Atribuir obras a autores más conocidos es habitual.
Lo lees y te lo crees. Así fue y sigue siendo, pese al empeño de numerosos investigadores en sus estudios. A una obra le pesa, en cierta manera, una determinada atribución si no se la ha cuestionado durante décadas. En Jerez tenemos casos muy significativos. El otro día, sin ir más lejos, me crucé de nuevo con la atribución de la estación de trenes de Jerez a Aníbal González. Aunque varios estudios prueban que la autoría no es suya, se le sigue vinculando al emblemático arquitecto sevillano en muchos folletos y páginas web. En un artículo que publiqué en la sección Crónicas con Solera de este mismo periódico, expliqué las investigaciones de Francisco Cuadros Trujillo (Grupo de Investigación Arquitecto Vandelvira de la Universidad de Jaén) a ese respecto. Nuestra actual estación parece que fue proyectada por un emblemático ingeniero jerezano, Francisco Castellón Ortega, al que no todos parecen rendir homenaje aún.
Pero no es el único caso. La sede de la Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre, el Recreo de las Cadenas, se le sigue atribuyendo al arquitecto francés Charles Garnier, o la singular Bodega de la Concha de González Byass a Gustave Eiffel. Ni uno ni otro, al parecer. En el primer caso, el historiador Jesús Caballero Ragel desveló recientemente que la autoría del Recreo de las Cadenas corresponde a Ravel, de nombre Salomón —y no Samuel, que es otro arquitecto francés con el que se suele confundir por su firma: S. Ravel—. Lo mismo sucede con el segundo caso, la de la Bodega La Concha. Aunque González Byass siga sosteniendo en sus folletos que es obra de Gustave Eiffel, el propio Caballero Ragel junto a Yravedra Soriano y Aladro Prieto sostienen la autoría del ingeniero británico Joseph Coogan.
Sea como fuere, el fenómeno de atribuir a autores más conocidos obras que pueden asimilarse por su estilo es habitual. Y en esta línea, investigación histórica y turismo no siempre casan bien: hay nombres que venden. Y venden aunque falten a la verdad.
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