Fernando González Delgado (Santa Cruz de Tenerife, 1947) saluda amable al inicio de la entrevista, que se realiza en el hall del hotel Asta Regia de Jerez, ciudad que visita para participar en el XII Seminario permanente de la Fundación Caballero Bonald para hablar sobre El periodismo en la Transición española. El veterano periodista, escritor, poeta y, circunstancialmente, político, empezó a trabajar en medios de comunicación a finales de los años 60 del siglo pasado. Fue locutor de Radio Nacional de España, luego pasó a Radio Exterior de España —que trabajaba la internacionalización de la emisora— y director de Radio 3, además de formar parte de A vivir que son dos días, de la Cadena Ser, hasta 2005, cuando dejó el periodismo.
Delgado se dedica desde entonces a la literatura, otra de sus grandes pasiones. De hecho, ha ganado el Premio Planeta en 1995 —con La mirada del otro—; y el Premio Azorín por Sus ojos en mí; además del Premio Ondas Nacional de Televisión por su labor al frente del Telediario. Una vez jubilado, decidió dar el salto a la política, y ahora es diputado en Les Corts Valencianes tras ir como número 2 en las listas del PSPV (Partido Socialista del País Valenciano), una tierra en la que lleva viviendo casi 20 años. Pero la entrevista comienza hablando del tema sobre el que gira la intervención realizada en la Caballero Bonald.
¿Cómo recuerda su etapa en Radio Nacional? ¿Era muy difícil hacer periodismo en la Transición?
Era una etapa ilusionante porque, naturalmente, pasar de una dictadura a una democracia es una satisfacción y un gozo que cualquiera puede vivir con verdadero entusiasmo. Bien es verdad que en los últimos años del franquismo ya se abrían un poco las puertas a la gente más joven y estábamos de alguna manera trabajando e intentando renovar las cosas, sobre todo por lo que a mí respecta, en lo que tenía que ver con Radio Exterior de España, la proyección al extranjero de RNE. La Transición nos dio la oportunidad de crear Radio 3, pasando de un programa monótono a tener una programación muy moderna. Fue muy gratificante. Coincidía con el Madrid de la Movida y esa España de un cambio muy fundamental. Creo que la Transición fue un proceso extraordinario, pero los nuevos cambios nos han llevado a recordar necesariamente aquellos. Quiero decir, los nuevos cambios en el sentido de los no cambios. Esta sociedad necesitaba transformarse y desde luego este no es un momento en el que se advierta ningún atisbo de progreso y de enriquecimiento cultural.
Hay quien demoniza la Transición y asegura que fue una farsa y que vivimos en una dictadura disfrazada de democracia, ¿usted es de los que comparte este análisis?
Una dictadura encubierta… quien dice eso es que no ha vivido una dictadura. Lo que hemos vivido es una democracia deteriorada, por la falta de talento, por la ordinariez pública.
"Hemos vivido una democracia deteriorada: por la falta de talento y por la ordinariez pública"
¿Estaban por aquel entonces tan cuestionadas la objetividad e imparcialidad de TVE y RNE?
Creo que la objetividad y la imparcialidad están en entredicho en todos los medios, entre otras cosas porque todos los medios tienen intereses y sus propios servicios y sus propios servidores.
Aunque hay que distinguir entre medios privados y públicos…
En lo público siempre se ve afectado, depende de quien los gestione, por la manipulación. Pero creo que, a pesar de las manipulaciones o utilizaciones que se hagan, lo peor es el deterioro público del lenguaje y del trabajo de la información.
¿Es posible tener una prensa libre en este país?
Por supuesto. Yo creo que la tenemos. Porque la podemos juzgar. Estamos en un país democrático a pesar de todo, a pesar de las imbecilidades. Realmente nunca ha tenido este país un espectáculo público más deteriorado y un lenguaje más barato, y una falta de formación y educación en el espacio público tan grave como ahora. A eso hay que buscarle solución.
¿Cómo ve el sector desde fuera? ¿Le duele el reciente cierre de revistas como Interviú o Tiempo?
Me extraña pero no me extraña. Hemos acabado con la prensa escrita, hasta tal punto que pienso que los periódicos diarios van a desaparecer y se quedarán en periódicos del fin de semana. La prensa escrita está sometida a una crisis que es también la crisis cultural e intelectual que la sociedad, en general, está sufriendo. Cuando te llega el periódico a casa, ya conoces las noticias e incluso han sufrido cambios.
