Rubén Olmo (Sevilla, 1980) ha pasado por todas las etapas del Festival de Jerez, su “escuela”, como él lo llama. Comenzó como aprendiz en su periodo de cursillista y luego sobre las tablas como bailarín profesional, actuando en diversos espectáculos, con su propia compañía o con el Ballet Flamenco de Andalucía.
Si en 2020 clausuró el festival con un homenaje a Mario Maya, este 2022 lo inaugura con un homenaje a Antonio Ruiz Soler, Antonio ‘el Bailarín’. Dos enormes sevillanos se unen, de manera simbólica, en este espectáculo. Antonio como viva herencia de la danza española; Rubén y el Ballet Nacional como intérpretes de un legado imborrable. Premio Nacional de Danza en 2015, Premio Max en 2014, Giraldillo de la Bienal de Sevilla en 2010, Giraldillo Ciudad de Sevilla en 2016 y Premio de la Crítica de Jerez en 2019, Rubén Olmo ahora está al frente de la mayor compañía pública de danza española.
Rubén, ayer fue su cumpleaños, felicidades y qué buen regalo abrir el Festival de Jerez
Muchas gracias. Estaba ayer en la inauguración de la exposición y todo el mundo ¡Rubén, felicidades!
Tras todos los hitos de su carrera, como ser el Premio Nacional de Danza o el director del BNE, ¿qué sueños le quedan por alcanzar?
Uno sueña con hacer grandes ballets, con coreografiar, pero no piensa dónde le puede llevar la carrera. He tenido la suerte de llevar mi carrera como he querido dirigirla, y que mi camino ha llegado a este momento. Es una de las etapas que más estoy disfrutando, estoy muy contento de estar al mando del BNE, tengo un equipo que me ayuda, que está conmigo, que si me tiro por el barranco sé que todos se tiran conmigo. Me siento orgulloso del ballet que tenemos.
En los casi tres años que lleva como director, ¿cuál es su mayor aprendizaje a nivel profesional y personal?
Mi entrada en la dirección ha sido complicada, como para todo el mundo, con la llegada de la pandemia. Dirigir un ballet de 90 personas con esta pandemia por delante, donde nadie me podía enseñar, nadie podía decirme cómo enfrentarse a esta pandemia. He tenido que reinventarme solo y reinventar el BNE para seguir trabajando. Hemos creado tres programas maravillosos.
A esos niños y niñas que están ahora en el Polígono Sur de Sevilla, el barrio donde usted se crió, y que tengan algún sueño aparentemente inalcanzable, ¿qué les diría?
Pues yo he tenido la suerte de estar con ellos y siempre me ven como un referente por haber salido de esos barrios tan humildes. Creo que los sueños se hacen realidad pero tienen que tener una capacidad y una tenacidad por delante. Soñar es fácil, pero llegar a alcanzar ese sueño necesita de una constancia y un trabajo. Si se hace de esa manera, llegan a conseguir su sueño, claro que sí.
"Un cartel del BNE era mi cabecero, lo último que veía antes de dormir"
¿Y usted se imaginaba alguna vez llegar hasta aquí?
Lógicamente lo sueñas, además lo soñaba muy fácil porque mi cabecero de la cama era un cartel del Ballet Nacional de España. Lo soñaba fácil porque era lo último que veía antes de dormirme y lo primero que veía cuando me despertaba.
¿Echa de menos Sevilla?
Sí, la echo de menos. Lo primero porque es mi tierra y echo de menos a mi familia, aunque no me doy mucha cuenta de que estoy en Madrid porque el trabajo del BNE me quita mucho tiempo, pero esas tardes de café en la Alameda, esos encuentros en una ciudad más chiquitita… eso se echa de menos.
"Siempre que el BNE está en escena es todo un acontecimiento"
Hace tres años recibió el Premio de la Crítica en Jerez y hace dos clausuró el festival. Ahora viene para la inauguración, que siempre genera mayor expectación, ¿qué supone para usted?
Un orgullo. Como he dicho, el Festival de Jerez lo he vivido desde la primera edición, he crecido dentro del festival como artista y como persona. Empecé en los cursos, fui solista de los grandes ballets, me hice cabecera de cartel con mi compañía, después traje al Ballet Flamenco de Andalucía y después al BNE, en mi estreno dentro del ballet con el homenaje a Mario Maya, justo una semana antes de entrar en pandemia. Volver después de estos dos años, en la coletilla de la pandemia, creo que cierra muy bien el ciclo. Está todo el mundo expectante y siempre que el BNE está en escena es todo un acontecimiento. Ahora doble acontecimiento, la inauguración y el Ballet Nacional en escena.
¿Recuerda algún momento concreto con especial cariño?
Tengo un recuerdo muy bonito que fue con Tranquilo alboroto, el estreno de mi compañía. Ya en Sevilla me habían dado el Giraldillo de Oro a mejor espectáculo, y cuando vine al festival fue de las noches más especiales del festival, con ese cierre que se quedó aquí como un momento mágico, que fue la danza del Ave fénix con el mantón rosa. Todo el mundo tiene esa imagen dentro del festival.
¿Qué planes tiene para el BNE?
Ahora mismo Invocación de gira, el Centenario que también seguirá y La Bella Otero, que hemos estrenado en el Teatro de la Zarzuela.
Comentó que el pase del Centenario en Jerez no iba a tener cambios con respecto al estreno en el Teatro Real, quería seguir la esencia de Antonio y que todo estuviera en su sitio. Aún así, ¿algo ha cambiado internamente en la compañía?
Siempre se asienta. El espectáculo se estrena con nervios y después recoge el peso. El espectáculo ya está en su plenitud.
Por último… ¿qué le inspira a Rubén Olmo en su día a día?
Como director me encuentro con muchas personas que me escriben y me mandan sus música. Estoy en una situación de muy fácil inspiración porque recibo a todo el mundo. Me he llevado la sorpresa de conocer a grandes compositores que no conocía, gente muy joven que me ha traído música maravillosa. He salido de reuniones pensando: “Díos mío con lo que me he encontrado”. Esas cosas me inspiran mucho, por eso intento recibir a todo el mundo que me escribe, de repent, te encuentras una gran sorpresa.
Centenario Antonio Ruiz Soler, la “joya de la corona” de Rubén Olmo
“Si saco las joyas de la corona es para que brillen más, para que brillen con luz propia”, así presentó Rubén Olmo ante los bailarines del BNE la idea de este centenario a Antonio Ruiz Soler. Rubén, ferviente seguidor de Antonio, sabía que necesitaba la implicación total de su equipo para engrandecer las coreografías rescatadas del gran bailarín sevillano, y que llega al Teatro Villamarta con 57 bailarines, 9 músicos y la Orquesta Bética.
Para este homenaje, han restaurado todo el vestuario original, 200 piezas que suponen “toda una maravilla del BNE”. Maribel Gallardo, maestra repetidora, estuvo en el estreno del montaje original en 1982, “tal y como se estrenó con Antonio”. El homenaje contará con las coreografías de Sonatas, Vito de gracia, Estampas flamencas, Leyenda Asturias, Zapateado y Fantasía Galaica, este último, el ballet que más le gusta a Rubén Olmo. Vito de gracia es una de las coreografías que Antonio interpretó con Rosario, su pareja artística, con la que grabó la película Hollywood Canteen (1944): “Rosario formó parte de Antonio y era importante que Hollywood estuviera en el programa”, cuenta Rubén. Este homenaje también sirve para reivindicar la música en directo, y será la primera vez que la Orquesta Bética (fundada por Falla), esté en el foso del Villamarta.