En 1973, una cofradía diferente en sus formas, rompiendo moldes establecidos por el común de las hermandades en Jerez. Esa cofradía rompedora salía por primera vez en procesión. Entonces era la del Perdón, creada con un espíritu claramente progresista. Se identificaban con los obreros, de ahí que las túnicas de entonces fueran del mismo color y textura que la de los monos de trabajo. Su patrón es San José Obrero.
No eligieron un crucificado barroco. Presentaron a un Cristo joven de hechuras algo eclécticas pero muy al margen del estilo tradicional.
Salían el Viernes Santo con poquitos hermanos y desde un tenderete entoldado que se montaba en lo que era el jardín de Santa Ana, hoy desaparecido. Un paso muy austero sin ninguna concesión a la riqueza artística más allá de unas líneas rectas y en madera oscura.
La salida de este Domingo de Ramos fue la del medio siglo. La cofradía ha cambiado en lo estético. Un giro radical a lo que era pero el principio de silencio y severidad penitencial no se ha perdido. Ahora ‘vive’ en la ermita de Guía y la renovación artística y conceptual ha sido impresionante.
Ahora es una hermandad más sólida con una expresión en la calle que sigue siendo severa. Este domingo renovó ese nuevo carisma estético que ya el pasado año dio un paso más con la incorporación de los ladrones junto al crucificado. Un carisma que mantiene y refuerza cada año en un Domingo de Ramos en el que buscarse un hueco protagonista es complicado ante la gran nómina cofrade del día.