Este domingo, la artista jerezana Ana Barriga (1984), repetirá experiencia en la tercera edición del festival Intramuros. A partir de las diez de la mañana —al igual que ha sucedido este sábado— pintará en vivo en la Casa de las Mujeres. Nacida en la barriada rural de Cuartillos, licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Sevilla, actualmente vive y trabaja en Madrid. Cuenta entre sus últimos logros curriculares con el Premio Internacional de Pintura de la Fundación Focus, el de Artes Plásticas de la Universidad de Sevilla, CICUS y Generaciones 2019, ambos conseguidos en 2017; ha sido seleccionada en distintas Becas de Residencias para creadores y cuenta con piezas en colecciones como la del Centro de Arte Contemporáneo (CAC) de Málaga o la Colección DKV.
“Mi padre tenía un taller y siempre estaba modificando piezas, ensamblando, construyendo; mi madre, a nivel textil, sacaba de un trapo diez. Supongo que ser pobres agudizaba el ingenio y creo que, aunque no tuviese grandes motivaciones culturales, sí tenía ejemplos de creatividad práctica todos los días”, resumía hace unos años, en una entrevista con lavozdelsur.es, sus inicios. Y aseguraba, sobre su trabajo diario, “por la mañana me meto en el estudio y normalmente tengo mi horario, de 8 de la mañana a 7 de la tarde (paro media hora para comer)… es un currazo, pero es más curro todavía porque en realidad le dedicas todo tu tiempo. En el tiempo libre que te deja, vas a ver una exposición, lees un libro de un crítico de tal movimiento, ves una obra de teatro… Todo lo vinculas con esto. Intentas estar atento y en plan cazador para rescatar cualquier cosa de la calle, pendiente de todo lo que pasa a tu alrededor, de si escuchas algo en la radio que te pueda inspirar”
En su trabajo trata de encontrar el equilibro entre la razón y la emoción, dos territorios aparentemente contradictorios que, al friccionar, generan un tipo de energía que le interesa. Procura moverse en el ámbito de lo lúdico, un lugar compartido por artistas y niños, donde se abandonan los prejuicios y aflora la parte más inesperada de nosotros. El humor, el juego o la ironía son modos de posicionarnos ante la realidad de una manera distinta e inesperada, de romper patrones comunes. De ahí surgen situaciones imprevisibles que desprenden frescura y nos resultan atractivas porque no se ajustan a modelos prefijados.
Una vez, quizás algo descontextualizado, un titular de una entrevista con Ana Barriga aseguraba que su meta era “reiventar la pintura”. Confiando todavía en que “espero que no esté todo inventado, el compromiso no es quizás reinventar pero sí hacer algo que merezca la pena y que sea honesto y aporte algo; si no, no tendría sentido”. “A mí me pone muchísimo hacer algo que no sepa cómo va a acabar, que se escape a mis posibilidades, que vea cómo va cobrando vida sin tener un patrón establecido. El siguiente reto y el que tengo todos los días es intentar hacer algo que me sorprenda primero a mí y que merezca realmente la pena y dé pie a otros proyectos para que siga creciendo mi pintura”.
Para todo ello, no duda en emplear óleo, ceras blandas, rotuladores, sprays… y lo más decisivo, la valentía a no tener miedo a equivocarse. “De ahí también salen cosas”. En relación al espectador, más allá de que lo entienda o no, el desafío es “que no se quede impasible cuando vea la obra. Que te reconozcan es fantástico pero aspiro a que cuando vean mi obra, esa visión del espectador pueda involucrarse en lo que ocurre ahí”, remata la admiradora de, entre otros muchos, Sánchez Cotán, Chantal Joffe, Caravaggio o Goya.
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