Pasadas las siete y media de la tarde, la imagen del Señor del Gran Poder salía por la puerta de San Miguel de la Catedral sevillana precedido por más de un millar de hermanos que, con cera color tiniebla, conformaron el amplísimo cortejo que condujo a esta imagen de regreso a su basílica. Misión cumplida. Tras tres semanas de permanencia del Señor en los Pajaritos, San Enrique y Santa Teresa, el primero de estos barrios situado entre los más deprimidos de España, en la noche de este sábado cerró esta Santa Misión, que se sitúa entre las iniciativas que la hermandad de San Lorenzo ha puesto en marcha por los 400 años de la hechura de la imagen. Asimismo rememoró lo que sucedió en la década de los sesenta del siglo pasado en lo que fueron las santas misiones.
Si Sevilla fue una gran expresión de fe y pasión, también se desbordó por la muchedumbre que se citó en la ciudad, venida de prácticamente todo el país. El recorrido estuvo acompañado por una marea humana que llenó calles, plazas y avenidas, una respuesta esperada por el efecto llamada que provoca el Gran Poder cada vez que pisa la calle. A diferencia de los tres traslados precedentes, el culminante del sábado fue tan singular como debía de ser. Primero, el Señor fue en su paso de salida procesional con sus cuadrillas de costaleros, el cortejo de hermanos fue soberbio y, además, como añadidos sobresalientes, la música sonó en dos puntos estratégicos, en el andén del Ayuntamiento y en La Campaña.
En la primera localización, la corporación municipal recibió a la imagen mientras que la Banda Sinfónica Municipal de Sevilla interpretó las marchas Macarena, que se oyó hasta tres veces, y Soleá dame la mano. Ambas composiciones dedicadas a las dos esperanzas de la Madrugá. Entre tanto sonaba la banda, el paso reviró ante la puerta de reloj del consistorio para después seguir avanzando hacia calle Tetuán hasta alcanzar la segunda de las localizaciones especiales. En la Campana la banda de la Centuria Macarena hizo una ofrenda musical que consistió en la interpretación de seis marchas; una de las elegidas fue Defensión creada por un componente de la banda y dedicada al crucificado jerezano. Recordar que La Centuria toca el Martes Santo tras el Cristo de la Defensión, de Capuchinos.
El final de todo se empezó a percibir desde plaza del Duque en adelante cuando ya se entró en un entramado de calles más íntimas de centro urbano. Las apreturas fueron mayores y el público, pese a lo fría de la noche, no quería abandonar las sensaciones que ofrecía una tarde plenamente cofrade y llena de las más severas esencias devocionales sevillana. Los horarios casi se cumplieron. Fue un éxito de organización sin duda alguna teniendo en cuenta lo imposible que fue alcanzar la sincronización prevista sobre todo por la muchedumbre, que en las zonas más estrechas frenaban el caminar largo y racheado con el que acostumbra el Señor a avanzar por las calles.
Así fue un 6 de noviembre para la historia. Y no solo un día, también las semanas en las que el Señor de Sevilla fue más allá de la híspalis de la tradición y del rancio abolengo para encontrarse con los más pobres de los pobres o con los enfermos o con los mayores o con sus devotos a los que los impedimentos de sus encierros por los ‘males’ de la vida, solo tenían la cercanía de ese rostro pleno de unción sagrada en una ajada estampa o en un calendario ya pasado de años. Felicidades Sevilla.