El año que viene cumple dos décadas como profesional. 20 años, decían no son nada, pero dan para muchísimo, ¿no?
Sí, la verdad que miro para atrás y parece que fue ayer, pero si te pones a pensar en la de situaciones que has pasado, la de gente que has conocido y con los artistas que has trabajado, es todo muy bonito.
¿Qué balance hace, cuál es el mayor aprendizaje que acumula?
Yo creo que, sobre todo, la tranquilidad, saber tener un momento de echar el freno. Han sido 20 años, pero de una intensidad… corriendo, todo muy rápido. El tiempo ha pasado rápido, pero es que nosotros también íbamos muy rápido, intentando comerte el mundo. Y al final te das cuenta que esto es arte y el arte hay que llevarlo muy lentito, disfrutando el camino a cada paso. Es verdad que ahora me veo más maduro y tranquilo, no con tanta prisa.
No hay ya tanta necesidad de decir: ‘aquí estoy yo’.
Son otras cosas. Ahora la exigencia es mayor; antes, empezando, te perdonaban más las cosas. Ahora van a verte con otro punto de vista, otro prisma, y es más compleja la exigencia. Y tú mismo te exiges de una manera que ya muchas veces es desfasada, pero lo cierto y lo fijo es que son 20 años de muchas vivencias y se pasan rápido (ríe).
Estrella del cante, por derecho
Jesús Ruiz Cabello, Jesús Méndez (Jerez, 1984), es una de las grandes voces del flamenco actual. Nace en el seno de una de las sagas de cantaores más importantes que ha dado Jerez, la de los Méndez, cuyo buque insignia fue Francisca Méndez La Paquera de Jerez. Su carrera comenzó a los 17 años, momento en el que decidió subirse a un escenario para probar suerte. No ha parado desde entonces. Un fijo en el atrás de muchas compañías de baile y un fijo en recitales por todo el mundo. Con las entradas agotadas, el cantaor jerezano presenta Los pasitos que yo doy... en La Atalaya (18.30 horas), dentro del Festival de Jerez, antesala de su nuevo disco (el cuarto en su trayectoria), un tributo a la genial artista que abandera la saga de los Méndez.
Ya Demófilo advertía de la desaparición del flamenco “puro” por culpa de los cafés-cantante. Al final, el flamenco siempre se está muriendo pero nunca se muere.
Claro que no muere… es la forma de vida la que influye en que cambien o desaparezcan cosas. En Jerez, mientras tengamos una copita de vino en la mano y empiecen las palmas a sonar, será imposible que muera. Creo que todo viene a raíz de las celebraciones, de compartir, de un cante en un bautizo o en una boda… A mí el cante se me metió en el corazón escuchando a mi tío o a mi abuela cantar. Antes no escuchaba a cantaores, siempre lo dicho. Empiezo a descubrir a Mairena o Terremoto una vez que mi padre, como aficionado, siempre los tenía puestos en la casa o en el coche. Pero yo, el flamenco que yo he descubierto, ha sido a través de mi familia, y es el que te hace que se mantenga la llama encendida.
Y al mismo tiempo, es de esas nuevas generaciones de cantaores que llevan la profesionalización y el estudio por bandera, más allá de la transmisión oral y la chispa de la espontaneidad.
Sí, por supuesto. Cuando el flamenco va a los teatros cambia la cosa. Escuchabas antes una salida por seguiriya de El Torta y te valía el recital entero, estuviera ya como estuviera, pero es verdad que ya empiezas a moverte por el mundo y cuando la gente paga sus entradas en un teatro exige un nivel. Ahí tienes que completar un tiempo y cumplir con todo. Si no eres profesional, si no dominas la afinación, el ritmo, estar bien… Si no cuidas los detalles para subirte a un escenario…
¿Cómo vivió el confinamiento, acabó cantando en el lavadero?
(Ríe) La verdad que me costaba mucho callarme. Y tenía que hacerlo porque tengo dos niños, uno con dos y otro con seis años, y entonces estaban todo el día en casa con los dibujitos, peleándose los dos, chillando… no encontraba el momento. Ya cuando se acostaban a lo mejor me ponía solo a las once de la noche a escuchar cante con los cascos.
Y dominando el arte de cantar ‘por bajini’…
Claro, pero me ha costado un montón. Era también por no poder pensar, tener ideas y estudiar. Tiene guasa cantar por bajini, pero lo hemos llevado lo mejor posible, ha sido una cosa de aprendizaje. Hay que aprender de lo malo y de lo bueno.
¿Y qué enseñanza le deja la pandemia?
Al final, que no somos nadie. Artísticamente me deja que, antes íbamos de un sitio a otro como los que nada, de Córdoba a Berlín, y ahora mismo estamos saboreando todo esto mucho más. Canto en Jerez y eso para mí ahora mismo es una inyección de emociones, alegría y de cosas que antes quizás no las sentía igual. Antes era algo especial también, pero no dejaba de ser una actuación más antes de irte para otro país. Ahora estás deseando que llegue cada gala y cada una que llega es una celebración.
Este nuevo disco se lo dedica a su tía Paquera. Hasta ahora todo el mundo tenía la referencia, pero usted huía un poco de la etiqueta. ¿Pesa mucho?
Sí, bueno. He intentado recordarla en los ocho temas del disco. Ella es incomparable, para nosotros, para mí, es la Diosa del cante, pase lo que pase y el tiempo que pase. Ella no era solamente la fuerza, la afinación, los melismas, los bajos, los altos, los medios, su dulzura… para mí sobre todo transmitía. Y en este caso lo que he querido hacer es acudir a su discografía, a su legado, más allá de lo que conoce todo el mundo, porque tiene una obra preciosa. He grabado dos bulerías, Maldigo tus ojos verdes, un fandango de Huelva, los tangos de Gabriel Moreno… Lo primero que he querido era recordarla y lo segundo, que se visibilice su increíble obra, extensísima y muy desconocida.
Jerez tiene una asignatura pendiente con tantos grandes del flamenco. Hablando de La Paquera me acuerdo de Parrilla.
Totalmente. Creo que sí, Parrilla por ejemplo se merece… no sé. Para mí, como ha llevado el nombre de Jerez por todas partes, no lo han llevado muchos.
Porque esa es otra, ¿tiene usted un punto de guitarrista frustrado?
En las poquitas cosas que hago me gusta acordarme de él y del Morao, de la escuela de Jerez. Es que tocar la guitarra sonando a Jerez es muy difícil, eso tenemos que valorarlo y reconocer a quienes han llevado eso arriba del todo. Merecen el premio más grande que tenga la ciudad porque es verdad que…, cómo tocaba Parrilla, Díos mío. Eso es increíble.
¿Cuál ha sido el último consejo o ‘tirón de orejas’ que le ha dado su padre?
Ja, ja… últimamente no. Le puse el disco y hay cosas que… él es muy exigente y como sabe de cante, pues claro. Es verdad que no se lo he puesto entero todavía, pero siempre anda dándome consejitos. Él sí es un cantaor frustrado, aunque lo podía haber sido perfectamente. Ganó su premio de la Bulería, y podía haber sido cantaor profesional perfectamente, pero al final se dedicó a la hostelería.
Imagino que tiene siempre presente cuando abre la boca en el escenario a su padre y a la tata Paquera.
Y a mi abuela Dolores, a mi tío Eduardo, a mi tío El Mondi… es la gente que me ha hecho ser cantaor. Yo quería ser como ellos desde chico, eran mis ídolos.