Bueno, ahora todo el mundo se ha emborrachado con El Torta y todo el mundo estuvo en el bautizo de El Torta. Pero mira, el libro no es una sucesión de anécdotas de él, sería muy fácil contar las cuatro gracietas e historietas suyas. El Torta es, desde mi punto de vista, un personaje mucho más jondo que ese Torta que salía de la forma que salía al escenario. ¿Qué pena interior no tendría Juan para estar metido en el mundo en el que estuvo durante diez o veinte años? Es la lucha de él contra sí mismo.
Está escrito en primera persona. Es Juan el que nos habla, el que me habla a mí, el que habla al lector. Él tiene una conversación conmigo que no está escrita en castellano sino en andaluz. O mejor dicho, en andaluz jerezano, un andaluz entendible pero un andaluz del que nosotros nos sentimos orgullosos, con un aire quiñonesco... salvando las distancias del maestro con el servidor.
A mí me gustan los artistas que podríamos definir como fin de raza; los artistas singulares, distintos, que van a contracorriente. Por ejemplo, el poeta Fernando Villalón, al que también le hice una autobiografía novelada y no autorizada. Él nunca se dejó llevar por la sociedad. En la literatura es Villalón o Jaime Gil de Biedma, pero en la música también Silvio el rockero o Rafael Amador, de Pata Negra, el auténtico genio del bombín. El Torta es otro de esos personajes fin de raza, totalmente distintos, singulares, y que desgraciadamente lo que ellos tienen se acaba con ellos. No hay nadie que cante por Silvio, cantará cosas de Silvio, pero no será igual. De la misma forma, no hay nadie que cante por El Torta, cantará letras de El Torta, pero nunca jamás por El Torta. Me atrae tanto su figura por lo distinto, por su singularidad.
Sí, el libro es como un mosaico, me he basado al cien por cien en declaraciones de él, en entrevistas de prensa, las que le hace a Jesús Quintero en las dos entrevistas que tiene; también cuando él habla antes de un cante o de un recital... frases dichas de su boca, cogidas de toda esa amplia hemeroteca. A partir de ahí empiezo a tirar del hilo, uniendo las declaraciones que ha dicho, que son reales, ampliadas con las letras de sus canciones. Luego, he utilizado las declaraciones de Almudena y de su hijo, pero no he querido ampliar más hablando con otros amigos y conocidos porque no he querido contaminarle.
Activista del flamenco y jurista de profesión
Eduardo Javier Pastor Rodríguez (Paradas, Sevilla, 1978), jurista de profesión, ha sido definido como un "activista" del flamenco. En su localidad natal participa activamente en la Semana Cultural Flamenca, uno de los eventos más importantes de la provincia de Sevilla, además de haber dirigido la revista Sevilla Flamenca y ser asesor jurídico de la Federación de Peñas de Sevilla.
Vinculado al arte y cante jondo desde que era prácticamente un niño, publicó el pasado año Eso no estaba en mi libro de historia del flamenco (Almuzara, 2023), una obra donde explora desde las puellae gaditanae, las bailarinas del sur de la Bética en época romana, hasta el Concurso Flamenco de Granada, recopilando anécdotas curiosas y recorriendo episodios históricos desconocidos.
Su afición por el flamenco la heredó de su padre, "muy caracolero", haciéndose también él "caramonero" y "tortista", amante del flamenco libre, sin ataduras ni corsés. "Siempre me ha gustado documentarme y escribir", confiesa durante la entrevista con lavozdelsur.es el polifacético escritor, que también ha escrito la biografía novelada del poeta Fernando Villalón. Ahora hace lo propio con Juan Moneo Lara, atreviéndose con un formato original, atrevido y distinto al convencional, narrando las vivencias en primera persona de este jerezano universal "desde el máximo rigor y respeto a su figura".
Como muy bien dices es totalmente indefinible porque siguiendo sus letras El Torta le canta tanto al sol como a la noche negra. En un mismo recital nos podíamos encontrar con dos Tortas: un Torta inspiradísimo, y un Torta totalmente desinspirado y sin saber, sin norte ni sur. En el mismo Torta hay dos Tortas. José María Castaño lo explica muy bien: hay un ángel llamado Juan y un diablo llamado Torta. En él cohabitaban ambos, por eso era tan distintos; tenía constantemente el angelito y el demonio en los hombros. Es muy difícil vivir así y tiene que ser muy difícil vivir sabiendo que era en un genio. A veces no era consciente de ello, pero sabía que llevaba esa cruz encima.
