Más de siete de horas de música electrónica por delante. Eso les quedaba a los primeros que llegaron anoche al recinto donde hace dos meses se veían a flamencas y caballos. Las Banderas, justo al lado de una residencia de ancianos, fue el lugar en el que miles de personas brincaron y bailaron como locas hasta que el cuerpo les dijo:- Basta.
Quién le iba a decir al portuense DJ Castro que iba a poner temazos en el mismo escenario que David Guetta. El joven lo dio todo a más de 37 grados, con los últimos rayos del ocaso y unas cuantas horas más de lo previsto debido a la ausencia del productor barcelonés Brian Cross.
Cuando le tocó el turno al estadounidense Acraze, las más de 20.000 personas que se encontraban aglomeradas en El Puerto ya estaban deseando que saliera el francés, uno de los DJs más ricos del planeta que pisó España por primera vez en los años 80 y, desde entonces, su cara se ha convertido en icono de Ibiza.
Hasta que no pinchó Do it to it —canción que había sonado más de una vez en las discotecas— el público no sacó su energía, esa que empezaba a agotarse tras algunas copas de más y un calor asfixiante que casi le quita el protagonismo al artista principal. Acraze optó por un moño —a ver si así estaba más fresquito— y por una versión del mítico I will survive de Gloria Gaynor con la que parecía mandar un mensaje de ánimo a la gente que no paraba de abanicarse con las manos.
A las 1.30 horas, muchos asistentes ya estaban sin camiseta, dejando ver a la luz de los focos sus torsos desnudos, y otras en sujetador. David Guetta se hacía de rogar mientras a pie de albero era complicado no llevarse un empujón, rozar algún brazo mojado o, si había suerte, salir sin ninguna quemadura de cigarrillo.
-¿Tu no fumas, verdad?, decían algunos buscando desesperadamente un mechero. Diversos olores se mezclaron en el ambiente: sudor, porros, tabaco, vapers de chuches, se colaron por las fosas nasales inevitablemente.
Desde que acabó Acraze hasta que David Guetta no gritó “Andalucía, are you ready?”, pasó una media hora que se hizo eterna para el personal, ya reventado de tanto menear la cabeza. Bostezos y caras descompuestas que se esfumaron en cuanto el DJ hizo sonar la mesa de mezclas. Su música retumbó en los altavoces y se sintió en la caja torácica.
Abrir el show con Titanium hizo olvidar por un momento que el Levante estaba removiendo el albero y todos los zapatos estaban cubiertos de él. “I’m bulletproof, nothing to lose, fiel away, fire away”, cantaba el público a pleno pulmón sin soltar los móviles de sus manos.
No era día para un concierto multitudinario, pero eso daba igual a altas horas de la madrugada cuando la Feria ya se había transformado en Ushuaïa, la discoteca ibicenca en la que suele tocar el DJ. Efectos visuales, proyecciones de vídeo en enormes pantallas LED, llamaradas de fuego… un despliegue audiovisual abrumador que provocó que personas de todas las edades sacaran fuerzas para vibrar.
Un valiente con camisa y pantalones chinos intentaba secarse el sudor con el abanico mientras una chica hacía pompas de jabón. “Qué pasada”, se escuchó entre la masa. El alcohol, ese que el francés no ingiere para tener un cuerpo de escándalo a sus 54 años, ya había dejado de hacer efecto a muchos para cuando pinchó Sweet Dreams, I gotta feeling o Club can’t hand me. Algo que no impidió que participaran en los juegos de brazos que Guetta invitaba a seguir.
A la derecha, a la izquierda, a la derecha, a la izquierda y “lo lo lo lo lo loooo lo, lo lo lo lo lo loooooo lo”. A pegar botes entre luces verde Andalucía y más albero. Aquello era un infierno para alérgicos.
El DJ marcaba territorio con serpentinas, confeti y un manejo de los discos que abrumó al público. Giros inesperados, ritmos y más mezcla con estribillos que resultaban familiares. Así se juega con los sentimientos de la masa, que estaba hipnotizada ante semejante espectáculo.
“Oh dios mio el albero”, dijo una mujer que había salido de la ensoñación. La gente seguía refregandose pañuelos por la frente. Otras se subieron a hombros de otras y sonó I could be the one, tema homenaje del compañero Avicii, que se quitó la vida en 2018. Trágica muerte que hizo reaccionar a Guetta, que procura tener una agenda más controlada desde entonces.
Todos brillaban cada vez que el foco iluminaba a los asistentes, algunos muy cansados, hasta el punto de decantarse por abandonar el show antes de que acabara. “I am having so much fun time” fue una de las pocas palabras que el artista soltó por su boca. Habló en inglés, pese a que en alguna entrevista en El Hormiguero ha demostrado cierta habilidad con el español y lleva más de 20 años paseandose por las Islas Baleares.
Cuando la sesión estaba llegando a su fin, en la pantalla apareció una imagen de agua azulada, fresquita, como la de las piscinas. Parecía que estaba puesta a mala idea, para recordar a los presentes que esa sensación de frescor no existía y que se estaba sufriendo una ola de calor sofocante. Casualidades de la vida.
Unos 90 minutos después, el fiestón terminó por todo lo alto con Sexy Bitch (feat Akon), que volvió a animar al recinto, una vez más. “Venga que ya queda poco”. Sentimientos encontrados, la gente quería y no quería irse.
“This party is so fucking amazing”, dijo David con los brazos en alto. Y el público enloqueció. Después, ríos de gente y había que llegar a casa, a las 4.00. Nadie habla de los pies destrozados y las contracturas en el cuello. Mejor quedarse con lo bueno, un espectáculo “brutal”.
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