilos de espárragos—, ha vivido una de las peores semanas que recuerda en sus 41 años de vida. Este hombre de campo, activista social, miembro de mareas y marchas de la dignidad, que ha ocupado cortijos y bancos en plena crisis, y que ha sacado recientemente a su pueblo a la calle para frenar la instalación de una casa de apuestas en plena Sierra de Cadiz, ve la foto que circula por las redes sociales, derramando lágrimas de impotencia, y ni tan siquiera se reconoce.

“Soy muy fuerte, profundo, y no acostumbro a llorar, pero es que me rompieron el corazón”, reconoce el alcalde de Alcalá del Valle en una entrevista telefónica con lavozdelsur.es. Estamos en un pueblo de la Sierra de Cádiz de poco más de 5.000 habitantes que, como otros puntos del mundo, quedará ya marcado para los restos por esta peste del siglo XXI que llaman COVID-19. Aquí gobierna Adelante Andalucía (IU y Podemos), pero como en tantos otros pueblos, las personas están por encima de siglas e intereses partidistas.

Con esa foto a la que alude, Rafael, Rafi, como le conocen todos en el pueblo y en su partido, IU, se refiere a los instantes posteriores, en la mañana de este pasado martes, en los que 27 ancianos del geriátrico municipal Dolores Ibárruri eran desalojados del centro para ser evacuados y aislados a una instalación de la Junta de Andalucía en La Línea, a 125 kilómetros de allí. Las más de 96 horas que precedieron a ese momento tan doloroso son casi inenarrables. “Esto no se lo deseo a nadie, ni a mi peor enemigo”, reconoce Aguilera en conversación con este periódico.

Es miércoles por la noche y Rafael recibe la alerta: dos de tres trabajadores de la residencia de ancianos del pueblo han dado positivo por SARS-Cov-2, los dos primeros casos de coronavirus que salen a la luz en la serranía gaditana. Un día después, el jueves por la noche, ya eran 20 de 32 empleados de la residencia los contagiados. Aislados en sus domicilios para frenar el brote, el alcalde se queda prácticamente sin plantilla para cuidar a los mayores de la residencia. Será su equipo de gobierno y él mismo quienes ayuden a los empleados que quedan en pie, algunos con fiebre, para no dejar tirados a los abuelos. El viernes por la mañana, uno de los ancianos ya se encuentra enfermo en el hospital de Ronda y otro sale por su propio pie para el hospital de Villamartín con sintomatología leve.

La Junta de Andalucía retira las competencias al Ayuntamiento y asume el control del geriátrico. Anuncia la contratación temporal de una empresa que llega al centro con un solo empleado, su directora. Hasta el domingo por la noche no se publicará en redes sociales que buscan con urgencia todo tipo de perfiles para trabajar en la residencia de ancianos de Alcalá del Valle. Antes, en la mañana del sábado, se confirma el primer fallecimiento de un interno, el abuelo que había salido 24 horas antes del centro con síntomas leves. El domingo por la tarde, sobre las seis, el alcalde recibe otro varapalo: de 42 residentes, 38 son positivos.

El lunes, cuando Rafael Aguilera conmueve a toda España con su grito desesperado vía rueda de prensa de Facebook, reclamando aislar al pueblo, pidiendo medios humanos y materiales, solivianta a la Junta de Andalucía poniendo en evidencia su falta de respuesta, coordinación y medios. Pero ya hay cuatro fallecidos y es difícil precisar cómo ha afectado la propagación de la pandemia al resto de la localidad serrana. Un día después del desalojo, en contra de la voluntad de los familiares de los ancianos y con los abuelos recibidos a piedras por un grupo de salvajes y con escolta policial en La Línea, la Delegación de Salud llama a Rafael Aguilera para que vaya al Hospital de Jerez a hacer un test rápido de COVID-19. Acuden finalmente al pueblo a tratar de practicarle la prueba, pero el alcalde se niega.

—¿Por qué se negó a hacerse la prueba?

—Lo único que he pedido es que se lo hagan primero a los trabajadores, luego a mis vecinos, y luego a mí. Me llaman el miércoles, solo a mí, para que vaya a Jerez, pero yo digo que no me lo voy a hacer si no se les hace a mis trabajadores antes. Porque si me la hago y doy negativo, es que para el alcalde sí hay test y para los demás no; y si doy positivo dirán que soy un irresponsable transportando el virus de un lado para otro. Yo estoy aquí confinado, y no hay argumento médico por el que puedan decir que yo sí y los trabajadores no. Me quisieron venir a decir que había gastado un test insolidariamente porque ese test ya no se le podían poner a otro. Lo que no podía consentir era tener un trabajador detrás y que no se le hicieran a él, y a mí sí. Pero no consintieron, dijeron que venía de Jerez el test con un código o no sé qué historia y al final me negué a hacerme la prueba, y creo que hice lo correcto porque si lo hago se acabaron ya las muestras en mi pueblo.

