El pintor Ramón Epifanio (Jauja, Córdoba), Ramón Camacho en el DNI, ha fallecido a los 66 años tras una larga enfermedad. Afincado desde hace décadas en El Puerto, donde trabajó como funcionario de prisiones, el artista andaluz expuso en el verano pasado en los Claustros de Santo Domingo una panorámica de su particular obra pictórica. Ramón Epifanio, como él mismo comentaba en una entrevista en lavozdelsur.es, empezó a aficionarse a la pintura gracias a los innumerables tebeos que leyó cuando era joven. “Afortunadamente, tuve un padre y madre que me compraban bastantes, TBO, Capitan Trueno, cómics del oeste, de hazañas bélicas, de Marvel… y lo que hacía era dibujar”.
Más tarde, durante su estancia en Cataluña, lo animaron a “meterle color a mis dibujos”, y allí llegó a estudiar en la Escuela Massana —un centro educativo de arte y diseño—, donde lo animaron a “pintar lo que veía, y eso luego lo pasas por tu corazón y por tu alma”, expresaba.
De gran sensibilidad y muy querido en los círculos culturales de la provincia de Cádiz, su tierra de adopción, pensaba que “un artista es un hombre normal y corriente que tiene sensibilidad para según qué cosas. Lo que hace falta es ser buena persona, tener buen corazón, y ayudar al necesitado. Son las únicas cosas que valen de verdad”. Epifanio, quien además de pintor era escritor y poeta —ganó certámenes de microrrelatos o compuso letras para el cantaor Antonio Agujetas—, era autor de pinturas “vivas”, porque nunca da un cuadro por acabado. “La belleza es la posibilidad que tienen todas las cosas para crear y ser amadas”, decía Ramón del Valle-Inclán, al que solía recurrir el pintor, muy conectado también desde sus inicios con el grupo de teatro La Zaranda.
"El arte tiene que hablar de Dios, de la belleza humana y enseñarnos a ser mejores", sostenía Ramón Epifanio, por encima de todo, una buena persona. Descanse en paz.