Coincidiendo con el treinta aniversario del cuarto viaje apostólico de San Juan Pablo II a España, en junio de 1993, los Obispos del Sur de España han publicado la Carta pastoral ‘María Estrella de la Evangelización. La fuerza evangelizadora de la Piedad popular’. Este documento llama la atención a las hermandades sobre su necesaria y continua purificación, añade un mayor compromiso con la evangelización, advierte de que la “sagrada” liturgia no puede ser superada por la piedad popular y que las manifestaciones públicas de fe -procesiones- no caigan en el secularismo y la descristianización que observan los prelados.
Con referencias a los papas, especialmente a Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, la carta pastoral viene a meter en cintura al mudo cofrade, eso sí, con cariño y total reconocimiento de la importancia de las hermandades en la vida eclesial, además de reconocer su valía. De ahí este documento en las vísperas de un año jubilar en el que en lo cofrade solo se habla de magnas y extraordinarias. Como dice la epístola, son “orientaciones que ayuden a mostrar su fuerza evangelizadora, las hermandades, y favorezcan su purificación, siempre necesaria”.
Los obispos recuerdan la importancia de la Liturgia: “Es importante que las prácticas devocionales no alteren las celebraciones litúrgicas”, con especial énfasis en la misa dominical. El texto sigue con una referencia al Papa Francisco que ha invitado a las Hermandades a celebrar el Jubileo de 2025 en el que no se explicita nada sobre exponer en las calles ese año santo; más bien “recorrer el camino tras las huellas de Cristo, la escucha cotidiana de la Palabra de Dios (…) proponiendo proyectos comunitarios de formación, en contacto con la Iglesia local, los obispos y las diócesis…”.
Vocalías de iniciación cristiana
Un mandato claro aunque se viste como recomendación: junto a las vocalías de infancia y juventud, en las Juntas de gobierno de las Hermandades exista también una vocalía de iniciación cristiana: "Se entiende así, que solo pueden formar parte de una junta de gobierno quienes hayan completado su iniciación, habiendo recibido los sacramentos del Bautismo, Confirmación y Eucaristía, junto con el hábito de la Confesión sacramental”.
Al hilo de esto, la carta señala que las hermandades “están llamadas a ser escuelas de vida cristiana”. También “ser refugios de misericordia, donde se ofrece el consuelo a tantas personas heridas, pero también, como recuerda el Papa Francisco, saliendo al encuentro de las heridas de nuestros contemporáneos y haciendo de la Iglesia un hospital de campaña”.
A lo anterior se suma que su función evangelizadora también se materializa “por el camino de la belleza, con la veneración de las imágenes y las procesiones, que han de cuidarse para que sean auténticas manifestaciones de fe”.
Advertencias y reflexiones
La carta pastoral consta de 24 páginas en las que se desgranan cada uno de los frente en los que los prelados entienden que debe sustentarse la vida en las hermandades en comunión con la Iglesia. Está firmada el 14 de junio por los dos arzobispos andaluces, los ocho prelados de las diócesis existentes en la región y los dos obispos auxiliares de Sevilla.
Tan extenso documento está soportado en numerosas citas de los papas Juan Pablo II, principalmente, Benedicto XVI y el Papa Francisco así como de diferentes directorios de la Santa Sede. De lo que se afirma y expone destaca lo siguiente:
- Si la piedad popular perdiera su raíz evangélica y eclesial, y se convirtiera en mera expresión folclórica o costumbrista, traicionaría su verdadera esencia
- Pasados 30 años de la vista de san Juan Pablo II los fenómenos del secularismo y la descristianización afectan también gravemente a realidades y expresiones vinculadas a la piedad popular
- Los obispos inciden en el término piedad popular en vez de religiosidad popular, “que el solo ejercicio de ciertas prácticas de piedad no puede ser considerado manifestación auténtica de la fe
- No tiene sentido reivindicar unas formas de piedad que sembraran la división entre los miembros de la Iglesia.
- Se pueden introducir en el culto cristiano elementos ambiguos, procedentes de creencias precristianas, o simplemente expresiones de la cultura y psicología de un pueblo o etnia; se puede crear la ilusión de alcanzar la trascendencia mediante experiencias religiosas viciadas; se puede comprometer el auténtico sentido cristiano.
- Estos riesgos se ven incrementados por la cultura mediática, que ha llevado a acentuar los aspectos emocionales y sensacionalistas de los fenómenos religiosos, a veces únicamente por intereses económicos.
- No se debe confundir solemnidad con pomposidad, ni sencillez con mezquindad. Los añadidos devocionales a la celebración no la hacen más solemne
- Es preciso que los ejercicios piadosos se organicen teniendo en cuenta los tiempos litúrgicos, de modo que vayan de acuerdo con la sagrada Liturgia.
- No faltarán quienes quieran servirse de las hermandades para sus intereses personales o quienes las usarán para convertirlas en meras conservadoras de antigüedades, como se custodian las piezas de un museo, o para reducirlas a meras organizadoras de eventos festivos.
- Como peregrinos de esperanza, aprovechemos la celebración del Jubileo de 2025 para fortalecer el vínculo de la piedad popular con la oración, de modo que sus expresiones formen parte de la “gran sinfonía de oración” que estamos llamados a vivir como preparación a la gracia jubilar.
- Hay que vigilar constantemente los aspectos ambiguos de algunas de sus manifestaciones, preservándolas de desviaciones secularistas, consumismos desconsiderados o también de riesgos de superstición, para mantenerlas dentro de formas auténticas y juiciosas.
- La fe tiene que ser la fuente principal de la piedad popular, para que ésta no se reduzca a una simple expresión cultural de una determinada región
- La piedad popular puede derivar hacia lo irracional y quizás también quedarse en lo externo.
- Francisco ha invitado a prepararse al nuevo Jubileo de 2025, ha propuesto tres líneas fundamentales para recorrer ese camino: caminar tras las huellas de Cristo, como caminar juntos y caminar anunciando el Evangelio.
- Si la pertenencia a una hermandad no convierte en mejores católicos a sus miembros, de poco o nada sirven sus esfuerzos.
- Las tareas no deberían centrarse prioritariamente en mejorar su patrimonio material, sino en el cuidado espiritual y corporal de quienes forman la Hermandad. La riqueza de una Hermandad son las personas y, entre ellas, especialmente, las más necesitadas.
- Nada hay más contrario a la vida de una Hermandad que las divisiones y enfrentamientos entre quienes la forman. Nada más alejado de una persona que se dice cofrade o de hermandades, que vivir en contra de la enseñanza de la Iglesia en materia de fe y moral.
- Las Hermandades no están para el espectáculo externo, sino para el cuidado de la vida interior de sus miembros, de modo que toda manifestación pública y externa de fe, sea auténtica y no fingida.
- Junto a la correcta comprensión de la veneración de las imágenes se deben cuidar especialmente las procesiones para que sean auténticas manifestaciones de fe
- La degeneración de la misma procesión que, de testimonio de fe acaba convirtiéndose en mero espectáculo o en un acto folclórico