Ayer en España ocurrieron muchas cosas, seguro que estuviste informado de los nuevos casos de la pandemia, de los debates políticos, de cuándo podrá pasar de fase tu territorio en la desescalada, pero además ayer en España pasó una cosa que quizás pasó inadvertida. Ayer 27 de mayo tuvimos el dudoso honor de acabar con todos los recursos que la naturaleza es capaz de regenerar en un año en España. ¿Y eso qué significa?
Significa que en menos de cinco meses en España hemos agotado nuestro presupuesto ecológico de todo el año, y que a partir de ahora gastaremos un capital natural que ya no se podrá regenerar. Por tanto, a partir de hoy estamos generando una deuda ecológica que será contraída por las siguientes generaciones.
Todo lo que consumamos a partir de ahora será un bocado que alimente nuestro consumo presente, abocando a nuestros hijos y nietos a disponer de cada vez menos bocados en su presente del futuro. Todo ello se mide en base a un indicador del impacto ambiental generado por la demanda humana que se hace de los recursos existentes en los ecosistemas del planeta, relacionándola con la capacidad ecológica de la Tierra de regenerar sus recursos, la denominada huella ecológica.
A nivel global, en el año de mi nacimiento, 1966, la humanidad consumía alrededor de dos tercios de los recursos naturales disponibles en todo el Planeta. El año 1986 fue el último año de equilibrio entre lo que consumimos y dicha regeneración propia. A partir de ahí la cuenta regresiva da escalofríos sólo de escribirla: en el año 2000 consumimos los recursos disponibles el día 1 de octubre. En 2014 el 19 de agosto. En 2019 el 27 de julio. Y este año 2020, aún a pesar de las medidas de confinamiento por medio mundo que han disminuido el consumo en el primer semestre, se prevé que llegará aún antes.
Si todos los habitantes del planeta consumiesen como en España, necesitaríamos 2,5 planetas para satisfacer las demandas, y si todas las personas optasen por el modo de vida de los Estados Unidos, se necesitarían 5 planetas a nuestra disposición.
Es palmario que la vuelta a la normalidad no puede ir por el mismo camino, con los mismos objetivos, y similares condicionantes, de hacerlo cometeríamos un error tan grave como imperdonable, porque si algo nos ha enseñado la pandemia es que ante hechos insospechados hemos reaccionado con celeridad y urgencia, poniendo a la ciencia y su saber al mando de las decisiones. Por tanto ante realidades que desde el mundo científico, social y político se llevan años investigando y documentando, tenemos todas las opciones para dar respuestas firmes y ambiciosas antes que sea demasiado tarde.
La organización Global Footprint Network (GFN) calcula que si cada año consiguiéramos atrasar cinco días el Día de la Sobrecapacidad, en 2050 se podría volver a vivir dentro de los límites del planeta. Como no hay planeta B, (y ni mucho menos cinco), debemos actuar ya y no esperar a que el colapso nos golpeé, buscar modelos alternativos hacia una transición urgente y justa de la economía, desde el modo de alimentarnos, desplazarnos, consumir, producir energía, hasta cerrar el círculo en una sociedad de residuos cero, conseguirlo será un reto que nos atañe a todos, gobiernos, administraciones, empresas, colectivos, sindicatos, individuos,…, todos podemos hacer algo y cuanto antes lo hagamos, más barata será la cuenta a pagar por ello. No hacer nada (o hacer lo mismo) ya no es una opción a elegir.
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