Si las vísperas de la Semana Santa, el Viernes de Dolores o el Sábado de Pasión, son días luminosos llenos de júbilo, el Jueves Santo supone el principio del fin, la primera parada de un epílogo que sucede rápido, a paso de agua, por mucho que queramos ese final eterno que nos deja la trasera de un paso de palio al alejarse. Quizás, este fin comience aún un poco antes, con los últimos acordes de Amarguras de Font de Anta en Angustias o las saetas al 'Prendi' en Porvera. Después de esto, todo es efecto dominó y el contador vuelve a marcar 365 días.
Me pregunto si este principio del fin lo será también para algunas hermandades antiguas, o para la Semana Santa que conocemos. Escribo estas líneas con la tristeza que da saber que en estos momentos la Esperanza de San Francisco está atravesando el dintel de la iglesia conventual sin haber realizado estación de penitencia a la Catedral por problemas con la cuadrilla de costaleros de la Virgen. Es desolador imaginar el dolor que sentirán sus hermanos —y por extensión todos los cofrades de Jerez—; a su vez, imagino que esto es como los partes meteorológicos: habría indicios suficientes como para tener un pronóstico claro, pero aun sabiendo los nubarrones que venían, las personas nos agarramos a los claros, a ese "azul traicionero".
Quiero pensar que a veces más que el ego manda la ilusión, el pensar que todo se puede, pero toca reflexionar profundamente sobre esto que ha pasado en la Noche de Jesús. Más allá de este sinsabor, no es tiempo para declarar que esto sea una "vergüenza" para nuestra Semana Santa, primero toca mandar apoyo y con la calma pasar a fase de reflexión y empezar a trabajar para que esto no vuelva a pasar nunca con ningún paso. Sin duda, esta historia marcará un antes y un después y supondrá una brecha gigantesca para reflexionar sobre la realidad de las hermandades.
Es cuanto menos curioso pensar en que apenas unas horas antes, la Hermandad de la Redención, una de la 'nuevas', atravesara la calle Larga manteniendo a todo el público en vilo, que acudía estupefacto a este derroche de poderío sin parar de aplaudir ni un solo momento. Una cofradía sin complejos que está sabiendo hacer cantera con los elementos que más crean fervor hoy en día: pasos de misterio y una coreografía perfecta al ritmo de cornetas y tambores. Esta fórmula, de momento, les ha servido para hacer vibrar a una Carrera Oficial que normalmente y salvo puntos estratégicos supone un mero trámite.
Este bullicio ha contrarrestado enormemente con lo vivido apenas horas después, cuando la Hermandad de las Cinco Llagas ha tenido que recorrer veloz la calle Larga en busca de su templo. Según ha podido saber este medio, incluso gente de calle ha tenido que meterse bajo el paso atropelladamente para que pudiera reanudar la marcha ante la extenuación de su corta cuadrilla. Casi en paralelo, la hermandad de la Misión Redentora, con sede en Picadueñas, entraba por primera vez en la historia en Carrera Oficial. Unas hermandades vienen empujando por detrás, pero parece que en esta tensión algunas se estuvieran quedando fuera. Esto sucedido con la Esperanza de San Francisco habla de la pérdida de vínculos en algunas hermandades del centro histórico, una zona que ha sufrido un fuerte despoblamiento en las últimas décadas y que inevitablemente influye para la consecución de nuevos hermanos jóvenes que sigan la senda de sus padres y abuelos. Las hay que mantienen su ímpetu, como los Judíos de San Mateo, pero cada año va a costar más sostener esta llama viva.
Las que nunca han sido tan populares, lo tienen aún más duro. Si a esto se le suma estar en una jornada difícil como es la Madrugá y ser una hermandad de silencio, el asunto se pone francamente complicado. Y si a todo esto añadimos que se trata de una dolorosa bajo palio, ya tenemos una ecuación desastrosa. Ya sabemos aquello de "Sevilla es mariana y Jerez cristífera". Aquí, salvo excepciones, los palios andan solos y se nota que ni bandas ni cuadrillas se miman igual que los misterios. Para muchas, es un alivio que los palios sigan siendo el "pequeño secreto" de la Semana Santa, como esa playa paradisíaca y perdida que aun la gente no se ha animado a descubrir.
