La diferencia semántica entre los lenguajes del cine y de la novela, la forma en la que el lenguaje escrito se decodifica y se traslada a algo tan distinto como el audiovisual o incluso cómo el cine también influye en la literatura recorrerán la espina dorsal de Entre la tinta y la pantalla, la gran sección paralela de la 19 edición del Festival de Cine Africano-FCAT.
Un festival que viene reservando desde hace años un lugar especial a la literatura en sus actividades paralelas, en particular a través del proyecto Entre líneas. Pero en esta ocasión la tinta salta a la pantalla a través de una retrospectiva de dieciséis títulos producidos desde los años 60 hasta hoy en día que recorren países como Senegal, Mozambique, Sudáfrica, Mauritania, Burkina Faso, Argelia, Angola, Marruecos y la afrodescendencia cubana.
Un recorrido subjetivo a través de la historia de los vínculos entre la literatura y los cines de África, arrancando en Egipto con Principio y Fin (Abu Seif, 1960), con una adaptación de una novela del Nobel Naguib Mahfuz, figura emblemática de la nueva novela árabe que abrió camino al cine realista y socialmente comprometido en Egipto. En el África subsahariana, la adaptación de obras literarias surge también contemporáneamente al cine africano y a las independencias. El pionero Ousmane Sembène adaptó sus propias novelas, como Le Mandat (1968), del que se presenta la versión recién restaurada, consciente de que, en un país como Senegal con una población ampliamente analfabeta, el cine era un arma mucho más eficaz para descolonizar las mentes.
En una perspectiva de afirmación identitaria y de crítica del colonialismo, muchos cineastas del África occidental han recurrido a la tradición oral, a los mitos y leyendas y a la historia africana precolonial. En 1986, Med Hondo lleva a la pantalla Sarraounia de Abdoulaye Mamani, novela inspirada de la reina Sarraounia, que resistió los avances de los expansionistas franceses. Con Sia, le rêve du Python (2001), Dani Kouyaté adapta una obra teatral de Moussa Diagana, una suerte de síntesis entre el mito y la historia.
El talento del cineasta no reside en la fiel transcripción de la página a la pantalla, sino en transmitir su visión de la obra literaria que adapta y crear una obra totalmente original y personal. Es lo que hizo Djibril Diop Mambéty al trasponer la obra del suizo Fridriech Dürenmatt, La visita de la vieja dama, en su barrio natal de Colobane para elaborar una sátira sobre el tema de la venganza y de la corrupción (Hyènes, 1992). El cineasta angoleño Mariano Bartolomeu también ha explorado con maestría la cuestión de la domesticación, adaptando en sus cortos Un lugar limpio y bien iluminado (1991) y Quem faz correr o Quim (1991) relatos de Hemingway y del japonés Kenzaburô Oe que traspuso en contextos cubano y angoleño respectivamente.
Por su parte, Argelia celebra este año los sesenta años de su independencia y donde numerosos escritores se comprometieron con el cine. Es el caso de Assia Djebar, que con la colaboración del poeta Malek Alloula, realizó La Zerda ou les chants de l’oubli (1983), en la cual se propone deconstruir la imagen de la Argelia colonial al recuperar las voces despreciadas y reivindicar las tradiciones. En Tahia ya Didou (1971), el escritor Himoud Brahimi coescribe el guión con Mohamed Zinet, ofreciendo uno de los retratos más multifacéticos y singulares de Argel, lejos de la imagen de postal y orientalismo. Más reciente, Maintenant ils peuvent venir (Salim Barhimi, 2015) adaptada de la novela de Arezki Mellal es una crónica de los años negros en Argelia.
Asimismo, quisimos explorar el interés que cineastas de fuera demostraron por la literatura africana a través de dos adaptaciones de autores de los más relevantes del continente. Terra Sonâmbula (2007), adaptación de la portuguesa Teresa Prata de la obra del escritor mozambiqueño Mia Couto y Disgrace (2008), adaptación por el australiano Steve Jacobs de la novela del Nobel J.M. Coetzee.