¿Tiene salvación el periodismo?
El periodismo sufre una evolución general. Por lo tanto, no hablemos de salvación, hablemos de cambio. Que sea más positivo o menos, más rico o menos, depende de quién lo vea y cómo lo vea. No se trata de añorar el viejo periódico, pero ahora no está tanto para contar noticias como para establecer reflexiones sobre lo que nos pasa. No estamos en un momento brillante del pensamiento, porque la mediocridad es verdaderamente rampante.
¿En el sector del periodismo se refiere?
En general, en la vida pública. Como periodistas, somos cronistas de la realidad, y la podemos escribir o describir de una manera o de otra, pero se nos da la que se nos da, que es muy mediocre. Empezando por el propio presidente de los Estados Unidos, que es una especie de imbécil, una caricatura atroz, verdaderamente lamentable, y muchas otras figuras de la política mundial pasan por ese escenario. No es solo cómo cuente el periódico las cosas, sino cómo se producen las cosas.
¿Echa de menos dedicarse al periodismo?
No soy nostálgico en absoluto. Soy una persona agradecida, porque ha sido para mí muy satisfactorio. He vivido una vida periodística muy gratificante y estoy muy agradecido por ello, pero eso no hace que tenga que levantarme echando de menos algo.
Le he leído críticas a las redes sociales, dice que crea “legiones de imbéciles”, ¿es de los que cree que dañan al periodismo?
Las redes sociales son un instrumento magnífico si se hace buen uso de ellas. Son periodismo y no son periodismo. Si se hace una utilización perversa, o una utilización ridícula de las redes, es una pena, pero en sí mismas son instrumentos valiosos para desarrollar la inteligencia y ponerlas al servicio de las redes.
“Las librerías están llenas de productos de figuras que ni siquiera han leído uno”
¿Qué le ha dado más satisfacciones, la literatura o el periodismo?
La literatura es el mayor de mis placeres y mi mayor vocación. El periodismo me ha permitido vivir en paz y en tranquilidad, pero la literatura ha sido mi fundamental vocación. Le debo incluso mucho a la radio, aunque siempre he sido más de prensa escrita, pero tuve la ventaja de que cuando llegué se valoraba mucho eso de las voces, y tenía una buena voz. Me dieron paso en la radio y esa voz me ha dado muchas satisfacciones, he vivido de ella, pero sin embargo lo que más me gusta es lo escrito.
“Las librerías están llenas de acumulación de imbecilidades”, dijo en una entrevista con EFE, ¿qué quiere decir con esta afirmación?
Que hay estrellas, de esos mundos frívolos, que publican libros. No sé en realidad para qué. Las librerías están llenas de productos de vedettes. No digo que no tengan que hacerse, pero siempre me ha parecido extraño que le den importancia al libro figuras que ni siquiera han leído uno. ¿Por qué un libro? Si esa gente no lee nada. El libro se usa como instrumento para la frivolidad más absoluta.
¿A qué autores lee usted?
Me gustan muchos. Acabo de leer Patria de Fernando Aramburu y me parece una lectura magnífica. Leo cualquier libro de Eduardo Mendoza y me parece extraordinario, o de Antonio Muñoz Molina. Pero la verdad es que tengo muchas lecturas pendientes en mi vida que parece que no voy a conseguir terminar, entre otras cosas, porque me vienen obligaciones impuestas, tengo que leer libros buenos de amigos, y también libros malos de amigos, y no llego a tener tiempo para leerme a toda Virginia Woolf, por ejemplo, y eso es algo que siempre lamento.
En 'Mirador de Velintonia', su última novela, habla de su amigo Vicente Aleixandre. ¿Cómo le influyó esa amistad con el Nobel de Literatura?
