Aún resuenan en el coliseo jerezano los aplausos que levantó Manuel Liñán y su fantástica compañía en 2020, siendo uno de los últimos regalos que nos dejó el flamenco, y la cultura en general, antes de la pandemia, casi una despedida de la vida tal y como la conocíamos.
Ahora Manuel Liñán (Granada, 1980), Premio Nacional de Danza 2017 y Premio de la Crítica en el Festival de Jerez 2016, vuelve al Festival para presentar una obra en clave de duelo y sanación. El explorador sin límites, el revolucionario de la bata de cola, vuelve a Jerez con Pie de hierro, un espectáculo de “contrapeso” de ¡Viva! que quizás esta vez, exija una atmósfera más íntima y sosegada.
El espectáculo ¡Viva! era un alegato a la vida y este se presenta con la palabra “duelo”, ¿hay alguna relación en este salto? ¿duelo de qué, Manuel?
Es un duelo con la tradición, una tradición particular y personal. Está relacionado con el peso que para mí ha supuesto la tradición, con esa mochila que lleva asumir unos papeles que hay designados para ti.
¿Y cómo trasladas el peso de esta mochila al escenario?
Hablo de una relación familiar que he tenido con mi padre. Mi padre fue torero, desgraciadamente no pudo desarrollar su carrera por un accidente de tráfico, y yo soy el único hijo varón y el más pequeño. Cuando nací el sueño de mi padre era que su hijo pudiera defender la carrera que él nunca pudo. Eso para mí supuso un gran peso, una gran responsabilidad, que iba unido a un vínculo familiar. Pie de hierro es el apellido de mi padre y habla de eso, de la inconformidad de tener que asumir unos papeles con los que no estás de acuerdo. Va sobre alejarte de ese mundo y tomar la decisión de no seguir repitiendo patrones. Este hecho lo he vinculado con la relación que yo he tenido con el flamenco, un tipo de relación de amor-odio. El flamenco tiene unos papeles muy designados, una tradición muy fuerte. Mi relación con el flamenco ha sido de querer avanzar, sintiendo al mismo tiempo el peso de la responsabilidad que te atrapa.
"Es una manera de inconformidad hacia esa tradición que no comparto"
¿La creación de Pie de hierro le ha servido para descubrir nuevos aspectos de la relación con su padre, como hizo Ana Morales en Sin Permiso?
La relación con mi padre está muy bien y en un estado de sanación. El espectáculo de lo que trata también es de no haber cumplido su sueño, haber sido otra historia completamente diferente, su deseo era que hubiera sido torero y he acabado bailando con una bata de cola y una peluca. A él le cuesta verme y es algo que respeto totalmente, para mí este espectáculo ha sido una cura. Es una manera de inconformidad hacia esa tradición que no comparto, pero al mismo tiempo es una carta de amor. Yo lo que le hago a mi padre es mi pequeña y particular corrida de toros.
Tu profesión al final es otra forma de salir al ruedo…
Sí, lo que quiero no es ya hablar de la sensación de ser torero o ser bailaor, sino el tener que repetir algo con lo que no estás de acuerdo.
¿Siente que ha tenido que repetir algo contra su instinto de artista?
Totalmente. El espectáculo está muy vinculado a la relación que yo tengo con el flamenco. En el mundo del flamenco para ser aceptado yo tenía la sensación de que exigían una serie de cosas. Me acuerdo de cuando empecé a bailar de jovencito con pantalón alto y con chaleco que la gente me decía que no me alejara nunca de esa escuela. Eso te hace entrar en un círculo de aceptación pero al mismo tiempo te crea una responsabilidad. Se plantea un camino por el que parece que no puedes salir cuando tus inquietudes son otras.
En la sinopsis se habla de “generar nuevas preguntas”. Me gustaría saber cómo es para usted este proceso, el reto artístico de crear nuevas búsquedas constantemente, ¿cómo lo vive?
Para mí esto es una situación que ha venido sola. No he buscado este espectáculo, sentí en algunos momentos de mi vida que tenía una presión que me ahogaba. Me fui a Madrid por estar en un sitio más grande donde nadie supiera de mí, pero me di cuenta que lo que realmente me atrapaba era la tradición que había designada para mí.
"Es un abrazo desde la aceptación, una despedida al rencor"
Por muy lejos que estuviera, me di cuenta de que había algo interno que tenía que romper. ¡Viva! fue un primer paso, pero es un espectáculo totalmente tradicional que pertenece a mi infancia. A partir de sentir esto busqué en mi interior para saber qué me estaba ahogando, y lo que me ahogaba era haber guardado tanto tiempo esta inconformidad, no haber puesto un puño sobre la mesa para decir qué quería hacer.
¿Y ahora ha dado ese puño sobre la mesa?
A partir de ahí puse en escena lo que para mí sería un duelo, mostrar mi rebeldía e inconformidad, pero sobre todo el agradecimiento a mi padre por haberme enseñado y mostrado todo lo que no quiero ser. Es un abrazo desde la aceptación, una despedida del rencor. En definitiva, es una carta de amor, de decirle a mi padre todo lo que yo lo quiero desde mi honestidad.
¿Cómo lleva volver a Jerez después de haber dejado el listón tan sumamente alto?
No tengo miedo, respeto el recibimiento del público, pero tengo que ser fiel a mi criterio y al por qué bailo.
¿Es lo contrario a ¡Viva!?
Totalmente, es un espectáculo muy personal. Un duelo implica suciedad y rebeldía, al mismo tiempo de mucho amor. El final del espectáculo cada vez es diferente, no lo tengo cerrado porque cada vez tengo una sensación distinta y la imagen final depende justo del momento y lo que yo haya sentido.
Vienes acompañado del baile de David Carpio y la guitarra de Juan Campallo, ¿qué destacarías?
Con David llevo trabajando muchos años y para este espectáculo tan especial tenía que ser él. Con Juan es la primera vez que trabajo y ha habido afinidad desde el principio. También estarán Víctor Guadiana con el violín y con la guitarra eléctrica, Jorge Santana, que es un batería totalmente alejado del flamenco y La Tacha y Ana Romero, que son mi mano derecha y mi mano izquierda.
Pie de hierro: el apellido de un padre, el duelo de un hijo
Pie de Hierro es un duelo, una conversación vehemente con la tradición. Quiero dar respuestas a mi inconformidad y generar nuevas preguntas para mi futuro. Un espectáculo que a pesar de la violencia y la rebeldía busca el abrazo humano del entendimiento, el calor sincero de los brazos que se encuentran. Espectáculo dedicado a Manuel Arroyo Pie de Hierro: Mi padre Domingo 27 de febrero (20.30 h), con asesoramiento escénicao de Alberto Velasco, colaboración de David Carpio y música de Víctor Guadiana y Juan Campallo.