En una mesa redonda que acompaña esta selección, escritores, directores y académicos africanos conversarán y reflexionarán sobre los vínculos entre cine y literatura, la adaptación en África y las posibilidades que abre el cine, como arte popular por excelencia, de ser vía de acceso a la literatura, al igual que ésta puede ser fuente de inspiración de una nueva generación de cineastas.
Atteyat al-Abnoudi, madre del documental egipcio
Otra sección del festival dedicará una retrospectiva a la cineasta egipcia Atteyat Al Abnoudy (1939-2018) considerada la “madre del documental egipcio” y una de las directoras pioneras del mundo árabe. Apodada “cineasta de los pobres”, su decisión de filmar a la gente en una vida cotidiana de duro trabajo y precariedad fue un escándalo en una época en la que el cine era percibido por las autoridades como un arma de propaganda.
Sus documentales, que retratan las realidades económicas, sociales y políticas de Egipto, han sufrido la censura en varias ocasiones y Atteyat acabó creando su propia productora para poder llevar a cabo sus proyectos en total libertad. El realismo poético de sus filmes ha inspirado a generaciones de directores de documentales. El FCAT rinde homenaje a esta maestra del cine fallecida hace cuatro años a través de cuatro de sus primeros cortometrajes: Ughniyat touha al hazina (La canción triste de Touha, 1971); Husan Al Tin (Caballo de barro, 1971); Al-Sandwich (El bocadillo, 1975) y Al-Ahlam al-Mumkina (Sueños permitidos, 1983).
En su primera película, Husan al-Tin, realizada con un equipo prestado y un ajustadísimo presupuesto, Atteyat Al-Abnoudy retrata el proceso básico de la fabricación de ladrillos de barro en las orillas del río Nilo. En muchos sentidos, Ughniyat Touha al-Hazina complementa a Un caballo de barro. Es la segunda película de Al-Abnoudy y con la que obtuvo su graduación en el Instituto Superior de Cine de El Cairo. Se trata de un retrato de los artistas callejeros de la capital egipcia.
Por su parte, Al-Sandwich explora la vida cotidiana y laboral de los niños de Abnoud, una aldea ubicada 600 kilómetros al sur de El Cairo, por donde los trenes que transportan a los turistas hacia el sur de la capital egipcia pasan sin parar. Por último, Al-Ahlam al-Mumkina traslada al espectador a los años 80, en algunas zonas rurales, casi el 50% de las mujeres eran madres a los 16 años. Se encargaban de sus familias y debían enfrentarse a la violencia de la injusticia.
La mujer del sepulturero, película de clausura del FCAT
El viernes 3 de junio, tras la ceremonia de entrega del palmarés de la 19 edición del FCAT, se proyectará la película de clausura The gravedigger’s wife (La mujer del sepulturero. Khadar Ayderus Ahmed, 2021), filme somalí presentado en la Semana de la Crítica de Cannes. Un tierno retrato de una pareja africana que debe enfrentarse a un problema de salud.
La primera película del director finlandés de origen somalí, Khadar Ayderus Ahmed es una maravillosa historia con múltiples capas ambientada en Djibouti. La cinta se apoya en una hermosa historia de amor para hablar sobre la crisis sanitaria en África y la posición de la matriarca en el Islam, con un trasfondo que explora cómo el continente africano es la parte olvidada del mundo globalizado.
En esta historia, Guled y Nasra son una cariñosa pareja que vive en las afueras de la ciudad con su hijo adolescente,Mahad. Sin embargo, se enfrentan a tiempos difíciles: Nasra necesita urgentemente una costosa operación para tratar una enfermedad renal crónica. Guled ya está trabajando duro como sepulturero para llegar a fin de mes: ¿cómo pueden encontrar el dinero para salvar a Nasra y mantener la familia unida? Ahmed evoca al maestro senegalés Ousmane Sembène en la forma en que trata grandes temas a partir de una trama aparentemente simple.