—¿Por qué cree eso?

—Primero, porque el alcalde quedaría desacreditado diciendo ellos —la Consejería de Salud de la Junta— que no hay test para nadie, pero el alcalde ya se ha buscado la fórmula para hacérselo. A pesar de que son ellos los que me están obligando, intentarían por todos los medios hacer ver que yo he jugado con el cargo. Y segundo, si doy positivo, pues también pueden hacerme mucho daño difundiendo que he podido ser transmisor del virus. En definitiva, si me hago las muestras estaba perdido. De esta manera, tengo mi conciencia tranquila porque esto era una encerrona.

Aguilera, en rueda de prensa, ante el geriátrico de la localidad.

—Una semana antes de eso, ¿cómo recuerda que se desencadenaron los acontecimientos entre el jueves y el viernes de la semana pasada?

—Yo me quedé sin plantilla, pero el decreto permitía que los negativos se quedaran, y yo no tenía capacidad de reaccionar. Les digo a los que habían dado negativo que si quieren pueden ir a trabajar, con el compromiso de que fuese en tanto en cuanto la Junta se hiciera cargo de la residencia; eso fue el jueves de madrugada, y el viernes se quedan con la residencia (la Junta), pero hasta el martes aquí no viene nadie. Solo vino una chavala de una empresa que habían concertado, y eso es cierto. Vino una directora, a la cual le tengo que agradecer también el enorme esfuerzo, trabajo y profesionalidad que ha tenido en los dos días que ha estado aquí, pero como comprenderás una directora sola no se puede hacerse cargo de la cocina, de la limpieza, de lavarlos, acostarlos y ponerles la medicina. Tienen que venir cocineros, limpiadores, auxiliares y enfermeros.

—¿En ese momento usted y su equipo de gobierno deciden remangarse?

Efectivamente, cuando vimos que había falta de personal. La noche del viernes no había ya toallas para lavar a los abuelos porque las dos limpiadoras estaban de baja, aisladas, cumpliendo con el protocolo, y no había ni sábanas, ni mantas para cambiar las camas. La ropa en la lavandería llegaba al techo, un auténtico desastre. Entonces, dos concejales se pusieron como locos a poner lavadoras y secadoras. La comida, ídem de lo mismo. Había que ayudar a atender a las mesas, no había auxiliares suficientes porque la mayoría estaba de baja. Y así sucesivamente, una cadena de despropósitos, y esa ha sido la situación. Y ahora me quieren tachar de imprudente. Es cierto que yo he entrado en la residencia sin los equipos de protección, pero es que no los tenían ni los enfermeros, y lo que no podíamos era dejar tirados a los abuelos desde el viernes que ellos se quedaban con las competencias hasta el martes. Si yo no hubiera tenido ese compromiso con los trabajadores, que trabajaron con fiebre en turnos de 18 horas, porque eran muy pocos, qué habría ocurrido…

—¿No hubo previsión alguna por parte de la Junta de Andalucía?

No hubo previsión. Y las decisiones se tomaron a salto de mata. Nunca pensé esto. Siempre he sido muy crítico, inconformista, siempre he querido más y de mejor calidad para todo el mundo, pero nunca iba a creer que lo que me ha ocurrido en Alcalá pudiera ocurrir. He sacado a seis personas muy graves por día para el hospital. A mí se me han fallecido cuatro personas: un día uno, otro día dos y otro día otro. Y cada día, seis personas graves para el hospital. Es que yo creía que si no daba ese golpe en la mesa iba a haber una carnicería.

He sacado a seis personas muy graves por día para el hospital. A mí se me han fallecido cuatro personas: un día uno, otro día dos y otro día otro

—¿Si usted el lunes no da esa rueda de prensa cree que no habría habido reacción por parte de la Junta de Andalucía?

—No, no. Ten en cuenta que después de estar los abuelos subidos al autobús el martes me llamaron de la Consejería de Igualdad diciéndome: alcalde, le llamo por orden de la consejera, ¿qué necesita usted para seguir atendiendo a los mayores? A mí aquello me sonó de película. Lo escucharon los medios, me pilló en directo en una entrevista. Les dije: ¿pero no saben que se llevan a los abuelos? Y me dijeron no. Me quedé anonado y se ve que había sido Salud quien había ordenado el traslado y la competencia de Igualdad no se había enterado. Eso es lo que yo he vivido aquí.

