Ana Morales (Barcelona, 1982) dejó al Villamarta sumido en una profunda emoción cuando presentó Sin permiso, canciones para el silencio, en 2019, un espectáculo que fue un proceso de terapia compartido entre el público y Ana, entre la danza, el flamenco y la poética. Tres años después, la creadora regresa con un espectáculo que supone un “espacio de reflexión entre el flamenco y su cuerpo”.
Sin permiso pasó por el Villamarta cosechando el aplauso de crítica y público, ¿cómo es volver habiendo dejado el listón tan alto?
Cuando hay expectativas hay responsabilidad. Para mí siempre es un reto venir a Jerez o a la Bienal, con un público tan entendido y donde está la profesión, siempre es un motivo más como para estar alerta. Al mismo tiempo es muy emocionante, sentir que siempre hay algo por proponer. En Sin permiso se trabajó la emoción desde un lugar muy profundo y En la cuerda floja se trabaja la conciencia del movimiento a través de la dualidad, pero siempre canalizando el flamenco desde la emoción.
Sus espectáculos tienen dramaturgias muy personales, muy íntimas, generando una conexión profunda entre usted y el público. ¿Cómo es para Ana Morales entrar en esos rincones tan profundos?
Es una liberación absoluta. Hace tiempo que encontré el camino donde poder liberar mis inquietudes a través del arte y del flamenco. Pongo encima del escenario mis reflexiones. El flamenco para mí es mi manera de culturizarme e intelectualizarme, lo utilizo para eso y reflexiono sobre cosas que mi cuerpo o mi mente no las entiende, y que a través del flamenco las puedo liberar.
¿Consiguió entender cosas en Sin Permiso?
Sí, para mí esto es una terapia grandísima. Hubo un trabajo de mi parte masculina a través de mi padre y fue genial, un crecimiento personal buenísimo. En esta igual. Ayer leía un libro maravilloso, La expansión del presente, de Jacobo Grinberg, y decía que “la sociedad del siglo XXI busca el equilibrio por miedo a abandonarse a la vida”. Este espectáculo para mí es una enseñanza arrolladora sobre mi obsesión con el equilibrio.
“Buscar el orden y sentirse cómoda en el caos”, dice la sinopsis. Es un concepto muy interesante de inquietud artística y vital
No sabemos porqué nos gusta estar en un lado y buscamos el otro. En cuanto lo aceptas, te abandonas y vives un lado y otro de una manera sana. Cualquiera de las dos partes tiene que estar dentro de nosotros.
¿Siente que se ha dejado llevar más en esta ocasión?
Sí, hay más abandono corporal, hay cada vez más una soltura, un fluir hacia lo que es evidente y va contigo, y no retenerlo ni racionalizarlo tanto. Cuando te pones límites y lo razonas no le estás dejando libertad a lo que tu cuerpo quiere y vive. Hay que escucharlo, darle un poquito de capote, escuchar al otro y darle capote. Creo que es no un equilibrio vivir las dos partes, es abandonarse.
Este espectáculo estaba concebido antes de la pandemia, qué premonitorio resulta aquello de estar en la cuerda floja…
Fue brutal, además el hecho de que fuera pandemia sumado al encierro le dio más sentido. Cuando me puse a montarlo era lo que era, no había mucho más que hacer.
"La flamencura está en la energía que desprende la persona más allá de la parte estética"
A nivel artístico, ¿está indagando por la parte más flamenca o por la más contemporánea o experimental? ¿Hacia dónde le pide el cuerpo dejarse llevar?
Me cuesta definir esa etiqueta. Mi parte flamenca está en un lugar que no es físico, está metida en mi barriga. Mi cuerpo hace cosas que yo ya no le pongo nombre. La flamencura está en la energía que desprende esa persona más allá de la parte estética. El flamenco está metido dentro de mí y parto de ahí, pero mi formación es de bailarina, entonces está esa dualidad. Soy dual para todo. Etiquetarme en una cosa es encerrarme.
