El piano más jondo y un cuarto de siglo de un disco mítico
David Peña Dorantes (Lebrija, 1969). En el año 1998, bajo el sello discográfico EMI y la producción de su hermano Pedro María Peña, el pianista lebrijano graba en su primer trabajo discográfico una pieza que ha pasado a formar parte de la historia de la música flamenca y española por derecho propio: Orobroy.
Considerado como uno de los himnos de lo jondo, sus compases han protagonizado a lo largo de estos 25 años un sinfín de producciones de diversa índole y su melodía suena tanto en spots de publicidad como en películas cinematográficas y documentales o, de forma mas terrenal, en miles de teléfonos móviles como tono de llamada.
Compuesta a mediados de los años 80 del siglo pasado, no fue hasta dos años antes del cambio de milenio cuando se decide a incluirla en un trabajo discográfico de título homónimo con el que el pianista se presenta en sociedad. Desde el día de su presentación, el público acogió la pieza como suya para elevarla a los altares de la fama.
Bajo un mensaje profundo en cuanto al sentido de pertenencia que le otorga llevar en su sangre la herencia dinástica cuyo legado cultural y musical es indispensable para la Baja Andalucía, el mensaje que esconde la letra escrita y cantada en caló nos habla de una vieja voz que canta y llora tras pasados siglos de horror, pero que siente a Dios perfumando su alma y, por eso, prefiere ir sembrando rosas en vez de dolor por el mundo.
Ahora, un cuarto de siglo después de su grabación, nos reunimos con el compositor y pianista lebrijano en la Hacienda Porzuna de Mairena del Aljarafe, tanto para conocer la intrahistoria que provocó su creación, así como los próximos proyectos que tiene en marcha, como el concierto que ofrecerá próximamente en el Auditorio Riberas de Guadaíra el Día Internacional del Flamenco junto a la Orquesta Sinfónica de Triana.
Pues es verdad que no me acordaba. No estoy yo muy pendiente de las celebraciones de mis temas tampoco. Son cosas que compones, que están ahí y las dejas.
Se compuso antes, bastante antes, creo que podía tener 17 o 18 años por ahí, o incluso un poquito antes. Y sí, lo compuse, lo dejé ahí en un rincón. Lo escribí, lo dejé ahí y luego ya cuando grabé, es cuando lo retomé. Pero vamos, tiene más años de composición que de grabación.
"No todo el mundo ha tenido la suerte de poder crear un tema que la gente haya hecho suyo"
Pues el recuerdo que tengo es una fiesta que se formó en el salón de la casa de mi tío Juan El Lebrijano. No recuerdo qué se estaba celebrando, sólo que estaba toda la familia. Estaba mi abuela, todos mis tíos por parte de Lebrija, Fernanda y Bernarda que también vinieron de Utrera, y hasta La Turronera.
Yo me quedé allí a dormir y recuerdo que me levanté por la mañana y, como mi tío Juan tenía un piano en la casa, me senté y di los primeros acordes de Orobroy esa misma mañana, intentando expresar lo que había sentido. Y ahí empezó. Cuando llegué a Sevilla, terminé de desarrollar con aquella idea.
Lo que tengo claro es que este tema salió de mis capas más profundas y eso creo que es el valor que tiene. Y se mezclan varias cosas. Por un lado, un chaval que necesita expresar aquello que vivió, lo que me lleva a la pureza de la música. Y por otro lado, esa osadía que comentas, pero con la inocencia de quien compone sin más y sin pensar en nada más, tan sólo en transmitir y sin ningún complejo. Creo que esa es la magia y la base de la música. Cuando te comes el coco y piensas en hacer tal o cual cosa, porque voy a transmitir algo concreto, al final no lo consigues.
"Aún conservo el piano de 1910 que nos compró mi padre y tocábamos media hora cada hermano"
Creo que fue mi familia. No me acuerdo exactamente porque, cuando llegaba mi padre con un invitado a casa, me hacía tocar. Y lo que recuerdo es que yo siempre hacía llorar. Yo soy muy sentimental también y cuando los veía llorar me ponía igual que ellos.
A mi padre le gustaban mucho todas las piezas de aquella época. Luego ya mi mundo avanza y voy metiendo más aliños, más experimentaciones y la cosa va cambiando en mi universo sonoro.
Me acuerdo que, cuando empecé a estudiar en el conservatorio, veíamos muchas armonías y tocaba muchos clásicos. Eso te lleva a aprender también ese otro lenguaje que, al final, se te termina pegando, aunque hay una parte que tú sabes perfectamente que es desde donde partes y luego hay una zona en de desarrollo propio y de uno mismo.