Fue enormemente importante para mí. Cuando Neruda pasó por el puerto de Santa Cruz de Tenerife, camino de Chile para apoyar la campaña electoral de Salvador Allende, subimos al barco para hacerle bajar. Él no quería pisar tierra española viviendo Franco, pero bromeamos con él y le dijimos que aquello era África. Con esas bromas, bajó y estuvo cuatro horas allí, y entre las cosas que dijo, comentó que de volver a Madrid tendría ganas de hacerlo para comer marisco en Cuatro Caminos y visitar Velintonia, la casa de Vicente Aleixandre. Aquello se me quedó en la cabeza. Entonces, José Luis Cano me facilitó el acceso a la casa de Aleixandre y lo conocí, y también a otros amigos como José Hierro o Francisco Brines, y todo esto nos creó un ámbito de relación y de amistad. Vicente tenía amigos muy diversos, de muy distinta orientación y visión del mundo, y de distintas edades. El libro se iba a titular Memoria de los otros, porque no iba a ser sobre Vicente Aleixandre y Velintonia. Tenía motivos de encuentro con Juan Marichal, Francisco Ayala, y con muchos otros intelectuales, pero resulta que como tenía esa vinculación con Aleixandre, al que le hice varias entrevistas, eso me permitió articular el libro en torno a un espacio en el que todos nos encontrábamos. No quería que fueran unas memorias mías, sino unas memorias de los otros.
¿Cómo definiría a Aleixandre?
Era una persona enormemente bondadosa, un hombre que sabía escuchar muy bien y atendía muy bien las concesiones de los demás, sabía dar buenos consejos sin ser paternalista. Un hombre de muy buen corazón y mucho talento, con mucha sensibilidad poética. Además, un hombre enormemente libre, que no podía expresar sus libertades en todo momento ni a toda la gente, porque tenía amigos muy diversos, algunos eran muy rígidos y otros más abiertos, pero él sabía entenderlos muy bien a todos, y con mucha generosidad.
"En la política veo un nivel cultural e intelectual más bajo que el que había antes"
¿Por qué ahora su salto a la política?
Político he sido siempre, en el sentido de que he tenido compromiso político desde el franquismo, y siempre he ayudado en lo que he podido en algunas actividades políticas, pero nunca he pertenecido a un partido. Soy socialista de convicción, pero no de partido. Esta vez acepté porque ya era un jubilado, por lo tanto una persona fuera de ámbitos de intereses, y además cobraba como jubilado más que como diputado. Eso crea una situación de no privilegio que me permitía actuar con libertad, porque no iba a verme beneficiado por nada, ni por una retribución ni por un sueldo. Confiaba en que este iba a ser un tiempo nuevo, porque había nuevas formaciones políticas, otra gente… pero me he encontrado muy decepcionado porque veo que es un tiempo viejo. Al PSOE lo encuentro más viejo que antes, pero a los partidos nuevos los encuentro tan viejos como los de mayo del 68. Todo esto me ha decepcionado profundamente. No quiere decir que no se hagan cosas, pero desde luego no veo modernización alguna en la vida política, ni en las estructuras políticas. Veo un nivel cultural e intelectual más bajo que antes.
¿Le gusta Pedro Sánchez?
¿Sabes lo que no me gusta? Tener partidarios. Decir quién te gusta o no. Creo que en ninguna formación política hay ahora lo mejor de cada casa. No tenemos figuras políticas notables en el escenario público español. No te podría decir nada de unos ni de otros, porque entre otras cosas yo no soy del Partido Socialista, no tengo preferencias por unos o por otras. Pero el día que llegó una dirigente política de aquí diciendo aquí la que manda soy yo a la sede del PSOE, con un numerito verdaderamente extravagante y estrafalario, me quedé asustado porque nunca había visto tanta mediocridad en el Partido Socialista Obrero Español. Espero no volver a ver a ninguna insensata o insensato llegar diciendo aquí el que manda soy yo de ese modo.
¿Dónde hay más postureo: en la literatura o en la política?
En la literatura cada uno es libre de hacer lo que le da la gana. No hay trampa. Cada uno compra los libros que quiere y elige la que quiere. En la política puede que haya más falsedad e incluso más postureo. Eso sí que es grave, porque perjudica a la ciudadanía y no parece que estemos en un momento de gran progreso.
¿Escribirá algo sobre su experiencia política?
No me preocupa mucho. En cambio, tengo más material de historia política de otros momentos que a lo mejor en algún momento recopilo, no a modo de memoria, sino de los otros. Por hacer historia. Creo que para hacer una reflexión crítica sobre la política es mejor que pase el tiempo y no hacerla de modo que parezca propaganda, positiva o destructiva, de una u otra formación.