La rayuela es el símbolo de la búsqueda del equilibrio, la virtud artistotélica, el cielo. Donde nació Marco Antonio Flores Macías, Marco Flores (Arcos de la Frontera, 1981), los cielos son limpios, solo interrumpidos por las primeras montañas de la sierra gaditana. Criado en el seno de una familia muy flamenca, de allí partió a los 18 años hacia Madrid —también al tablao de El Cordobés, en Barcelona— para hacerse gigante en esto del baile flamenco y la danza española. Los especialistas coinciden en que es uno de los mejores bailaores de su generación gracias a su versatilidad, su contagiosa energía en escena, su gusto por el riesgo, y su forma de combinar la técnica académica con la chispa improvisada del autodidactismo.
La Rayuela de Marco Flores se estrenará el próximo marzo de 2020 en el marco del XXIV Festival de Jerez, bajo la dirección de Francisco López y con David y Alfredo Lagos, voz y guitarra, como sostén sonoro. En el Festival podría decirse que empezó todo, cuando en 1998 el joven arcenense, tierra de Mariscal, Murciano y Velázquez-Gaztelu, tomó clases con Canales y empezó a tomarse en serio que lo suyo en el baile venía de lejos. Acabó la secuencia, ya en 2007, alzándose con los tres grandes premios de baile en el Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba, además del premio especial del jurado —no ocurría desde que lo lograse Javier Latorre dieciocho años antes—.
Atiende a lavozdelsur.es al rematar uno de los ensayos del próximo trabajo. En una de las salas de usos múltiples del Teatro Villamarta, en Jerez. Diez años después del primer curso que tomó en el Festival jerezano, uno de los más prestigiosos del mundo, estrenó su primer espectáculo en solitario. 22 años después estrenará el octavo espectáculo de su propia compañía y volverá a formar parte del claustro de maestros coreógrafos del certamen. Será después de más de dos décadas de investigación, sacrificios y amor por el baile. El baile, "una cosa que me sale sola", confiesa.
¿Qué cara de las mil caras de Marco Flores se va a ver en 2020?
Aquí estamos perfilándola. Seguro que una nueva. Seguro. Lo que pasa que estamos en pleno proceso y todavía está formándose y buscándola.
¿Por dónde irán los tiros?
La verdad que la pieza va a recaer en los tres, será un espectáculo de tres solistas, Alfredo, David y yo, y sus papeles son iguales que el mío. Estamos ahí en la búsqueda, en perfilar cómo van a ser esos tres pilares. Paco (López) ha propuesto la dirección, un guion musical y escénico increíbles, muy inspiradores, pero estamos de una manera libre…
Hay un punto de partida, 'Rayuela'.
No parte de ninguna idea concreta, de un folio en blanco a través del guion que propone Paco, pero también de cómo nosotros vamos interpretándolo musical, coreográficamente y también con el cante. Se inspira en la idea de Cortázar, en esa misantropía, el loco, el inconformista, pero es solo como algo de inspiración, no como un reflejo literario.
Lo primero fue la guitarra. Su padre era cantaor, sus hermanos bailaores… ¿lo suyo era llevar la contraria?
(Ríe) Bueno, mi padre ha sido muy aficionado, en mi casa siempre ha estado presente el flamenco. Y la guitarra fue por descarte, como mis hermanos bailaban, pues este el guitarrista. El baile me ha gustado desde chico, yo quería ser bailaor. Con 16 años tomé la decisión de apuntarme a un curso con Canales en el Festival de Jerez, en 1998, que dimos aquí justo en esta sala. Sí que es verdad que fue mi primera clase académica, pero antes a través de la guitarra descubrí todos los palos, los compases… Tocaba muy mal, era pésimo. Se me daba mejor el baile.
¿Lo confirmó en Córdoba?
Creo que incluso antes. Al irme a Madrid empecé a trabajar con compañías, tablaos… El hecho de trabajar con algunos tan potentes y jefes que he tenido y eso, era como una manera de decirme que siguiera para adelante.
"Lo más revolucionario es ser libre y personal, y no dejarse influenciar por ninguna corriente"
Se iría con una mano delante y otra detrás, ¿no…?