Ahí he pasado por diferentes fases. Hubo un momento en que ya estaba un poco cansado y me repetía a mí mismo eso de que tengo más cosas aparte de Orobroy. Pero con el paso del tiempo, te das cuenta de que no todo el mundo ha tenido la suerte de poder crear un tema que la gente haya hecho suyo. Y eso es precioso. Poder decir que yo he podido encontrar ese tema es algo muy bonito.
Hay personas que me dicen que les gustaría que fuese el himno. Pero yo me quedo con la importancia de haber conseguido llegar al público. Y lo único que puedo hacer es estar agradecido y decir qué bueno, qué bien, no sólo lo disfruto yo, sino también todo el que lo escucha después de tanto tiempo. Y cada vez que me lo pidan lo voy a tocar.
Los griegos tienen una forma de ver la creación muy interesante. Ellos piensan que los creadores no crean, sino que hay como una especie de bosque donde entran y encuentran algo. Desde ese punto de vista es bonito pensar también que yo he encontrado en ese bosque ese tema.
"Siempre doy más importancia a la cabeza, al que tiene la creatividad, que al instrumento"
¡Uf! Esa es buena. Pues supongo que sería pensar las cosas que he debido de corregir, pero yo creo que pensaría de forma diferente. Yo iba con mucha ilusión al conservatorio. Era increíble esa etapa. Ahora la sigo teniendo, pero de otra forma diferente. Hoy en día, mi ilusión va destinada hacia otras cosas, más a lo que compongo, a lo que hago, a lo que desarrollo, a mis relaciones con otros músicos, qué es lo que hago, dónde voy o dónde quiero ir.
Puede ser, aunque yo tengo mis dudas a ese respecto. Es cierto que el instrumento puede ayudar, tanto por la forma, la disciplina, de dónde viene y toda esa movida, pero yo siempre le doy mucha más importancia a la cabeza, al que tiene la creatividad, al músico en sí. Es verdad que el sonido, la técnica, la amplitud o las tesituras del piano pueden ayudar, pero yo sigo pensando que más que la amplitud del instrumento en sí, los creadores son los que tienen mucho que decir, porque ahí está Paco de Lucía o Sabicas, donde la creatividad era su cabeza.
Pues sí que era guitarrista, tenía técnica y, además, tocaba un montón echando muchas horas. Pero yo me encontré con el piano en casa de mi abuela en Lebrija cuando era pequeño, con cuatro o cinco años, y cada vez que iba a verla me iba derecho para tocarlo. Cuando a mi padre lo destinan a Sevilla lo pierdo de vista, pero a mí se me quedó en la cabeza aquello. Y tanto que, aunque yo tocaba la guitarra, me ponía discos de pianistas y sobre la mesa pensaba que era yo el que estaba tocando cosas de Supertrump, Keith Jarrett, Glenn Gould… que yo me los ponía y pensaba que estaba tocando.
Yo seguí con la guitarra, pero un día mi padre se presenta en mi casa con un piano de 1910 que encontró en una carpintería y aún lo tengo en casa. Es de Nueva York y son de los que vinieron en la exposición de 1929 y resulta que uno de los americanos que vino a España le pagó a ese carpintero unos trabajos con ese piano y ahora está en mi casa. Y cuando ese instrumento entró en mi casa, rápidamente me vino a la cabeza aquel donde yo tocaba.
Pues no lo sé, pero pienso que sería por eso. Seguramente sí. Él también se crió en una casa donde había un piano desde pequeño, que es la casa de mi abuela. Entonces, seguramente lo compró para que tuviéramos uno. Lo curioso era que nos lo repartió media hora a cada hermano. Y somos cinco. Así que imagínate. Al principio nos peleábamos porque uno estaba un minuto más que otro y, al final, mis hermanos se fueron apartando y yo me fui quedando con la media hora de cada uno. Dos horas y media para mí solo.
A raíz de aquello, me matriculé en el conservatorio y usé la guitarra para comprarme un piano porque con el paso del tiempo el que tenía lo desmontaba y me llevaba dos horas arreglándolo porque estaba muy viejo. Ahorré dinero tocando la guitarra en los festivales que me llamaban y me compré mi primer piano, que también está en mi casa. Y con ese fue con el estudié.
Pues tengo cinco pianos. Estos dos que te digo, otro pequeño y dos de cola en el estudio.