—Da la sensación de que lo que más molestó de esa rueda de prensa es que usted dejara en evidencia ante todo el país el pésimo funcionamiento de toda una maquinaria como tiene la Junta de Andalucía. 

—Efectivamente. Arrojan porquería sobre los demás porque es la mejor forma de intentar desprestigiar y seguir desviando la atención. Y además es que estaban apareciendo como victoriosos en esta batalla. Pero yo ninguna de esas cuestiones las había pensado, yo lo único que pensaba era en dar un golpe sobre la mesa por lo que me estaba ocurriendo.

Rafael Aguilera, alcalde de Alcalá, llora durante el traslado de los ancianos de residencia. FOTO: Juan Jesús Barriga/ FibrAlset TV

—¿Le ha dolido que desde el ala PP de la Junta de Andalucía, con las competencias de Salud, encima le hayan acusado de alarmista, de desleal?

—Efectivamente, eso me ha indignado. Lo último ha sido que se ha entrado con el morbo en los medios diciendo que yo tenía que dar ejemplo y hacerme la prueba, pero a lo mejor yo considero que dar ejemplo es que primero se hagan la prueba mis trabajadores, y luego yo.

—¿Usted se considera un héroe?

—Yo no soy ningún héroe, yo soy una persona que tengo sentimientos humanos como los puede tener cualquier vecino. Y a ese sentimiento se le han juntado la impotencia y la rebeldía de pegar un golpe y decir: qué va, hombre, esto no puede ocurrir. He hecho lo que he considerado que tenía que hacer como responsable máximo de mi pueblo, que era meterme yo allí porque no había nadie que los atendiera y sin atenderles no los podía dejar. Ningún vecino podía entrar porque no teníamos equipos de protección y podían ser transmisores del virus, personal no tenía, y tenía dos opciones: o entraba, o los viejecitos no comían, que era hacer omisión de mi deber de socorro. Y ante eso, entramos.

Rafael Aguilera, alcalde de Alcalá del Valle. FOTO: RTVE

—También le han acusado de hacer partidismo.

No. He sentido el calor de los alcaldes colindantes, de Setenil, de los alcaldes de IU en la provincia, del coordinador provincial, Fernando Macías; de la parlamentaria Inmaculada Nieto, pero después tengo que decir que a mí me ha atendido muy bien la consejera de Igualdad, Rocío Ruiz. Es verdad que en ese arrebato de impotencia metí a todo el mundo en el saco, pero la consejera de Igualdad me ha atendido muy bien cada vez que la he llamado. El vicepresidente Juan Marín me atendió muy bien, me puso a dos consejerías a funcionar… Pero el problema que he denunciado es que el sistema no funciona, que no ha habido capacidad de dar respuesta a un pueblo pequeñito, a un caso aislado; me pregunto qué habría ocurrido si hubiera pasado en diez pueblos a la vez.

Entonces, a mí me han atendido bien. Como también lo ha hecho la parlamentaria Noelia Ruiz, del PSOE, que ha estado codo con codo… pero al final, a las nueve o las diez de la noche todo el mundo apagaba el teléfono y se acostaba, y yo me quedaba con mis mayores viendo si había oxígeno o habían comido o no. Ahí me he sentido solo porque no he tenido una respuesta institucional coordinada y con medios al problema tan grave que había. Desde mi punto de vista, la delegación de Salud de Cádiz era un caos total, desbordada. No daba de sí. No digo que sean malas personas, ni que yo sea más humano que ellos. Pero están en una responsabilidad y quiero pensar que funcionan así por no tener herramientas y porque esto les sobrepasa, no digo que sea por inhumanidad o porque sean incompetentes, que lo puedo pensar, pero entiendo que ella (por Isabel Paredes, delegada territorial de Salud) no tenía los medios; no entiendo que quiera permitir que sea muera nadie, pero la realidad ha sido la que ha sido.

Yo estoy bien, estoy fuerte, aislado en mi casa, cumpliendo con las recomendaciones y ya está

—Es viernes, ha pasado una semana. ¿Cómo se encuentra ahora?

