No es en clave de realismo como tenemos que ver El ferrocarril subterrámeo, la serie de Amazon Prime Video sobre la historia de la esclavitud en los Estados Unidos. El tono es diferente. No es una crónica histórica de la vida dura de los negros en las plantaciones de algodón de Georgia o Alabama. En los estados esclavistas, intolerancia, fundamentalismo religioso y supremacismo blanco bendecido por su Dios, se conjuntaron desde antes del nacimiento mismo de la nación como un estigma identitario.
Todo esto está documentado por los libros de historia, la literatura, la televisión o el cine. El afroamericano Barry Jenkins, que ganó el Oscar en 2016 por Moonlight, dirige la serie con la expresa intención de contar la historia desde otro punto de vista, el del orgullo racial de una comunidad herida. Presenta una mirada diferente, más lírica que documentalista, buscando posiblemente avivar la sensibilidad de un espectador que, cansado de historias basadas en hechos reales, le pide a una serie algo que trascienda lo que vemos en las noticias.
El ferrocarril subterráneo explica cómo ese racismo se incardina en las propias raíces de las primeras comunidades de emigrantes europeos. La creencia en que Dios estaba de su parte y que tras ser perseguidos con rigor en el viejo continente se les había concedido finalmente la tierra prometida con la condición de permanecer puros, justificaba su sentido de superioridad sobre el ser de piel oscura venido de África. Al fin y al cabo el Antiguo Testamento sanciona las bondades de poseer esclavos, sobre todo extranjeros.
El hilo argumental de la serie se centra en Cora (Thuso Mbedu), esclava en una plantación de algodón en Georgia que mata en defensa propia a un muchacho blanco para huir de su sádico propietario, y en su perseguidor, el cazador de esclavos huidos Arnold Ridgeway (Joel Edgerton). La serie es pues una caza al hombre, que recorre estados sureños devastados por la guerra civil, en una suerte de descenso al infierno real y simbólico, en la línea de El corazón de las tinieblas.
Sin embargo cada episodio tiene su propia personalidad e ilustra algún momento de la historia de la lucha por los derechos civiles de la comunidad negra: el puro odio al otro que viene a mancillar nuestro edén; la explotación de mano de obra gratis; la actitud paternalista del blanco que no recurre al látigo y la horca, pero sigue considerando al negro un ser inferior que debe ser tutelado y controlado; el riesgo que asumían los blancos dispuestos a ayudar a la emancipación de los negros; la progresiva concienciación del esclavo de su injusta situación; la aparición de líderes y la fundación de un movimiento organizado por parte de personalidades de color influyentes...
Barry Jenkins y sus guionistas (entre ellos el autor de la novela en que se basa la historia, Colson Whitehead) rehúyen el realismo periodístico de películas como Arde Mississippi, Detroit o Selma. Tampoco recurren al realismo mágico de las novelas sobre sincretismo y mestizaje en la Cuba de Carpentier. La serie no escamotea la violencia explícita ni lo descarnado y doloroso de ese momento histórico, pero la puesta en escena está permeada de simbolismo y de una atmósfera onírica de pesadilla, a veces con tintes de ritual.
Hay que destacar el excelente trabajo de Joel Edgerton en el papel de Ridgeway, cazador de esclavos huidos. Como hijo de un herrero respetado por blancos y negros y creyente en el Gran Espíritu de los indígenas norteamericanos, creció en un ambiente tolerante y respetuoso y sin embargo su debilidad de carácter y la necesidad de retar al padre (suena familiar) lo hicieron desviarse de la senda recta y vender su alma al diablo. Simboliza la parte del hombre blanco que se alimenta del odio. Comparte con otros personajes de ficción como el Juez Holden de Meridiano de sangre, su carácter demoníaco, su necesidad de reivindicarse en la crueldad y la maldad.
El título de la serie, El ferrocarril subterráneo, viene a representar esa corriente clandestina ignorada por unos, temida por otros y finalmente ansiada por una comunidad pisoteada, en la que ponen sus esperanzas de liberación. El ferrocarril, que fue símbolo de progreso y de conexión con el mundo para las comunidades rurales, se convierte aquí en símbolo de la lucha por la libertad.
El viejo sur sigue ostentando sus impresionantes magnolios centenarios y la galantería de su clase terrateniente, pero El ferrocarril subterráneo también nos muestra su bosque arrasado por la guerra y sembrado de cuerpos linchados, las extrañas frutas de las que cantaba Billie Holiday, y el orgullo de una parte de la sociedad norteamericana que contribuye fundamentalmente a la identidad del país.
Ficha técnica
El ferrocarril subterráneo (The Underground Railroad) (Estados Unidos, 2021) (10 episodios). Dirección: Barry Jenkins. Guión: Barry Jenkins, Jihan Crowther, Colson Whitehead, Allison Davis (sobre una novela de Colson Whhitehead). Música: Nicholas Britell. Fotografía: James Laxton. Distribuida por Amazon Prime Video. Intérpretes: Thuso Mbedu, Joel Edgerton, Chase W. Dillon, Aaron Pierre, Jared Warren, Shiquita James.
Comentarios