A donde me fui con una mano delante y otra detrás fue a Mallorca, que fue antes. De allí pude ahorrar dinero, que estuve trabajando de botones en un hotel, para poder apuntarme aquí a cursos, porque en aquella época estaban los cursos del Festival y otros en verano. Vino Luis Adame a una audición, Mercedes Ruiz, que siempre ha sido muy amiga mía y que me ayudó muchi, le habló de mí, me hizo una prueba, y me llamó para El Cordobés. Allí me vio Sara Baras, me llamó para su compañía, y ese fue el puente para irme a Madrid.
Aun así, ¿se pasan fatigas?
Sí hombre, claro, imagínate. Me acuerdo que luego, cuando dejé la compañía de Sara, donde trabajábamos muchísimo, muchísimo, pero yo la dejé, no por nada porque estaba muy a gusto, sino porque tenía ganas de estudiar otras cosas, y tuve un par de años… incluso hoy en día se pasan etapas malísimas.
Los artistas suelen ser autónomos, al fin y al cabo.
Esto de producir es la ruina… (ríe)
Hay que estar un poco ‘majara’, como se dice por aquí.
Sí, lo que pasa que lo que te llevas y la vivencia de esto no está pagada con nada. Poder estar aquí con estos monstruos todos los días, eso es un aprendizaje que estás pagándote.
"Si no hubiese hecho todo lo que he hecho, tanto lo más acertado como lo menos, no sería quién soy. Y yo me siento contento con quien soy"
¿Qué es para usted hoy en día lo más revolucionario?
Creo que ser libre y ser personal, y no dejarse influenciar por ninguna corriente.
¿Eso cómo se consigue con el bombardeo permanente de estímulos e influencers que nos rondan?
Y más que eso, las programaciones y la prensa nos arrastran a ciertas corrientes, y quizás se pone algo más de moda, por decirlo de alguna manera, y parece que todo ese campo entre los extremos está perdido. Creo que lo más revolucionario es ser uno mismo y eso no implica que hoy puedas estar en un extremo, mañana en otro, y otro en el de en medio. Los intérpretes debemos ser libres, no tenemos que ser un personaje o tener siempre el mismo perfill. Pero es verdad que es más fácil ser un personaje, lo vas a tener más fácil, siempre te muestras igual y vas a tener el beneplácito de todo el mundo.
¿Hay mucho ‘fake’ en el baile?
En mi caso no puedo estar siempre igual. No quiero decir que quien siempre responda al mismo perfil no lo haga de verdad, que además eso me parece genial, pero en mi caso me sale natural. Empecé a bailar muy tarde, a trabajar en el 2000, y somos una generación en la que estamos bombardeados de influencias de todo tipo, estilos de música, danza, y sale natural.
¿Algo de lo que avergonzarse?
Creo que no. Quizás sí pienso en cosas, como fallos que vas teniendo en la vida, pero no los borraría. En verdad no me tengo que arrepentir de nada porque han sido parte del camino. Y en lo laboral y en lo artístico, si no hubiese hecho todo lo que he hecho, tanto lo más acertado como lo menos, no sería quién soy. Y yo me siento contento con quien soy.
¿Qué pasa por la cabeza justo antes de salir a escena?
Muchas cosas. Admiro mucho a esos artistas que entran en un trance, se les va la cabeza. A mí no me pasa eso, soy muy consciente de todo, se me vienen veinte mil pensamientos, y eso hace también que en el escenario lo mismo tiro para un lado que para otro… Hay momentos donde sí te abstraes. Intento meditar, pero a los veinte segundos me bombardean mil cosas. No lo veo negativo, es bueno.
¿Ha bailado durmiendo?
Sí, sí, y despertarme rematando (sonríe)… El baile no es que sea una cosa enfermiza pero estás todo el día y luego cuesta, tu cuerpo lo tiene dentro y cuesta quitártelo de encima.
¿Es un laberinto?
Sí, sí, el baile es un laberinto con sus zonas maravillosas, reconfortantes, placenteras, pero también con sus zonas tormentosas, horrorosas y esquizofrénicas, que también te desestabilizan mucho.