El Domingo de Ramos, sin ir más lejos, se escuchó una bronca entre los costaleros de la Virgen de las Misericordias, algo no iba bien a la altura de Plaza Peones y una de las estampas más icónicas de la nuestra Semana Santa, como es ver a la dolorosa del Transporte en la noche, se enturbió por este rifirrafe público. Apenas había una decena de personas alrededor del paso en ese momento, pero los respiraderos es lo que tienen, que se escucha todo, lo bueno y lo malo. También con el Patrocinio el miércoles, el capataz o uno de los contraguías pidió calma y "solucionar después las cosas". Curiosamente, Álvaro Barba Hidalgo es capataz del Patrocinio y de la Esperanza de San Francisco. En este sentido, muchas voces apuntan a falta de responsabilidad, probema de egos y malas gestiones por parte de la Junta de Gobierno, algo que seguramente también haya que analizar.
En lo que va de Semana Santa he recorrido 72.791 pasos para llegar a este Jueves Santo. Unos 42 kilómetros entre San Mateo, San Miguel, San Pedro y Santiago, para volver a reconectar con una Semana Santa que se quedó en pausa en 2020. Tantas ganas había que, en un día claramente lluvioso, pudo más el corazón que la razón y muchas se lanzaron a la calle, con el consiguiente debate público que se genera después de una gran mojada. Estas cosas pasan y así es la Semana Santa, con esta primavera indomable con la que jugamos al escondite. Muchas voces piden mayor responsabilidad con el patrimonio artístico y humano, dejar las emociones a un lado. Otras; inciden en la importancia de que las hermandades salgan, sobre todo en un año como este tras el parón de la pandemia. Lo que nadie podía imaginar es que lo peor no iba a ser la lluvia.
Antes de este episodio, y por poner peso al otro lado de la balanza, vimos como la Vera Cruz ha sabido, desde su escondido rincón de intramuros, crecer y asentarse de forma magistral, gracias en gran parte a su vínculo con los Marianistas y, sobre todo, por tener las cosas muy claras en qué tipo de hermandad quieren ser y no salirse de este camino que tan bien recorren. La Oración en el Huerto estuvo más cómoda que nunca por el eje de San Pedro y fue espectacular ver la recogida de Humildad y Paciencia por San Miguel apenas minutos antes de que se abrieran las puertas para la salida del Santo Crucifijo, cuando ya la plaza estaba toda a oscuras. Precisamente, esta hermandad también pasó unos momentos muy duros en la recogida de la que fue su primera salida por Carrera Oficial, pero supo recomponerse y ahí sigue crediendo con un paso que apunta maneras. La Lanzada sigue fiel a su estilo y supone una delicia ver a este misterio con banda de palio detrás, un binomio ya asentado.
Mayor Dolor puso la nota más jerezana, con esas hechuras de hermandad de los 90. Quizás sea de las que tengan que pegar un achuchón para seguir fuerte —está claro que la antigüedad ahora no es garantía de nada—, y aunque haya crecido en número de hermanos este año, es bueno que sigan proyectando sin perder nunca esos aires que la hacen única, con ese paso singular y esa Virgen que habla por sí sola.
San Francisco, llena de feligresía popular, de mujeres devotas que cada día van a La Plaza y luego entran a orar un ratito al Señor de la Vía-Crucis, es epicentro de fervor y rezo entre puestos de flores y tagarninas, algo que sigue siendo y será lo que de verdad defina y acompañe, más allá de la Madrugá, a este Cristo y la Virgen de la Esperanza.
GALERÍA DE FOTOS DEL JUEVES SANTO DE MANU GARCÍA, ESTEBAN Y CANDELA NÚÑEZ