Ilusión y positividad no son las palabras que definen la manera en que los sevillanos afrontan la noche más larga, la Madrugá, cuando aún restan varias horas para que se vaya poniendo el sol. Porque la lluvia no para y apunta a que no parará.
Este mediodía, la basílica de la Macarena presentaba largas colas de hasta 200 metros para pasar frente a los titulares de la hermandad llamada a brillar por su barrio. No hay confirmación oficial, pero ahora mismo parece imposible, milagroso, pensar en que se produzca la esperada salida de la Esperanza.
En esa tradicional apertura de puertas, no han faltado devotos, mujeres con mantilla y hasta los 'armaos', el grupo que paseará por el barrio toda la tarde.
Explicaban a este medio que nada podían saber sobre qué ocurriría en la Madrugá. Esa decisión corresponde a otros, claro, pero más que incertidumbre, lo que reina es el pesimismo.
Más allá de la crisis sanitaria, hay que remontarse dos décadas atrás para ver una noche casi sin pasos. Fue en 2004, cuando solo procesionó la Esperanza de Triana. Antes de eso, ni más ni menos que ocho décadas hay que remontarse para recordar la última noche entre el Jueves y el Viernes Santo sin procesiones.
Quedan horas para el desenlace. Pase lo que pase, parece evidente que, llueva o truene, el reguero de personas y las colas para ver a los titulares de la Macarena se mantendrá mientras estén las puertas abiertas.