Ha dicho alguna vez que la producción artística está en un momento de precariedad, que es un proceso muy limitante. Si no estuviera envuelta en esta precariedad, ¿qué tipo de espectáculo le gustaría hacer?
¡Madre mía! Es que estamos en un país muy mediocre para eso. Si tuviéramos oportunidades para poder ser más libres en la creación, todos creceríamos. Los artistas de este país no saben cuánto de creativos pueden llegar a ser. Estamos amputados de pies y manos por no tener medios, me encantaría hacer espectáculos con mucha gente, tener cuerpo de baile desde un lugar especial, me gustaría trabajar con grandes directores, aunar distintas partes del arte en todas sus facetas.
"Los artistas de este país no saben cuánto de creativos pueden llegar a ser"
Hay muchas obras desnudas e íntimas quizás más por imposición que por voluntad…
Uno se adapta a la situación que vive, y cuando te pones a crear tienes que ser realista, no puedes evitar hacerlo. Si sales con la premisa de que no hay dinero la creación es más relativa. Es cierto que hay muchos espectáculos muy amputados porque no hay dinero y luego no se mueven. Formamos parte de un mercado, hacemos los espectáculos así porque queremos, pero mi mente ya sabe que parte de algo. Es una forma de adaptación que tenemos.
¿Hay alguna parte más "geométrica" en En la cuerda floja?
Cuando planteo trabajar sobre el equilibrio, lo primero que se me vino fue la espiral de Fibonacci, los artistas la usaban esta secuencia cuántica como raíz para que la obra estuviera más cerca de la belleza. Hay una pieza de inicio, un prólogo absoluto, en el que trabajamos el espacio de una forma cuántica y todos los pasos que hay ahí, luego forman parte de todas las piezas. Es como un inicio de investigación que se quedó.
¿Y la música del trío Bolita?
Yo propuse la temática y luego ellos hicieron su propia fantasía. La música es una banda sonora, empieza y termina en ellos. Ellos no paran y yo viajo.
¿Veremos en Jerez alguna novedad?
Nunca cambio nada porque probablemente hay cosas que no me gusten hoy y que haría de otra manera, pero es que entonces no sería En la cuerda floja. Abogo por lo que sale en el momento creativo en el que estás. Para mí la autenticidad de lo que nace en un momento creativo es muy especial, intento no meterle el componente racional.
Es una gran lectora, ¿qué inspira a Ana Morales?
Leer absolutamente. Me gusta mucho la música, soy melómana. Me encanta la música y estoy todo el día escuchando. Ayer a Avishai Cohen, por ejemplo o a Maite Martínez en su último disco maravilloso. Leo mucha filosofía y sociología.
En la cuerda floja, una obra premonitoria
Ana Morales concibió el espectáculo antes de que la humanidad se viera sumida en la cuerda floja, en estos años de equilibrio absoluto entre dos realidades. El proceso de encierro terminó de definir un proceso “duro por la soledad de crearlo en pandemia”, y para el que ha contado con Bolita trío, con la guitarra de José Quevedo ‘Bolita’, percusión de Paquito González y contrabajo de Pablo Martín, más dirección escénica de Roberto Olivan.
Era un reto para Ana discurrir un espectáculo sin estar acompañada de cante, aunque al final le metió una pequeña pincelada con la voz en off de Sandra Carrasco, también para añadir una nueva dualidad más, la del cante en directo y la música digital. Tras un tiempo sin estar en la guitarra como acompañamiento de baile, el trío de José Quevedo ‘Bolita’ vuelve para realizar esta “banda sonora” al espectáculo de Morales. En la cuerda floja se ensayó en La Aceitera (el espacio de creación de Rocío Molina), en los Teatros del Canal de Madrid y en los estudios de Bolita, en Jerez. Se estrenó en la Bienal de 2020 y recala el día 22 de febrero en el Vilamarta.