En palabras de Isaac Asimov, hasta la basura que ahora dejamos les parecerá hermosa a los que la desentierren dentro de mil años. Los arqueólogos han dado mucho juego en el cine, desde los aventureros europeos de Fritz Lang que pierden la cabeza en la jungla tras los tesoros mayas hasta el sombrero y el látigo de Indiana Jones arrebatando santos griales a los nazis. Las películas de aventuras arqueológicas han inspirado muchas vocaciones, aunque en la realidad la profesión tiene más de sedentaria, de paciente trabajo tanto en el barro como en la biblioteca, que de heroica.
Desenterrar cosas viejas, exhumar fantasmas que en otro tiempo fueron reales para comprobar el eco que tienen en el presente, de eso va La excavación, película británica dirigida por Simon Stone y que se puede ver en Netflix. Relata el descubrimiento y la excavación de uno de los yacimientos arqueológicos más importantes en las Islas Británicas en los momentos previos a la entrada del Reino Unido en la segunda guerra mundial. El hallazgo de un navío anglosajón de siglos VI-VII d.C. en Suffolk implicó una revaloración de ese período histórico y, además, ayudó igualmente a elevar la moral de un país que se veía inexorablemente forzado a una nueva guerra con la Alemania nazi.
La película es, en parte, la crónica del empeño personal de Edith Pretty (Carey Mulligan), la propietaria de los terrenos, y de Basil Brown (Ralph Fiennes), arqueólogo aficionado y autodidacta, de realizar una intervención arqueológica en unos túmulos funerarios sin datación concreta y frente a la indiferencia de las instituciones culturales de la época. Pero también es algo más que un documental histórico. El interés dramático de la historia, basada en la novela homónima de John Preston de 1998, está en la tensión sutilmente romántica entre estos dos personajes.
En la tradición de otras producciones británicas, la contención expresiva es una de las cualidades de La excavación. Recuerda a los ambientes reprimidos de las adaptaciones de Thomas Hardy o Jane Austen y a otras películas como Lo que queda del día. Los escenarios naturales de las marismas de Suffolk, donde tierra y agua se confunden, acentúan el tono melancólico general. La inevitabilidad de la guerra no invitaba al optimismo, pero además nuestros personajes están marcados por la necesidad de afecto.
Los sentimientos afectivos de Edith y Basil, así como los de otros personajes secundarios, están tan soterrados como el barco del rey anglosajón Raedwald. Al tiempo que la paleta del arqueólogo va retirando cuidadosamente la tierra que ha cubierto las viejas cuadernas y el preciado ajuar funerario, se van igualmente desvelando las necesidades y carencias afectivas de los personajes.
Indirectamente nos enteramos de que, a pesar de sus estudios universitarios, la Sra. Pretty acabó casándose sin demasiado entusiasmo con Frank Pretty, que moriría al poco tiempo del nacimiento de su único hijo Robert (Archie Barnes). De forma implícita, con primeros planos de su rostro demacrado, su fragilidad general, Simon Stone nos habla de la soledad de una mujer que ha renunciado a una carrera propia por cuidar del hijo y de la casa familiar.
Por su parte Basil encuentra en su trabajo una pasión que no le da su matrimonio con May (Monica Dolan). La compañía de Edith y su hijo Robert alivian su soledad, subrayada en sus largos trayectos en bicicleta. Sabe lo que esconde el barro de Suffolk, su insistencia en seguir profundizando hasta hallar la cámara funeraria con su tesoro tiene paralelismo con la tímida apertura que encuentra en el corazón de la viuda.
Viuda y excavador no son los únicos insatisfechos. La joven recién casada Peggy Piggot, colaboradora en los trabajos arqueológicos, descubre las verdaderas inclinaciones de su esposo y busca el amor en los brazos de un joven idealista a punto de ser reclutado para el ejército.
La excavación es pues una película de un romanticismo algo desvaído y melancólico, como la bruma de las marismas de Suffolk. La pasión parece enterrada bajo toneladas de tierra aplastada por los siglos. La arqueología, además de aportar los hechos reales, históricos, fundamento de la trama, subraya el soterramiento de los sentimientos de los personajes. Ralph Fiennes y Carey Mulligan, excelentes, llenan de sutilezas sus deambulares entre la mansión y el yacimiento.
En la escena cumbre de El paciente inglés, gran drama romántico inglés por excelencia, Ralph Fiennes, ahora un aristócrata húngaro que cartografía el continente africano, lleva a su amada Kristin Scott-Thomas a refugiarse en una cueva que ha descubierto en el desierto libio. Se trata de la “Cueva de los nadadores”, uno de los grandes yacimientos de pintura rupestre neolítica. Tanto en la película de Anthony Minghella como en La excavación arqueología y romance van de la mano. Posiblemente el excavador aficionado de Suffolk no tenga el atractivo del conde húngaro y el desierto libio sea más romántico que la marismas inglesas, pero esta modesta película tiene también su pequeño pellizco.
Ficha ténica
La excavación (The Dig, Reino Unido, 2021) (112 min). Dirección: Simon Stone. Guion: Moira Buffini, basado en la novela de John Preston. Fotografía: Mike Eley. Música: Stefan Gregory. Producción: BBC films, Clerkenwell Films, Magnolia Mae Films, Netflix. Distribuidora: Netflix. Intérpretes: Carey Mulligan, Ralph Fiennes, Lily James, Johnny Flynn, Ben Chaplin, Ken Scott, Monica Dolan, Asher Ali, Joe Hurst, Archie Barnes …