De la mano de Josefa Parra, en forma de diálogo, Juan Manuel nos habló el lunes de su novela El salto de la torre (Muñoz Moya Editores, 2015, foto de portada de Miguel Parra). Quien ha tenido la suerte de conversar con el autor sabe de inmediato que se encuentra ante un hombre sabio, no sólo por lo que ha leído y por ser profesor de francés medieval en la universidad, sino por utilizar la palabra con una prudencia y una sinceridad ajenas a estos tiempos.
Se trata de una novela compleja, repleta de ideas y muy entretenida. Una niña, clonada, de un linaje especial, permanece retenida, más o menos secuestrada, por Mwestro, su tutor. El maestro enseña a la niña lo esencial, a mirar, a observar lo que otros no ven en los cuadros, en los relatos o en la naturaleza. Durante ese aprendizaje, o recuerdo, Mwestro indica a la niña dónde fijarse para ver objetos o símbolos que remiten a un saber inscrito en el lenguaje mismo. Para Juan Manuel las palabras muestran en su literalidad, en su fonética, algo que está delante de nosotros. Aparecen injertos en los textos, en los cuadros y esculturas, objetos o palabras que quizás no deberían estar ahí. Se trata de recomponer un puzle para acceder a esa verdad que viene de atrás, del origen mismo del lenguaje. En la novela las etimologías son la clave para recomponer todo el misterio.
Mwestro y la niña viajan a Oxford. Allí se cruzan con el profesor Mirón. La trama está narrada desde los dos puntos de vista, el del profesor y el de la niña. La novela es un tejido de relatos y reflexiones que apuntan hacia una verdad olvidada, una verdad que atraviesa los tiempos para explicar lo que somos y lo que deseamos ser. Una sílaba primordial indica hacia dónde mirar… Todo en la novela dice algo: hasta los árboles transmiten parte de esa sabiduría. Y hay que tener mucho cuidado porque los perros acechan en las sombras…
Hemos conversado con Juan Manuel sobre la obra. Su literatura, evidentemente, busca algo más que el mero entretenimiento. Para este jardinero tranquilo, el arte y la literatura son los senderos apropiados para acercarse a la verdad, a las múltiples caras de la verdad.
¿De qué trata esta novela?
En esta época de crisis social, cultural, económica, política y religiosa, muchos estamos esperando que un gran cambio se produzca. Pero ¿en qué medida cada uno de nosotros nos adaptaríamos a unas circunstancias realmente nuevas? ¿Hasta qué punto estaríamos dispuestos a adquirir nuevos hábitos y una nueva manera de sentir y de pensar el mundo? ¿Qué nuevos deseos y nuevos temores tendríamos que afrontar al comprometernos en la vía del cambio? Preguntas como éstas son las que vertebran mi novela. Los dos personajes narradores eligen cambiar sus vidas, cada uno a su manera, para poder cambiar unas circunstancias exteriores que no les satisfacen. El relato en primera persona de las emociones y las dificultades que ambos personajes experimentan interpela directamente a los lectores, invitándolos a poner en cuestión los límites entre la verdad y la mentira, entre la realidad y el sueño, entre la razón y las pasiones, entre la acción y la pasividad, entre la memoria y el olvido, entre el saber y la intuición, entre el conocimiento y la fe.
"En mis clases en la universidad enseño a mis alumnos que las palabras no son simples elementos de una frase, sino que tienen un enorme poder real"
¿Cómo surgió la idea de este libro?
En el inicio está la hipótesis de que si existe, como muchos creen, un saber fundador de la humanidad que en el caso de ser revelado daría al traste con todos nuestros saberes y creencias actuales, el medio más eficaz de ocultarlo y a la vez evitar que se olvide sería mostrarlo abiertamente, y la mejor manera de transmitirlo clandestinamente sería decirlo explícitamente, aprovechando la opacidad natural del lenguaje común y nuestra tendencia a no ver y a no oír más que lo que nos han enseñado a ver y oír. “Secreto” significa, etimológicamente, “separado”, “puesto aparte”, ¡pero no necesariamente escondido! Mi objetivo ha sido reconsiderar el secreto del Grial, a partir de una nueva relectura de la literatura medieval, que puedo leer en la lengua original. Mi nueva manera de leer me permitió identificar una serie de palabras (referidas a ciertos objetos o a ciertos acontecimientos) que se repetían en todos los textos y que tenían todas en común el hecho de que no parecían integrarse de una manera lógica a sus contextos. Comprendí que estas palabras, los objetos y las situaciones que describían, estaban implantadas en sus textos a la manera de injertos, y que debían entonces leerse separadamente (es decir, “secretamente” si nos atenemos al significado original de esta palabra). A medida que mis estudios confirmaban mi hipótesis inicial, emprendí la escritura de una especie de diario de viaje. Este diario se convirtió poco a poco en el germen de mi novela.
