“Nada, en aquella monótona tarde de primeros de marzo, hacía presagiar que, en apenas unas horas, el desorden de la muerte y la mentira se instalarían para siempre en la abúlica vida de Manuel. Nada, fuera de la común, acaecía en aquella pequeña agencia consignataria de buques que, antes de que terminara la semana, acabaría en una lúgubre habitación de una casa abandonada en el casco antiguo de la ciudad, maniatado a una silla, suplicando a un energúmeno de manos de piedra que le arrancara de cuajo el corazón.
Quizás el tedio, el feroz aburrimiento que embargaba su ánimo aquellas soporíferas horas, fuera distinto al de otro lunes cualquiera, pero pensar en este simple hecho, casi anecdótico, iba a propiciar que en cuatro días toda su vida se resquebrajase y rompiera en mil pedazos, era barruntar demasiado, incluso para un hombre tan propenso a la imaginación como él.”
Pero como toda obra, como toda novela, este libro es mucho más que un principio. Una novela en la que, como en la vida, el azar juega un papel determinante. Y es que todo se desencadena con una llamada de teléfono equivocada. En ese sentido, y como decíamos antes, aparece desplegado ante nosotros el gran bagaje lector de Eduardo Formanti y sus primeros referentes. Las circunstancias del azar son una de las constantes en la obra de Luis Landero, y es que como dice Carlos Marzal: ““Un autor se sirve de la tradición para constituir su familia próxima. Todo autor tiene su altar de figuras tutelares a las que les reza en secreto, y a cuyo ejemplo se acoge con esperanza. Todo escritor tiene un panteón predilecto del que le gustaría no desmerecer”. Ante las circunstancias del azar nos encontramos a un personaje, Manuel, oficinista, empleado de una consignataria de buques, con una existencia previsiblemente apacible, que ante una llamada de teléfono decide convertirse en un hombre de acción. Todas las decisiones de Manuel van conformando la novela y es que escribir una novela consiste en complicarle la vida a su protagonista. En El final de la tregua, Manuel siempre tiene el poder de decidir por la opción más cómoda y sin embargo sus decisiones siempre son las contrarias hasta verse involucrado en una historia en la que aparecen perfectamente reflejados los bajos fondos de una ciudad, Cádiz, llena de luces y sombras, la novela se puebla de personajes oscuros, supervivientes a un destino al que les ha llevado una sociedad que los maltrata. Todo ello cohabita en estas páginas con un segundo plano, una historia que discurre de forma en la que dos personajes conversan en el centro de una habitación del faro de Trafalgar. Aquí la intriga nos lleva a querer desvelar qué es aquello que les une a ambos, cuyo misterio también abruma a uno de estos dos personajes, que ha sido convocado a dicha reunión sin saber las causas ni los porqués y sin tener conocimiento de la persona que se sienta frente a él. Estos son los mimbres y esta es la trama con la que Eduardo Formanti ha construido El final de la tregua, una novela landerianamente formantizada, y es que si antes decíamos que había ingredientes que nos harían recordar al mejor Luis Landero, no es menos cierto que Eduardo es capaz de llevarse la novela a su propio terreno e imprimir el necesario sello personal que le ha hecho convertirse en un autor reconocido, por sus premios, y reconocible en un estilo propio y definido. Cuando lean este libro, no les va a quedar más remedio que agradecer a Eduardo sus horas de trabajo, su dedicación, porque en buena medida somos aquello a lo que consagramos nuestra vida y la literatura tal vez sea una extraña forma de vida, pero es una forma al fin y al cabo: la que algunos hemos elegido para habitar en el mundo. Eduardo Formanti es autor también del libro de relatos Cuentos abandonados y de San Fernando secreto, editado también por Ediciones Mayi. Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Cádiz, ha colaborado en numerosas revistas literarias como Yaraví, Arena y Cal, Ínsula, Ámbito, La hoja azul en blanco, El ático de los gatos, Tántalo o Cromomagazin. A lo largo de su carrera literaria ha obtenido numerosos premios nacionales e internacionales, entre otros, el XXVIII Certamen de Cuentos Puente Zuazo de la Academia de San Romualdo, el XIX Certamen de cuentos Ana de Velasco de Navarra, el XI Concurso Nacional de relatos Caños Dorados de Fernán Núñez de Córdoba, el I Certamen de relatos solidarios de Puerto Real, el V Certamen de relato breve Feria del libro de San Fernando, el I Certamen de narraciones breves Villa de Algodonales, el Certamen Pluma de Oro de Alcorcón (Madrid), etc.
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