Comenzó cuando era tan solo un niño y fijándose cómo su hermano, cinco años mayor, cogía un lápiz. "Mi madre decía que el único momento en el que me quedaba tranquilo era cuando veía a mi hermano dibujar", recuerda Juan Herrador (Úbeda, 1943), jerezano de adopción desde los cuatro años y residente desde 1993 en El Puerto de Santa María. Con su particular y distendido sentido del humor, el artista abre las puertas de su hogar a lavozdelsur.es, rodeado de árboles, plantas —algunas de ellas inmortalizadas por él mismo—, y la continua música de un agua que corre en su piscina. En un pequeño rincón, una caseta esconde el estudio donde realiza sus obras, que bien podrían definirse como hiperrealistas.
En los 50, con tan solo 14 años, Juan Herrador dejó el bachiller y se colocó en Dibujos Mamelón, colindante al estudio del emblemático José Luis Torres, y propiedad del sobrino de este, Juan Montes. Allí desarrolló durante doce años su carrera profesional junto a emblemáticas personalidades del dibujo y del diseño publicitario, llegando luego a desarrollar una aventura en solitario, primero en Madrid y luego en Jerez con Arteidea, junto a los conocidos Pedro Carabante Peri y Manolo Cervera. De aquellos años de juventud, el pintor recuerda un Jerez que era referente, con una frenética actividad industrial bodeguera, que repercutió en el éxito de las artes gráficas y en la publicidad en la ciudad.
"Recuerdo que en Madrid nos preguntaron que si hacíamos desde el concepto, hasta el boceto y el final de los proyectos; en Jerez lo hacíamos todo, éramos generalistas y eso se valoraba mucho", explica. Con una gran oferta económica para ellos en la capital española, prefirieron volver a la ciudad. Era una época en la que en Jerez la actividad económica no faltaba ni cesaba. "Nos daban todo lo que pedíamos pero echábamos de menos Jerez, nos daba igual el dinero y esa lucha diaria de Madrid, del paquí y el pallá, hay a quien le gusta y quien lo vive pero yo tengo mi calidad de vida", comenta, mientras ofrece una copa de jerez Coquinero. "¡A mí me gusta el fútbol y disfrutaba más viendo un partido del Industrial aquí que el ajetreo de esperar dos horas en el Bernabeu!", espeta.
A los dos o tres años se deshizo la empresa, y mientras que sus compañeros volvieron a Proyectos Gráficos Mamelón él se fue a Frontera Publicidad, donde se trabajaban campañas publicitarias. Unos doce años también estuvo allí, hasta que llegó a la Escuela de Arte de Jerez, donde entró en 1979, compaginando su trabajo con el de Frontera Publicidad. Desde 1982, cuando cogió su plaza de funcionario, hasta 2003, año en el que se jubiló, fue uno de los profesores de este centro jerezano, donde coincidió con otros maestros como Bernardo Collado. Este, ex director de la Escuela de Arte de Jerez destacó en una ocasión sobre Juan Herrador "su extraordinaria capacidad natural para percibir eso que llamamos realidad: el color, la luz, las formas y las texturas". Una virtud que hace que "interprete de manera tan fácil" sus realidades.
En el estudio del artista, las palabras de Bernardo Collado toman significado. Especialista en pintura a la témpera, donde es todo un especialista, el trazo de Juan Herrador es inigualable y sus pinturas y dibujos fácilmente pueden pasar por fotografías o grabados. El patio de la Escuela de Arte de Jerez está en su taller. Sólo hay que acercarse para trasladarse a él, y por una de sus galerías entrar a una de las aulas. Allí parece continuar el profesor o "maestro", como le llaman, simple y llanamente los alumnos que le recuerdan. Un diploma detrás de la puerta de su estudio que le entregaron el día de su jubilación lo recuerda "por sus dotes y por su cordialidad en el trato". El pintor le saca punta. "Cordialidad en el trato", dice entre risas, recordando con mucho cariño a sus compañeros y sus alumnos. ¿Su mejor obra? "Mi mejor obra son mis hijos, a medias con mi mujer".
Al otro lado, enseña unas láminas en las que utiliza el puntillismo. En un marco, saca tres de sus primeros dibujos, cuando era un adolescente y que utilizó con once o doce años para entrar en Dibujos Mamelón. Y por si fuera poco, en su móvil empieza a enseñar y enumerar sus diseños para bodegas. Un catavino y una rosa en una publicidad de Iberia. Recuerdos de otra época perdidos en el tiempo de un Jerez que era internacional y que Juan Herrador retrató para la posteridad. La dimensión, amplitud y calado de su obra no tiene parangón y el pintor, en tono más serio que bromista, no lo llega a reconocer: "En Jerez había y hay excelentes profesionales del diseño y de la pintura; no me incluyo, no".
"La gente cree que la engaño", dice el pintor, cuando enseña alguna de sus obras en páginas web y redes sociales, las que están hechas tanto en óleo como en témpera. Especialmente en estas últimas, sobre las que ha tenido que fotografiar paso a paso los procesos para poder mostrarlos en internet, ante la incredulidad de los que le consultan. "A la hora de hacer un difuminado el óleo te permite peinarlo, pero en la témpera hay que desarrollar unas técnicas diferentes, más aún que en el acrílico", explica. "En el acrílico a la hora de dar una veladura en un color que esté debajo, al ser práctico y seco no lo traes, en cambio en la témpera... cuidado, te lo lo llevas", añade.
Una serie sobre "plantas" lo dice todo sobre el pintor. Un ficus, una platanera, una yucca y otro tipo de planta: las plantas de sus pies. "Me quité los zapatos, me eché acrilíco, me mojé los pies y...", ríe. No hay más. "Eran plantas y las plantas... de mis pies", bromea sobre una de sus creaciones más originales. En una de las esquinas de su taller y también en témpera un cráneo y unas colillas de cigarro debajo de este se muestran de forma tétrica. Un rótulo, también pintado, lo dice todo: "El tabaco acorta la vida". Una obra de hace décadas que parece de extrema actualidad. "Esto es facilísimo, no tiene nada", comenta mientras lo enseña. Esta vez el pintor bromista, no bromea. Fácil en el trato y con un lápiz o pincel en la mano. Así es Juan Herrador.