Casi 18.000 visitantes recorren al año la exposición de esta institución, una de las de mayor proyección y prestigio de la ciudad.
Después de recorrer el Museo Arqueológico de Jerez el visitante está preparado para salir fuera y entender la ciudad. Es la mejor tarjeta de presentación. En los últimos tiempos la insititución ha cultivado una gran notoriedad; ha enviado una de sus piezas al Bellas Artes de Bilbao y ha conseguido incluir 83 piezas en el ambicioso proyecto Art Project. Además organiza un festival de música alternativa y tiene “colapsados” los talleres y actividades pedagógicas. Todo este año, en el que también cumple 80 desde que abrió por primera vez sus puertas al público.
La exposición se divide en tres bloque temáticos: Jerez antes de Jerez, en el que recoge todo lo vinculado a los yacimientos arqueológicos previos a la formación de la ciudad; Medina Xaris, relacionada con el génesis de la ciudad y su evolución en la época islámica; y Xerez de la Frontera, que abarca desde la conquista de los castellanos hasta el siglo XVIII.
En total, roza los 18.000 visitantes anuales. Todo ello, con el hándicap de que apenas hay señales que indiquen como llegar a él. Su directora, Rosalía González, aunque satisfecha, afirma que “los doscientos y pico mil jerezanos no han pasado todavía por aquí”. A ellos y a los foráneos va dedicado este decálogo de sorpresas que aguarda el Arqueológico de Jerez.
2. Ídolos ‘protectores’ de la calle. Estas esculturas romanas son bastante habituales. Además de servir de elementos decorativos, protegían las esquinas de las calles del roce de las ruedas de los carros. De ahí que se encuentren muy deteriorados al haber servido como guardacantones de la calle a la cual se le atribuyó el nombre de Ídolos. El origen de los mismos se desconoce, aunque bien podrían proceder de la antigua ciudad de Asta Regia o de cualquier villa romana diseminada por las proximidades de la ciudad. Hoy estos fragmentos escultóricos correspondientes a un togado y a una figura femenina se exhiben en los recovecos del museo.
3. Mini exploradores. En 1995 el descubrimiento de otros ídolos de menor tamaño fue noticia a nivel nacional. Lo más llamativo en este caso es que los descubridores fueron tres alumnos del CEIP de Torrecera. Manuel Rubio, Miguel Marín y José Antonio Díaz Ibáñez hallaron de manera casual un ídolo de la Edad del Cobre (III- II milenio a.C.) con representación de ojos-soles, tatuaje facial y cabellera zigzagueante. Jugaban con estas piezas sin ser conscientes de su valor hasta que realizaron una visita programada al Museo Arqueológico. Así pues, posteriormente, el centro educativo informó al museo y sus técnicos determinaron su valor patrimonial y quedaron bajo su custodia. El País recogía la noticia bajo el título ‘Pequeños Indiana Jones’.
4. Grafitis obscenos… o no. Sin duda, en la actualidad los dibujos de los genitales masculinos resultan a todos ojos soeces. Sin embargo, no hay que escandalizarse. Los grafitis representando falos son una tradición que se remonta a los siglos I y II d.C. Con frecuencia se encuentran en los más variados soportes, desde colgantes de bronce hasta relieves realizados en piedra, o bien en la base de las cerámicas de esta época -como el de la imagen- , el Fragmento de cerámica de Terra Sigillata (siglos I y II d.C).
También es cierto que, a diferencia de hoy, en el mundo romano el falo era símbolo de fecundidad, abundancia y protección, sobre todo para los niños y mujeres embarazadas, normalmente exento de connotaciones sexuales. En Roma, incluso, se veneraba a Fascinus, una divinidad con forma de Falo, protectora de la ciudad. De ahí el origen etimológico de la palabra ‘fascinación’ y que los amuletos con esta forma sean conocidos como fascina.
No será hasta 1999 cuando se encontraron fragmentos del sarcófago dispersos en los jardines de la finca La Atalaya y gracias al dibujo realizado en 1764 por Guillermo Tyrry, ha podido ser reconstruido en su conjunto.
6. Juguetes prohibidos. Los silbatos con formas animales son un ejemplo de un juguete que aparece con frecuencia en las excavaciones de época islámica. Solían regalarse a los niños en la fiesta de origen persa del Nayruz en la que celebraban el comienzo de la primavera. El abuelo de Averroes, Ibn Rusd, condenó en una de sus obras la fabricación de juguetes con forma de animales. La costumbre de realizar en cerámica este tipo de silbatos pasará al mundo cristiano y se mantiene aún hoy en día en muchas partes de España como son los siurells de Mallorca o los caballicos de Andújar.
7. Encontrar a su otra mitad. Las casualidades exiten. De este capitel de época visigoda sólo se conocía una mitad que ingresó en el museo en el año 1941. Pero las casualidades existen. Sesenta años después, durante el control arqueológico efectuado en el año 2000 con motivo de las obras de restauración de un edificio de la calle Caballeros, hallaron otra mitad… ¡Su otra mitad! Hasta entonces había formado parte de una colección particular y cumplía una mera función decorativa en el patio.
10. Un 'compañero' con siglos de edad. El departamento de restauración del Museo tiene en sus instalaciones una réplica de ‘Retrato de un anciano’, una de las piezas halladas en el yacimiento jerezano de Mesas de asta, demandada también por otros centros como el Bellas Artes de Bilbao. Esta escultura forma parte del equipo y lo atavían con diferentes sombreros en función de la época del año o del trabajo que estén realizando.