"He bailado durmiendo. El baile no es que sea una cosa enfermiza pero estás todo el día y luego cuesta quitártelo de encima"
¿Se valora la danza en este país?
No. A ver, creo que hay un problema de educación e interés. Cuando llenas un teatro de danza la gente alucina. Para mí en este país están de los mejores bailarines del mundo. Pero no se confía, ni se apuesta por la danza. Los teatros públicos, y ya los privados ni te cuento, la última coletilla de su programación es la danza. Y ya dentro de eso, si es comercial, entendible, etcétera. Hay teatros como los del Canal que se han convertido en un teatro para la danza en Madrid, con un nivel de ocupación increíble y una labor increíble. Cuando se apuesta y se invierte, esto funciona. Y se crea público.
En provincias no hay hueco alguno para trabajar, se quejan muchos compañeros y compañeras. ¿Jerez es una isla?
Fíjate en los niveles de ocupación de los cursos. Menos mal que está Jerez. Aquí tenemos una cita mundial. Es un festival de flamenco dedicado al baile, y es más raro y más plausible todavía. A mí me llamaban ayer alumnas de China que estaban pendientes de inscribirse. Hay un público brutal para la danza, pero aquí tenemos que hacerlo, con tareas desde los colegios, con actividades para los jóvenes… igual que se hace con el fútbol, que se le dedica 20 minutos al día en el telediario. Si se le dedicará más atención a la danza tendríamos una sociedad mucho mejor: se comparte, hay que tener compañerismo, la cultura del esfuerzo, la disciplina, el sentido común… Solamente hay que hacer pequeños clicks y se puede conseguir. Ahora no se le dedica nada y hay una cantidad increíble de bailarines, porque aquí tenemos un nivel increíble, lo que no tenemos es plataformas para mostrarlo, imagínate si se llevara a la gente al teatro.
¿Cómo se sobrevive?
Nosotros todavía con el flamenco tenemos una gran suerte porque tenemos un gran mercado fuera, pero bailarines de clásico y contemporáneo es más difícil porque eso está por todo el mundo. Pero fíjate que los primeros bailarines de los mejores ballets del mundo son españoles.
¿Alguna vez se le pasó por la cabeza dejar de bailar?
(Silencio). Sí. Lo que pasa que luego es mentira. Cuando se me ha pasado me gustaría que en algún momento pudiera hacerlo real. Pienso en que ojalá llegue el momento donde lo pueda hacer. No se me pasa ahora mismo, pero quiero que llegue el momento donde sí lo sienta.
"Para mí en este país están de los mejores bailarines del mundo. Pero no se confía, ni se apuesta por la danza"
¿No le importaría que llegara esa fase?
A mí bailar no me cuesta nada, me duele un poco... bastante el cuerpo, pero… muchas veces me dicen: chiquillo, para, tantas horas… ahora te vas a otra clase... Y claro, es que no me cuesta. No me doy cuenta de que un día me he llevado diez horas bailando y luego me he ido por la noche al tablao. Ha habido etapas que han sido así y otras donde bailas muchísimo menos. Pero es algo que fluye, te arrastra, te metes en el estudio y no ves la hora. Y hay otros días que no, que te metes una hora y te vas.
¿Qué conviene, o a quién, no olvidar?
No conviene olvidar, sobre todo, tu origen y tu aprendizaje. Y, sobre todo, por qué llegaste a esto, por qué empezaste. Luego todo se transforma, y te das cuenta que, a veces, bailas con el miedo a gustar, con la aprobación, pensando en que te contraten, a dar con el espectáculo que funcione… Cuando empecé a bailar no pensaba en esas cosas, pensaba en hacer lo que me gustaba. Y eso creo que no hay que olvidarlo nunca. Vas midiendo cosas, pero no me da miedo. Hay veces que haces cosas que ves luego y dices Dios…
Al final importa mucho hacer lo que sale, la verdad…
Hacerlo por tu pulso, de verdad, no transformarte en algo que sea para agradar o buscar el beneplácito de los demás.