—Estoy bien, estoy fuerte, a fecha de hoy no tengo ningún síntoma; me pongo a trabajar a las ocho de la mañana, teniendo reuniones por videoconferencia con los alcaldes, con mi equipo de gobierno, con mi organización política, haciendo llamadas a la Junta, al Ministerio, intentando conseguir que a mi pueblo se le hagan los test rápidos, porque se me está extendiendo el virus y quiero saber en qué porcentaje está la extensión de ese virus… Yo estoy bien, estoy fuerte, aislado en mi casa, cumpliendo con las recomendaciones y ya está.

—¿Tiene un cálculo de cuantos contagios puede haber en Alcalá del Valle?

—Puedo decirte que puede haber cien personas con síntomas, con fiebre, en sus casas. No tengo todos los datos, pero si preguntamos al centro de salud, que ellos por los síntomas hayan aislado a cien personas no digo que no. Que después sean o no sean, bueno, pero la gente llama porque siente asfixia o tiene fiebre y, como es lógico, llama al centro de salud. La respuesta, sin hacerte la prueba, es darte las mismas recomendaciones que si fueras positivo. Te aíslan, te ponen en cuarentena y ya está. Por eso no sabemos cuánta gente hay, porque no se hacen los test rápidos.

—¿Hay mucha inquietud en el pueblo?

Muchísima (silencio). Muchísima. Hay determinada gente que vive con personas de riesgo, esto es mucho más serio incluso de lo que se está hablando. Yo llevo nueve días sin ver a mi abuela, que tiene 103 años, y hay familias muy asustadas. Hoy me llamaba una chavala llorando porque su hermano tiene discapacidad y lleva tres días con fiebre; el médico le ha dicho que son todos los síntomas del COVID-19, y ese chaval es de alto riesgo; entonces, hay personas que tienen familiares que, aunque no tengan el contagio, se lo podemos transmitir porque son de alto riesgo y, sin embargo, ahora mismo están conviviendo con ellos. Estamos agravando más la situación. Nosotros podíamos tener la guardería, por ejemplo, para todos esos casos que se confirmaran, meterlos y al menos separar a aquellos que tienen familias vulnerables o de alto riesgo, pero es que para eso tenemos que saber y para eso se tienen que hacer los test.

Se los llevaron de aquí porque decían que no cumplíamos el aislamiento y los tienen allí en un salón diáfano, a un metro una cama de otra. La medicación, ni las comidas las tienen controladas

—¿Tienen constancia de cómo pudo llegar el coronavirus al pueblo?

—Ni idea. Los vecinos andan por todos lados: viajamos, vamos a la costa, emigramos, hay estudiantes...

—¿Ha vuelto a tener noticias de los abuelos trasladados?

—He mandado una carta a la consejera de Igualdad y a la delegada de Salud sobre los abuelos, informándoles de que ni las comidas, ni la medicación las tienen controladas, y no tienen ni siquiera televisión. Tienen que hacer los controles de la carga viral a todos los pacientes cada dos días como marca el protocolo, pero tampoco se les están haciendo. Se los llevaron de aquí porque decían que no cumplíamos el aislamiento y los tienen allí en un salón diáfano, a un metro una cama de otra, cuando aun siendo positivos tú y yo, son virus diferentes y nos los podemos transmitir. Agravamos más el problema. Lo he puesto en conocimiento de la Junta, ayer la delegada de Salud no me echó cuentas, y yo lo he dejado por escrito, y seguiré mandando escritos para que quede registro, porque si mañana hay desgracias, yo por mi parte lo he comunicado.

—¿Todos en los internos en la residencia son de Alcalá del Valle?

—Del pueblo hay una parte, hay otros de San Fernando, de Algeciras… estaba abierto a toda la provincia.

—¿Qué le han dicho sus familiares?

—Los familiares no querían que se fueran sus mayores. Querían que se quedaran aquí. Me decían: alcalde, donde se los lleven van a estar peor que con usted, no deje que se los lleven.

Pero usted no pudo cumplir su palabra.

—Efectivamente. Yo pedí enfermeros y me mandaron a la Guardia Civil. Me equivoqué o no se enteraron ellos bien.

—¿Su pueblo está con usted?

—Yo siento el calor de mi pueblo. Pero de todas las fuerzas políticas. Hay cosas que no pueden empañar la filiación a un partido u otro, hay evidencias ante las que hay que arrodillarse pienses como pienses, votes lo que votes, o seas de las siglas que seas, y eso se ha puesto de manifiesto en esta residencia. Y siento el calor de mi pueblo, independientemente de lo que vote cada uno.

Sobre el autor:

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Paco Sánchez Múgica

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Fundador y Director General de ComunicaSur Media, empresa editora de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero'.

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