¿Cómo ha sido el proceso de escritura? ¿Cómo ha organizado tantos datos y referencias?
El proceso ha sido muy lento. Tras varios años de investigaciones en las que había llegado a reunir una enorme cantidad de cuadernos de anotaciones, de análisis y de reflexiones, comencé la escritura de la novela en 2008, durante mi estancia como profesor invitado en la Universidad de Oxford, premiado por la Fundación Oliver Smithies. En Oxford disponía de bastante tiempo libre y un ambiente excelente para la escritura. Esta ciudad resultaba además un lugar estratégico, donde podía consultar manuscritos y visitar los principales lugares donde se originó y difundió la literatura del Grial. El momento era igualmente idóneo, ya que yo participaba entonces en un proyecto de investigación sobre las técnicas narrativas de la Edad Media, junto con varios investigadores ingleses y franceses. Nos reuníamos periódicamente para confrontar los resultados de nuestras investigaciones respectivas. Lo más complicado fue encontrar la forma apropiada de narrar, sustentada en la alternancia de los puntos de vista de dos narradores, pero una vez conseguido esto, organizar los datos y referencias fue simplemente cuestión de tiempo y dedicación, pero tan sencillo como desmadejar un ovillo una vez que encuentras la punta del cabo.
El lenguaje es esencial en la novela… ¿Le ha influido su formación de filólogo?
Por supuesto, a la hora de escribir me he servido de mi experiencia como filólogo y como lingüista. En mis clases en la Universidad de Cádiz enseño a mis alumnos que las palabras no son simples elementos de una frase, sino que tienen un enorme poder real. Nuestras emociones, nuestros temores, nuestras creencias, nuestros saberes, son palabras. Como dijo Aldous Huxley, las palabras son como los rayos X: si las usamos convenientemente, pueden atravesar cualquier cosa, revelándonos el interior invisible de las cosas visibles. En mi novela, las palabras, sus orígenes, o más bien sus ecos de un pasado muy lejano, tienen el poder de desbloquear el presente en el que viven los personajes y aventurarles lo que está por venir.
Los protagonistas constantemente interpretan símbolos…
En realidad, no se trataba de interpretar símbolos sino, al contrario, vaciarlos de sentido para, a cambio, descubrir su razón de ser. Como hermeneutas, no podemos nunca decir “este símbolo significa tal cosa”, sino que debemos esforzarnos por encontrar el modo de comprender por qué se usan determinados símbolos y no otros. Ningún símbolo puede jactarse de ser transmisor de verdad a menos que sirva para hacerla diáfana. El problema es que si ésta se nombrase demasiado abiertamente, podríamos no verla, como ocurre cuando no encontramos en el frigorífico la mantequilla que está justo delante de nuestra nariz; o peor, podríamos no querer verla. Y si estuviese demasiado oculta, podríamos olvidarla o incluso perderla para siempre. Los símbolos permiten mostrar una verdad de un modo claramente visible, pero tan discretamente que solo un ojo bien despierto la pueda percibir.
El misterio principal gira en torno al Grial, apostando por una visión muy original de este enigma. En el caso de mi novela no se trata de buscarlo ni de encontrarlo sino de comprender cómo su existencia (o la creencia de su existencia) y su aparente ocultación (o la creencia de su ocultación) han conformado nuestra cultura hasta el punto de determinar incluso nuestros hábitos cotidianos. La mayoría de las veces, un secreto es simplemente un saber olvidado. La palabra olvido viene del latín oblitus, que significaba literalmente “perdido de vista”, pero no necesariamente borrado de la memoria. Mi novela combina así la tradición de la novela de tesis con los códigos de aquellas novelas negras en las cuales la solución del misterio no es el objetivo principal, sino donde lo que importa sobre todo es el recorrido que los lectores hacen junto a los personajes en la búsqueda de respuestas a algunos dramas ancestrales del ser humano.
