En la sierra de la Demanda, nombre que se le dio a este espacio natural protegido entre las provincias de Burgos y Logroño en el siglo XVIII a raíz de un antiguo litigio sobre la utilización de terrenos y pastos, hay un yacimiento de icnitas (especie de huellas o pisadas fosilizadas) de dinosaurios. Hay lagunas glaciares del Cuaternario. Hay localizaciones donde se rodó parte de El bueno, el feo y el malo; está Neila, una belleza de pueblo donde solo los gallos y la campana de su iglesia románica rompen el silencio; y hay, desde hace doce años, un festival no convencional de música tradicional, Demandafolk, que cautiva cada primer fin de semana de agosto a varios miles de espectadores.
En el campo de fútbol de Tolbaños de Arriba, a las afueras de la pequeña localidad burgalesa, hay folkies, amantes de la música en general, y familias al completo que llegan por las sinuosas carreteras serranas a pasar el fin de semana en un paraje montañoso imponente, donde el aire puro se mezcla con la desconexión casi total que brinda la escasa cobertura móvil. En este escenario natural, el Demanda se pone al servicio de la sierra y su comarca, no al revés, lo que ha conseguido que sean pocos ya en la zona los que sientan ajeno un certamen que aúna talleres, actividades infantiles, zonas de acampada (tranquila, normal y ruidosa), mucha música, y una encomiable conciencia de respeto al entorno.
“Al principio los vecinos del pueblo eran un poco reacios al festival, lo veían como algo extraño, invasivo, pero ya no son pocos los que se involucran de una manera o de otra porque ven que es respetuoso con el entorno y busca preservar las tradiciones del lugar”, cuenta Nacho, uno de los voluntarios del Demanda, madrileño cuya pareja es natural de Tolbaños. Entre los objetivos del festival, aparte de dinamizar la comarca y preservar la rica cultura popular de la zona, está la sostenibilidad y conseguir que su oferta sea para todos los públicos. De 0 a 99 años. Y lo consiguen.
Por la mañana, los pequeños corretean por el césped buscando los manguerazos de agua que les divierten y mitigan el solazo; por la tarde, mientras comienza a descender la temperatura, jóvenes y mayores suben al escenario una edición más para entonar cánticos regionales. Se llaman La Tolba y conforman un coro popular Del Valle Valdelaguna. A mediodía ha habido taller de potro y vino, ‘showcooking’ de migas, cocido de carne y vegetariano, venta de merchandising y artesanía, y un tropel de voluntarios que supervisan que todo funcione y en cuyas camisetas puede leerse: “Objetivo cero colillas”. Otro guiño más de respeto total y absoluto al Medio Ambiente. Como la idea de que paguen cinco euros de parking aquellos vehículos que no estén ocupados por más de tres personas. Porque, como dice uno de los organizadores del festival, Diego Serrano, el Demanda “es gratuito, pero no gratis”.
Bajo el lema All you need is folk, la organización ha programado en esta edición a grupos como Radio Cos, The Taverniers, Druken Cowboys, y al del gran Manolo Luna, veterano antropólogo y arqueólogo de la cultura popular española que ha regalado un vibrante periplo sonoro a los asistentes a la muestra. Desde Cádiz también ha llegado La Banda Morisca, un grupo tan preocupado por la preservación de las raíces y el legado andalusí como desacomplejado a la hora de fusionar las músicas de las dos orillas del Mediterráneo. Estos moriscos han hecho saltar al público con una singular experiencia en la que su propuesta es tan rica en lo musical como en las historias y la poesía que encierran sus letras.
Y así, haciendo que la sierra baile, retumbando el legado milenario que encierran sus bosques y montañas, protegiendo la raíz y las tradiciones más arraigadas, el Demandafolk se consolida como una fiesta y un disfrute sostenible e imprescindible levantado en una tierra sorprendente, capaz de acoger a dinosaurios hace millones de años y de volverse amable y acogedora pese a lo abrupto y salvaje de su entorno.