La crítica literaria de 'Historias de cine', de Juan Antonio Molina Foix.
Se suele decir que detrás de una buena película siempre hay una gran historia, ya parta de un guión original o de una base literaria. La obra que tenemos entre manos, Historias de cine (Siruela, 2017), pretende demostrarlo con ejemplos palmarios. Juan Antonio Molina Foix ha reunido en un mismo volumen once historias que abarcan del relato de pocas páginas a la novela corta con el denominador común de haber sido llevadas a la gran pantalla con excelentes resultados. Aún así, debemos matizar, ya que no siempre se trata de obras maestras. Dudo que ningún crítico se atreviera a decir que Ellos y ellas esté entre lo mejor de Joseph L. Mankiewicz, que Una historia inmortal esté a la altura de las grandes obras de Orson Welles, o que La paura sea la película más lograda del binomio Rossellini-Bergman.
Cada pieza está precedida de una breve introducción en la que el autor de la compilación sitúa la historia original en su contexto y matiza las diferencias y sus resultados a la hora de trasladarla al lenguaje cinematográfico. El orden elegido es el cronológico de las películas empezando por los dos cuentos de Akutagawa que sirvieron de base a Rashomon y culminando en el célebre Los muertos que inspiró la última película de John Huston, Dublineses, y de cuya sutilidad y pequeños detalles podemos disfrutar una vez más.
La selección de Molina Foix que, aunque podía haber sido muy distinta según los gustos personales del editor, es bastante representativa no solo de lo que podríamos llamar cine clásico —ya que, a pesar de su fecha de producción, me decidiría a incluir el testamento de Huston en esta categoría— sino también de la cinematografía mundial, ya que además de títulos del Hollywood clásico, se incluyen referentes del cine europeo como Max Öphuls —Le plaisir—, Robert Bresson —La femme douce— o el citado Rossellini, y de otras latitudes como el japonés —además de Kurosawa, los Cuentos de la luna pálida, de Mizoguchi—. Acierto que se suma a la oportunidad de recuperar textos literarios de más difícil acceso como las creaciones de Damon Runyon —Ellos y ellas— o Dorothy M. Johnson —El hombre que mató a Liberty Valance—, o las reediciones de relatos aparecidos en antologías anteriores como Miedo de Stefan Zweig o Testigo de cargo de Agatha Christie.
Al margen de facilitarnos la posibilidad de comparar entre la materia prima y la manufactura, entre dos lenguajes tan distintos, tenemos también la posibilidad de ponernos nuestra coraza de lector y, ajenos a la historia del cine, sumergirnos sin juicios previos en la hermosa profundidad de un volumen que atesora verdaderas maravillas como el relato Los pájaros de Daphne du Maurier, con el que podemos comprobar que cine y literatura pueden provocar, apelando cada cual a sus propios recursos, las mismas sensaciones de malestar y angustia.
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