Verdad, inocencia, nobleza. Para mí, otra definición de El Torta sería un niño grande, inocente, noble, limpio... sin maldad alguna y sin esconder nada.
"En las turbulencias de El Torta había ramalazos de genialidad absoluta"
Él hablaba mucho de sus despegues y aterrizajes, pero en el libro nosotros hablamos siempre de sus despegues. En sus aterrizajes no entro porque Juan me dice a mí que ya bastante ha hablado él de eso, bastante ha cantado la canción de la heroína para seguir abundando y seguir machacándose en ello. Él cuando habla conmigo está ya en su plenitud, al final de sus días en Sanlúcar y me dice que está contento de como está ahora por haberse olvidado de todo eso. Es así. Debemos de quedarnos con Juan el de los despegues, más que el de los aterrizajes. Lo otro es morbo.
Me ha gustado mucho eso de las turbulencias. En esas turbulencias aparecían sus ramalazos de genialidad absoluta. No he visto a un cantaor como él, a un artista como El Torta, en ningún genero ni escenario. He visto a los Rolling Stones, a Bruce Springsteen, a Mark Knopfler, a Bob Dylan... pero esa electricidad entre él y yo, él en el escenario y yo en el patio de butacas, no la he sentido con ninguno de esos artistas. Creo que si duraba más tiempo nos electrocutábamos.
Aparece en el libro, igual que cuando habla de la posteridad. ¿Qué es eso de la posteridad? ¡Eso no vale! Lo que vale es estar en el día a día, los homenajes en la vida y la vida para vivirla. Así le agradece a Jesús Méndez cuando lo llevó al Villamarta a presentar su disco Añoranza y cantó con él. Una noche que recuerdo, en la que me emborraché con él, lo escuché cantar y lloré.
Así lo dijo, que eso de cantar en un escenario era parecerse a un mono de feria, que le hería la sensibilidad. Es otro de los capítulos, a raíz de una pregunta de Jesús Quintero. Hay que cantar por gusto, cuando a ti te sale dentro, cuando el cuarto está oscuro y cuando los duentes llegan y la emoción te atrapa. Cantar por dinero no valía, algo que precisamente también decía Silvio, que el dinero para los conejos y para las tortugas. ¡A mí dame libertad! Es una cosa increíble.
Yo soy de El Torta, pero no era fácil ser de El Torta, porque lo más normal es que salieras con el rabo entre las patas. Había momentos en los que la moneda salía cara y cuando salía cara éramos los más felices del mundo. Tengo un artículo que se titula así: Yo soy de El Torta. Es como un manual para tortistas, porque los de El Torta vamos a cualquier lado para encontrarnos con lo que sea, con el cielo y con el infierno, con la luz y con la oscuridad.
"Juan me dice que en el Jerez de su tiempo había una guerra interna en todas las esquinas"
El libro no es una investigación ni recoge datos fundamentales, más bien intenta es describir el flamenco de los últimos 60 años a través de la voz de Juan. Unimos flamenco y literatura, por lo que lo puede leer cualquier persona. Vamos a ver a Juan en los años 50 y a Juan en el Jerez del siglo XXI, pero también en el Madrid de los años 70 y 80.
Exacto, un hijo del agobio, es lo que era. En el libro, Juan me describe el Jerez de su época, donde no había trabajo, donde la gente joven no tenía donde meterse ni colocarse y decidieron finalmente colocarse. Juan cuenta que aquello era la guerra, que los 80 fueron una guerra, pero no una guerra de las que salen por el telediario sino una guerra de la juventud contra la misma juventud, del ser humano contra el ser humano. Él dice que en Jerez en todas las esquinas había una guerra interna.
El Torta es un cantaor eterno y los cantaores eternos, como la propia palabra dice, sobreviven. Ahí sigue adelante su obra, su obra continúa en vida y sobrevive a su vida. Él pertenece a una serie de artistas que se han adelantado al tiempo en el que vivían, por eso su obra perdura y gusta tanto a las nuevas generaciones.
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