Durante gran parte de su vida y como parte de su rutina diaria, Pericles deambulaba por la ciudad de Atenas y sus alrededores, si bien solía frecuentar el Ágora y el puerto. Admiraba a los artesanos y trabajadores portuarios, lo cual se veía en las veces que frecuentaba estos centros de trabajo. Vivía en contacto directo con sus compatriotas e intentaba —al igual otros gobernantes— pasar tiempo con el resto de la ciudadanía de la polis que apreciaba, la misma que había impulsado desde su gobierno.
La obra y legado de este magistrado ateniense fueron inmensos y ha pasado a la Historia como uno de los mejores líderes políticos dando nombre al Siglo de Oro de la Atenas Clásica. Político, intelectual y estratega militar fueron algunas de sus facetas que no dudó en usar junto con su excelente oratoria para profundizar las formas democráticas griegas y combatir a la vieja aristocracia en pos de mejorar la vida de las clases populares de la polis durante los cuarenta años que duró su carrera. Y es que, su excelente oratoria se materializó en uno de los discursos más conocidos de la Historia; El discurso fúnebre, a causa de las muertes en las primeras contiendas de la Guerra del Peloponeso contra la liga comandada por Esparta (Y que posteriormente sería recogido por el historiador Tucídides).
En este discurso, Pericles definió las bases y el espíritu del modelo ateniense, así como una férrea defensa de sus valores frente a la tiranía espartana. A pesar de un marcado componente idealizador, este discurso gira en torno a la conciencia de clase popular sobre la que se vertebra un llamamiento a la participación política hacia el pueblo, el cual debe de tener confianza en sí mismo como garante del progreso cultural humano.
“Nos diferenciamos de otros Estados en el hecho de considerar un inútil a quien no toma parte en estos asuntos”.
Pericles luchó durante toda su vida en defensa del ideal democrático y la instauración de un sistema justo y digno; el mismo ideal que sigue corriendo peligro a manos del capitalismo y sus formas fascistas, que no dejan de ser en esencia, las mismas tiranías espartanas que amenazaban a Atenas. Y no es otra que la mayoría social la que debemos de construir y avanzar con el objetivo de alcanzar una democracia plena. El pueblo de Atenas lo tenía claro y sabía que uno de los principales campos de batalla —por no decir el primero— para derrotar a los viejos oligarcas era el cultural. Es por ello que no dudó en desarrollar espacios y mecanismos de participación colectiva a partir de los cuales construir hegemonía democrática.
Ya desde muy pronto la cultura egea desarrolló un amplio abanico de géneros literarios, los cuales fueron impulsados desde las propias instituciones populares. Fruto de la concepción democrática de la política nació a manos de Sófocles la trilogía de Edipo; Edipo Rey, Edipo en Colono y Antígora. Estas obras permitieron abrir la conciencia crítica en la población griega, ya que funcionaban como elementos políticos; la historia de Edipo Rey en su ansia por descubrir al asesino del monarca Layo y salvar a Tebas de la peste que la asolaba.
Esto instauró la relación entre poder-conocimiento en política a través de la unión de verdades fragmentadas en diversas manos de diferentes escalas sociales y religiosas, que nos permite llegar a la verdad y el conocimiento. Curiosamente, coincidiendo con la concepción de Protágoras de la democracia en la que la solución a los problemas son las visiones y las capacidades, siempre parciales, de los ciudadanos. Por ello, la tragedia era un elemento revolucionario, un ejercicio de autocrítica que ejercía la democracia sobre sí misma, al igual que un cepillo a contrapelo que destapa las calvas y desperfectos.
En vísperas al Mayo del 68, el lúcido director italiano Pier Paolo Pasolini llevó al personaje tebano a la gran pantalla en 1967 con Edipo re. En la cinta, el director narró de forma lineal la vida de Edipo con unos escenarios humildes lejos de las barrocas representaciones de la Antigua Grecia, con la finalidad de resaltar el mensaje al espectador. Pero esto no es ninguna sorpresa, ya que Pasolini no fue un director cualquiera.
“No hay nada que obligue tanto a mirar las cosas como hacer una película”.
De los 53 años que Pier Paolo Pasolini vivió, se dedicó además del cine a escribir poesía, novela y filosofía política. Sus cintas se influyeron de ese estilo poético, que contrastaba con la prosa de otros cineastas de la época como Éric Rohmer. Hablar de Pasolini implica hablar de compromiso político y cultural bajo su teoría del “cine responsable” donde a través de mensajes incendiarios se logra la belleza, la vida y la libertad para llegar a lo que él denominaba “estudio pasional”. Su labor guerrillera dentro del campo cultural y su ideal de progreso social le llevó a las filas del Partido Comunista Italiano e incluso le acabó costando la vida. Este marxista entendía que las ideas de las viejas polis debían de difundirse a través de los nuevos medios como el cine, por ello no dudó en cargar sus películas de referencias a estas ciudades-estado. En el caso de Edipo reincluso añadió capítulos de su propia vida y episodios de la Italia de postguerra inmersos en una producción rica estética e ideológicamente con el propósito de combatir la uniformidad burguesa y la espiral consumista.
“En nuestra opinión, pensamos que actualmente solo los comunistas son capaces de suministrar una nueva cultura”.
El cine pues, es una poderosa herramienta en la batalla ideológica. Batalla que, de momento, estamos perdiendo en nuestra ciudad ya que si queremos construir nuevos valores sociales comunitarios debemos de mirar más allá de las salas construidas en la gran explanada de hormigón de las afueras de Jerez, que poco inciden en la vida de nuestras clases populares. La alternativa rupturista y democrática que necesitamos, asentada en una nueva cultura, no debe de olvidar que uno de sus ejes es la difusión del cine rebelde. Por ello, desde la izquierda transformadora debemos de recuperar los viejos edificios e instalaciones como el Cine Jerezano y entregarlos a las asociaciones culturales y cinéfilas con el objetivo no solo de proyectar piezas del pasado, sino de convertirse en un punto de encuentro de nuevas producciones independientes y sociales donde la juventud tengamos un papel protagonista. Un lugar de creación, debate y participación; un espacio inspirado en las formas democráticas de la Atenas de Pericles y las cintas de Pasolini.
Que las reflexiones y paseos de los pensadores griegos no queden en el olvido. Los griegos, a diferencia de otros pueblos, consiguieron superar los dogmas de los dioses en la filosofía y alcanzar una nueva etapa de conocimiento racional donde solo había cabida para el perfeccionamiento moral dentro del espíritu democrático como antecedente del Humanismo. Que la razón vuelva a vencer a las oscuridades en estos tiempos de arte indiferente y un fascismo creciente. Recuperemos el espíritu revolucionario de cine, recuperemos el espíritu revolucionario de la Antigua Grecia.
En agradecimiento a mis profesores de Historia de la Filosofía de la Universidad de Cádiz por su compromiso en la difusión y defensa de la democracia en tiempos de dogma e irracionalidad.