Con el flamenco estamos ante una de las músicas más importantes del mundo. Y eso está clarísimo. Y la posibilidad de usarlo en otros circuitos y en otros ambientes, pero partiendo siempre desde él, porque yo no puedo partir de otro sitio, y desde la pureza que he heredado de mi gente, pues es lo que le da otra vertiente y otras ramas que son, en definitiva, otras formas de expresión.
En el flamenco siempre pasa igual porque ha estado muy abierto y se ha abierto a muchos sitios donde se ha mestizado con otras culturas siempre y eso es durante toda la historia del género. Yo, por lo menos, entiendo su concepto desde la adquisición de nuevo elementos que lo purifican aún más, porque realmente la música es para eso, para la convivencia.
"Estoy muy ilusionado con el concierto del 16 de noviembre junto a la Orquesta Sinfónica de Triana"
Sí. Pero todo aquello que sirva para comulgar con otras músicas, con otros artistas, con otra civilización o con otros músicos que una, lo único que hace es hacerlo más puro todavía porque la música es para eso.
Pues muy bien, además la OST está sonando muy bien. Llevamos varios ensayos para ver repertorios de diferentes obras mías y, la verdad, estoy muy ilusionado. Es cierto y real que cada disciplina musical tiene su parte positiva, su parte negativa, sus pesos, donde es más potente, donde es menos potente y, en el caso del caso de flamenco, también la energía a la hora de unir a los músicos clásicos.
Hay muchas cosas que no coincidimos en el concepto y en la forma de ver la música y en la vivencia y afrontar la música, como el compás de ritmo, el no tener partitura — aunque yo sí que escribo e incluso escribo para ellos—, pero creo que con buena voluntad siempre hay un punto de conexión y un punto natural donde se desarrollan ambas disciplinas. Está siendo muy interesante y creo que está funcionando muy bien.
Está claro que mover a tantos músicos es muy complicado, pero siempre hay otras fórmulas. Por ejemplo, yo he tocado con orquestas de compañía y se les mandan las partituras, ellos las preparan y tan sólo me tengo que desplazar con mi percusionista y ya está. De otro modo, los costes que tendría hacen poco menos que imposible mover a tantas personas.
"A nivel personal, siempre voy a defender el buen gusto"
Pues sí te digo que flipan cuando ven las partituras. Ni te imaginas cómo se enamoran rápidamente. Y mira que se encuentran con dificultades importantes como la expresión, el ritmo, la forma de repartir las melodías que tenemos en el flamenco, la flexibilidad, la tranquilidad a la hora improvisar e inventar sobre la marcha, sin papeles, expresando lo que sentimos, ellos lo valoran mucho y disfrutan mucho.
A nivel más personal, yo siempre voy a defender el buen gusto. Ni la rapidez, ni la lentitud. Nada. El buen gusto de usar cada cosa, que es donde está la creatividad. Además, lo notas. No es decir ahora toco rápido o ahora me pongo raro porque quiero decir esto o lo otro. Hay que defender el buen gusto y el saber. Porque está claro que el flamenco no es una música que de mayorías. Como tampoco lo es para todos los públicos. Quizás le falte que los colegios generen conciencia sobre la existencia del flamenco como una música muy nuestra y con muy buena valoración en todo el mundo.
Fue un regalo precioso. Cuando me llamaron para decírmelo no me lo creía. Además, en ese colegio es donde yo estudié. Yo vivía a 50 metros. Es donde yo he jugado y he derramado mi niñez. He hecho de todo. Además, lo que más ilusión me ha hecho es que hayan sido los niños los que lo hayan pedido y todo lo que te pueda decir ya sobre eso es poco. He quedado para ir, estar con ellos y voy a estar con ese colegio cada vez que me lo pidan y ayudándoles en lo que pueda.
En Europa la mente está muy abierta y suelen dar premios a otras disciplinas musicales que se acercan a ese género. Pero está claro que lo importante es primero el aprendizaje y ver lo que uno tiene y, después, la defensa de por dónde uno va evolucionando. En mi caso, yo lo he notado y he defendido sin miedo andar por esos otros caminos. Con los años, empiezas a quitar paja, te acuerdas de dónde vienes y empiezas a buscar un equilibrio, incluso mucho más perfecto, entre lo que uno quiere, después desarrolla y de tu propia raíz.
Pues ahora mismo estoy liado con música del siglo XVII con influencias de músicas flamencas de la que no te puedo contar mucho más porque estamos en fase de proyecto.
Está claro. Además, encantado.