¿Por qué eligió esa estructura narrativa, esos personajes y esos ambientes, Andalucía y Oxford?
Teniendo en cuenta las ambiciones de esta novela, me pareció que la manera más honesta de comunicar con mis lectores era presentar los resultados de mi tesis desde dos ángulos opuestos, sucesivamente alternantes a lo largo del relato: uno dogmático y unívoco; el otro, vacilante y problemático, para que cada lector pudiese elegir el posicionamiento que mejor le conviniese. El libro se articula en veinte capítulos. Un bucle cronológico conecta el último capítulo al primero. Los capítulos escritos por una niña (cuyo nombre en clave es Y), constan de una sucesión de párrafos de 150 palabras separadas por un espacio en blanco, donde se recogen las experiencias y el aprendizaje resultante de un viaje iniciático realizado en compañía de su peculiar “tutor”. Esta forma original de narración contribuye a la simplicidad y a la estética de una escritura que pretende mostrar la experiencia mística de este personaje y la visión poética de un mundo detenido en el eterno presente de su existencia en un lugar oculto en las marismas del Guadalquivir.
"En mi novela defiendo un nuevo empirismo destinado a ayudarnos a reconsiderar los hábitos adquiridos, nuestras creencias y nuestras certezas"
Los capítulos escritos por el profesor llamado Francisco Mirón utilizan una prosa relativamente más tradicional, en la cual la historia progresa linealmente, interrumpida aquí y allí por digresiones oníricas, introspectivas y polifónicas, cuidadosamente concebidas para acentuar el suspense, ofreciendo al mismo tiempo un retrato naturalista del personaje así como del mundo universitario. Los relatos de Mirón aportan una interpretación sesgada de los acontecimientos narrados por Y.
La novela está atravesada por una serie de historias relativas a personajes más o menos secundarios, que he dejado voluntariamente inacabadas, ya que se trata de colocar a los lectores ante el reto de lo incompleto, a todos los niveles estructurales, incluido el de la reconstrucción del Grial y la recuperación de conocimientos olvidados.
La Aldea del Rocío, Gibraltar, Toledo, Madrid, Lisboa, Oxford, Paris… son algunos de los lugares donde se desarrolla la acción de la novela, pero no son meros espacios, sino que actúan también como desencadenantes de emociones, de experiencias vitales y de reflexiones, y en definitiva como catalizadores de la memoria de los personajes y de los lectores..
¿Qué visión filosófica hay detrás?
El saber qué aportan los sentidos, la imaginación y la intuición ha sido tradicionalmente menospreciado, al carecer de las garantías de objetividad y universalidad que aporta la razón. En efecto, la mente es como una torre, desde lo alto de la cual tenemos un gran campo de visión. Desde las alturas lo vemos todo claro y perfectamente ordenado, pero cuando saltamos y volvemos a caer en la tierra, al principio todo puede resultar incierto y confuso. Los ojos ya no nos sirven tanto, y al recurrir al oído, al olfato y al tacto, comprendemos que están desentrenados. En mi novela defiendo un nuevo empirismo destinado a ayudarnos a reconsiderar los hábitos adquiridos, nuestras creencias y nuestras certezas. Esta actitud, que podríamos llamar “ecológica” en el sentido de que implica la conciencia de la inclusión integral del individuo en su medio, mostrará a los protagonistas de la novela una realidad desconocida, y los impulsará a participar en una aventura, donde los sentidos, los deseos y los temores desempeñan un papel fundamental para el entendimiento.
¿Por qué escribe? ¿Qué cabe esperar de la escritura?
Como dijo Blanchot, escribir, evidentemente, no tiene importancia. Escribo por defecto, en la incertidumbre y la necesidad, igual que respiro o camino. No uso la escritura como terapia, y espero que mis lectores tampoco lo hagan.
¿Tiene pensada ya otra obra?
Escribo diariamente, por obligación y por placer. Aparte de mis escritos universitarios en el campo de la lingüística y del análisis del discurso, escribo artículos de opinión, poemas, cuentos y, por supuesto, estoy trabajando en otra novela. Pero no todos estos escritos tienen que ver forzosamente la luz. Por el momento estoy disfrutando de la buena acogida y de las críticas tan positivas que está recibiendo esta novela.